En la tragedia antigua, el héroe muere porque en el tiempo consumado no hay nadie que sea capaz de vivir. El héroe muere de inmortalidad.
El ‘orden moral del mundo’ no queda restablecido [en la tragedia], sino que, en su seno, el hombre moral quiere enderezarse, todavía mudo e infantil (y como tal se le llama ‘héroe’), en el temblor del mundo atormentado. La paradoja que constituye el nacimiento del genio en el silencio moral, en la que aún es infantilidad moral, es pues lo sublime en la tragedia. Probablemente ésa sea la razón de lo sublime en tanto tal, donde el genio aparece antes que Dios.
El objeto mismo del proceso –el auténtico héroe de ese libro increíble– es el olvido [...], cuya cualidad determinante es el olvidarse de sí mismo [...]. El olvido ha quedado convertido en la figura muda que personifica el acusado, figura de grandiosa intensidad.
Brecht ha intentado hacer del pensador, es decir, del sabio, un héroe dramático. Y precisamente desde ahí puede definirse su teatro como un teatro épico.
Galy Gay es justamente un sabio. Ya Platón comprendió lo que es el carácter no dramático que representa el hombre superior, a saber, el del sabio. En sus diálogos Platón condujo al sabio hasta el umbral del drama; y, en Fedón, al umbral de una representación de la Pasión. En efecto, el Cristo medieval, que –como vemos en los Padres de la Iglesia– representaba al sabio, es el héroe no trágico por excelencia. Pero en el drama profano de Occidente no ha cesado la búsqueda del héroe no trágico. Y a menudo, en discrepancia con sus teóricos, este drama se ha ido separando de la figura auténtica de lo trágico, que es la tragedia griega.
La fuerza expresiva del lenguaje heroico se basa en que no sustituye a la prosaica, sino que dinamita la mudez.
Tal como lo fuera para Vico, para Jochmann la imagen de los dioses y de los héroes de los primeros tiempos no fue un invento de estafadores sacerdotes, ni la leyenda de unos conquistadores ávidos de poder y de dominio, sino que esas imágenes fueron las primeras en que la humanidad expresó su propia naturaleza.
La individualidad en cuanto tal toma perfil heroico cuanto con más fuerza entra la masa al interior del campo de visión. Y éste es el origen de la concepción del héroe en Baudelaire. [...] El libre mercado hace crecer sin tregua dichas masas hasta incalculables multitudes, y eso sucede en tanto, en adelante, cada determinada mercancía va a reunir en torno a sí a la masa de sus compradores. Actualmente, los Estados totalitarios han tomado esta masa por modelo. La hoy llamada «comunidad del pueblo» busca extirpar del individuo singular todo cuanto pueda interponerse con su fusión sin resto dentro de la masa de clientes. El único oponente inconciliable respecto del Estado, que en tan ardiente intento representa al capital monopolista, es el proletariado revolucionario. Éste destruye la apariencia de la masa con la realidad que se concreta, socialmente, en su clase.