Reflejar la realidad no puede ser el contenido del arte, pero esto no impide que sea expresión válida del esfuerzo empeñado por los grandes poetas. Dicho reflejo es el comportamiento particular del poeta épico. Desplegar el plan natural en toda su amplitud es propio de él, igual que es propio para el dramaturgo hacer un corte en la estructura del acontecer, y es propia del lírico la infinita concentración de la existencia.
No tenemos tiempo de vivir los verdaderos dramas de la existencia que a cada uno está determinada. Eso es lo que nos hace envejecer […]. Las arrugas del rostro son las huellas de las grandes pasiones, de los vicios, de los conocimientos que nos visitaron cuando nosotros no estábamos en casa.
Galy Gay es justamente un sabio. Ya Platón comprendió lo que es el carácter no dramático que representa el hombre superior, a saber, el del sabio. En sus diálogos Platón condujo al sabio hasta el umbral del drama; y, en Fedón, al umbral de una representación de la Pasión. En efecto, el Cristo medieval, que –como vemos en los Padres de la Iglesia– representaba al sabio, es el héroe no trágico por excelencia. Pero en el drama profano de Occidente no ha cesado la búsqueda del héroe no trágico. Y a menudo, en discrepancia con sus teóricos, este drama se ha ido separando de la figura auténtica de lo trágico, que es la tragedia griega.