Traducción española de Jorge Navarro Pérez en Obras, II, 1, pp. 137-140, Madrid, Abada, 2007
El tiempo de la historia es infinito, pero lo es en cada dirección y está sin consumar en cada instante. Es decir: no es lícito pensar que un acontecimiento de carácter empírico tenga por fuerza una relación de carácter forzoso y necesario con la situación temporal en que sucede. En efecto, para el acontecer empírico, el tiempo sólo es forma, y algo que es aún más importante: forma sin consumar en cuanto tal.
Obras II, 1, p. 138
En cuanto respecta al tiempo mecánico, es aquí preciso señalar que la fuerza determinante de la forma histórica del tiempo no puede ser captada plenamente por ningún tipo de acontecimiento empírico, ni se recoge tampoco plenamente en ningún acontecimiento empírico concreto. Ese perfecto acontecimiento desde el punto de vista de la historia viene a ser más bien algo que se halla empíricamente indeterminado, es decir, una idea.
Obras II, 1, p. 138
La idea del tiempo consumado es justamente aquello que en la Biblia, en cuanto idea histórica dominante en ella, es el tiempo mesiánico.
Obras II, 1, p. 138
El tiempo trágico es al tiempo mesiánico lo que el tiempo consumado individualmente al tiempo divinamente consumado.
Obras II, 1, p. 138
En la tragedia antigua, el héroe muere porque en el tiempo consumado no hay nadie que sea capaz de vivir. El héroe muere de inmortalidad.
Obras II, 1, p. 138
El significado del tiempo consumado en el destino trágico sale a la luz en los momentos destacados de pasividad: a saber, en el acto de la decisión trágica, en el momento retardador, en la catástrofe.
Obras II, 1, p. 139
La medida trágica de Shakespeare se basa en la grandeza con que distingue y precisa los diversos estadios de la tragicidad en su condición de repeticiones de un tema. Por el contrario, la tragedia antigua muestra por su parte un incremento que se hace más formidable cada vez de las fuerzas trágicas. Los antiguos conocen el destino trágico; Shakespeare el héroe trágico, la acción trágica.
Obras II, 1, p. 139
Quizá iba Hebbel por el buen camino al entender la individuación en calidad de culpa primigenia.
Obras II, 1, p. 139