Hasta llegar [los surrealistas] nadie se había dado cuenta todavía de que la miseria, no sólo social, sino también miseria arquitectónica, o la miseria propia del intérieur, con las cosas esclavizadas y esclavizantes, se transforman en nihilismo revolucionario.
Quien no quiere entrar en contacto con el día, ya sea por miedo a los seres humanos o en beneficio del recogimiento en su interior, no come nada y desprecia el desayuno. De este modo evita la fractura entre el mundo de la noche y el mundo del día.
El interior burgués […] del XIX, con sus aparadores gigantescos y repletos de tallas, los rincones oscuros donde hay una palmera, el mirador cerrado, atrincherado, por detrás de la balaustrada y los largos pasillos con la llama de gas siempre cantando, es una vivienda solamente adecuada a un cadáver.
La imagen interior de nuestro ser que llevamos dentro de nosotros es improvisación pura y directa, y lo es a cada momento. Depende de las máscaras que se le van presentando, una tras otra. El mundo es el arsenal de dichas máscaras.
La información tiene un interés exclusivamente en el instante en que del todo es nueva. Ella vive tan sólo en ese instante, se entrega a él por completo y se explica sin pérdida de tiempo. Por el contrario, la narración nunca se entrega. Centra sus fuerzas en el interior, y así, mucho después, aún sigue siendo capaz de desplegarse.
Lo que en el maestro muere con la creación ya consumada es en él esa parte en que la creación fue concebida. Mas la consumación de cualquier obra –y esto nos conduce de inmediato hasta el otro lado del proceso– nunca es algo muerto. Y no es accesible desde afuera; por eso, el pulir y corregir no sirve aquí de nada. La consumación tiene lugar al interior de la propia obra. También aquí se habla, aún una vez más, de nacimiento: en su consumación la creación da de nuevo a luz al creador.
La masa no desea que la ‘instruyan’, y así sólo puede recibir y acoger el conocimiento con el pequeño shock que, al producirse, enclava lo vivido en su interior. Su formación es una serie de catástrofes que la van sorprendiendo [como] en la oscura tienda de una feria.
La interioridad es por lo tanto prisión histórica del hombre prehistórico.
Theodor Wiesengrund Adorno. Kierkegaard, Tubinga, 1933, p. 68. Cit. en Obra de los pasajes, I 3, 6
Theodor Wiesengrund Adorno. Kierkegaard, Tubinga, 1933, p. 46-48. Cit. en Obra de los pasajes, I 3, a
El burgués que trepó con Luis Felipe puso todo su empeño en hacer de la naturaleza un interior.
Debe existir interdependencia entre la restricción del espacio habitable y la creciente fragmentación del interior.
La calle: habitación del colectivo. Y éste es un ser eternamente inquieto, eternamente puesto en movimiento, que, yendo entre los muros de las casas, vive, conoce, idea, experimenta, a la manera de los individuos cuando están al resguardo de sus cuatro paredes. [...] De ese modo, el pasaje es el lugar en el cual la calle se presenta precisamente en tanto que interior, amueblado, habitado, por las masas.
La figura de cera en calidad de maniquí de la historia. En el gabinete de figuras de cera, el pasado se encuentra exactamente en ese estado de agregación que vive en el interieur la lejanía.