Traducción española de Jorge Navarro Pérez en Obras, II, 1, pp. 288-300, Madrid, Abada, 2007
«Una ciudad poblada de personas frívolas o injustas puede sobrevivir a lo largo del tiempo», mientras «tres justos no pueden vivir sin pelearse bajo el mismo techo».
Obras II, 1, p. 293
En la secreta ciencia del poeta épico –el único que hace la felicidad comunicable– cada pequeño trozo de mundo observado viene a pesar tanto como el resto de todo lo real.
Obras II, 1, p. 293
Con las experiencias de la humanidad –y la Antigüedad es una de ellas– sucede lo mismo que con las experiencias del individuo. Su ley formal es una ley de encogimiento; su laconismo no es sagacidad, sino la sequedad del fruto viejo, del viejo rostro humano.
Obras II, 1, p. 294
Reflejar la realidad no puede ser el contenido del arte, pero esto no impide que sea expresión válida del esfuerzo empeñado por los grandes poetas. Dicho reflejo es el comportamiento particular del poeta épico. Desplegar el plan natural en toda su amplitud es propio de él, igual que es propio para el dramaturgo hacer un corte en la estructura del acontecer, y es propia del lírico la infinita concentración de la existencia.
Obras II, 1, p. 296