mudez
Así, en la tragedia, el pagano comprende que es mejor que sus dioses, y justamente tal conocimiento lo deja enmudecido, sin palabras.
El ‘orden moral del mundo’ no queda restablecido [en la tragedia], sino que, en su seno, el hombre moral quiere enderezarse, todavía mudo e infantil (y como tal se le llama ‘héroe’), en el temblor del mundo atormentado. La paradoja que constituye el nacimiento del genio en el silencio moral, en la que aún es infantilidad moral, es pues lo sublime en la tragedia. Probablemente ésa sea la razón de lo sublime en tanto tal, donde el genio aparece antes que Dios.