calle

La calle: habitación del colectivo. Y éste es un ser eternamente inquieto, eternamente puesto en movimiento, que, yendo entre los muros de las casas, vive, conoce, idea, experimenta, a la manera de los individuos cuando están al resguardo de sus cuatro paredes. [...] De ese modo, el pasaje es el lugar en el cual la calle se presenta precisamente en tanto que interior, amueblado, habitado, por las masas.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, M 3 a, 4

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En el intento de entender la ‘calle’, sin duda es necesario perfilarla a partir del ‘camino’, que es más antiguo, siendo ambos del todo diferentes en su naturaleza mitológica. Camino lleva en sí incluido el miedo a seguir el rumbo equivocado. Sobre los guías de los pueblos nómadas debió manifestarse ese reflejo. Entre los giros inesperados del camino y en cada una de sus encrucijadas aún siente el caminante solitario la influencia de los viejos signos sobre la errancia de las hordas nómadas. Mas quien hoy avanza por la calle no espía en apariencia ningún signo ni ninguna mano indicadora. El hombre ya no cae en el error por arrastrar un rumbo equivocado, sino que se somete por entero al monótono embrujo que le infunde una banda de asfalto interminable. La síntesis producto de ambos miedos –el monótono rumbo equivocado– se representa en el laberinto.

Obra de los pasajes

Obra de los Pasajes, P 2, 1

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La ciudad hizo que todas las palabras [...] o buena parte de ellas por lo menos, se vieran en sí mismas elevadas a la nobleza del nombre, revolución del lenguaje producida por lo común a todos, por la calle. La ciudad es un cosmos de lenguaje conformado en los nombres de sus calles.

Obra de los pasajes

Obra de los Pasajes, P 3, 5

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