Hasta cierto punto, la rutina mitigó la tendencia destructiva de la alegoría, su subrayado de lo fragmentario en la obra de arte.
Ha de exigirse del investigador abandonar una actitud serena, la típica actitud contemplativa, al ponerse enfrente del objeto; tomando así conciencia de la constelación crítica en la cual este preciso fragmento del pasado encuentra justamente a este presente.
Esa problemática construcción propia de la filosofía de la religión que se viene aplicando a los textos de Kafka ha hecho de la montaña del castillo finalmente la sede de la gracia. Pues bien, el hecho de que dichos libros hayan quedado así inacabados, es la auténtica obra de la gracia en ellos. Así también el hecho de que la ley no se manifieste en ningún pasaje de los textos de Kafka es plasmación de la gracia en el fragmento.
Quizá es posible concretar así el secreto motivo que subyace al coleccionismo: abre el combate con la dispersión. Al gran coleccionista le perturba de modo por completo originario la dispersión y el caos en que se halla toda cosa en el mundo. [...] El alegórico en cambio representa el polo opuesto del coleccionista. Ha renunciado a iluminar las cosas con el empleo de la investigación de sus afinidades o su esencia. Así que las desliga de su entorno, mientras que deja [...] a su melancolía iluminar su significado. El coleccionista, por su parte, liga aquello en que ve correspondencia; así puede alcanzar una enseñanza sobre las cosas por sus afinidades o su sucesión en cuanto al tiempo. [...] En lo que atañe al coleccionista, su colección jamás está completa, y aunque le falte una sola pieza, lo coleccionado permanece como mero fragmento, como desde siempre son las cosas en cuanto hace a la alegoría.
El soñador cuya mirada estremecida cae sobre el fragmento que sostiene en su mano viene a transformarse en alegórico.
Subordinar los significados a las distintas piezas de la obra, es decir, a las partes; procedimiento clave del barroco con el cual no tanto se divide un todo cuanto el proceso de su producción. Los emblemas barrocos se dejan comprender como productos que se encuentran a medio fabricar, que de ser las etapas propias de un proceso productivo se han ido a convertir en monumentos del proceso de una destrucción.