El interior burgués […] del XIX, con sus aparadores gigantescos y repletos de tallas, los rincones oscuros donde hay una palmera, el mirador cerrado, atrincherado, por detrás de la balaustrada y los largos pasillos con la llama de gas siempre cantando, es una vivienda solamente adecuada a un cadáver.
La burguesía sólo tiene un método para dar solución, a su manera, a la situación de la vivienda; resolverla siempre de tal modo que la solución vuelva a crear el problema de nuevo, una vez más. ‘Haussmann’ es el nombre de ese método.
Friedrich Engels. Sobre el problema de la vivienda, 1872. Cit. en Obra de los pasajes, E 12, 1
Lo más difícil en cuanto al habitar: de una parte, reconocer en ello lo primitivo –y quizá lo eterno–, la imagen misma del estar humano en el seno del útero materno; de otra, al margen del motivo primigenio, entenderlo en su forma más extrema como posición del existir en el seno del siglo diecinueve. La forma ‘original’ del habitar no es el estarse en casa, sino el estar dentro de una funda. Pero una que lleva las huellas que ha dejado su inquilino. En último extremo, la vivienda se convierte en funda. El diecinueve fue un siglo más ansioso de aquel habitar que ningún otro. [...] Con su porosidad y su transparencia, siempre luminoso y ventilado, el veinte ha dado fin al habitar en el viejo sentido de este término. [...] El Jugendstil conmovió profundamente el habitar resguardado, como funda. Hoy, que se ha esfumado por completo, lo que nos resta en tanto que habitar se ha visto reducido casi al mínimo: los vivos, con el hotel y la pensión, y los muertos con los crematorios.
La desatada especulación [...] que hoy va aminorando, año tras año, la altura de los pisos, mientras reduce toda una vivienda al espacio antes ocupado por lo que era el salón, y que ha declarado una guerra a muerte a los jardines, va a tener un efecto inevitable sobre las costumbres parisinas; pronto nos veremos obligados a vivir más fuera de las casas que no a habitar en su interior.
Balzac. Les petits bourgeois, en Ernst Robert Curtius, Balzac, Bonn, 1923, p. 28. Cit. en Obra de los pasajes, I 6, 4