Traducción española de Alfredo Brotons Muñoz en Obras, I, 2, pp. 261-302, Madrid, Abada, 2008
El curso de la historia, representado bajo el concepto de catástrofe, no puede reclamar del pensador más que el caleidoscopio en las manos de un niño, que a cada giro destruye lo ordenado para crear así un orden nuevo. La imagen tiene fundamentados sus derechos; los conceptos de los que dominan han sido desde siempre los espejos gracias a los cuales ha nacido la imagen de un ‘orden’.
Obras I, 2, p. 266
Para el spleen el sepultado viene a ser el sujeto trascendental de la conciencia histórica.
Obras I, 2, p. 268
El spleen interpone varios siglos entre el instante presente y el que se acaba de vivir. Él es el incansable productor de lo ‘antiguo’.
Obras I, 2, p. 268
La neurosis produce el artículo de masas en el seno de la economía psíquica, donde adopta la forma de la idea obsesiva. En la esfera doméstica del neurótico aparece en innumerables ejemplares como lo siempre igual. Y, a la inversa, la idea de eterno retorno tiene en Blanqui la forma de una idea obsesiva.
Obras I, 2, p. 269
La idea del eterno retorno hace del acontecimiento histórico un artículo de masas.
Obras I, 2, p. 269
En la Via Dolorosa del melancólico las alegorías son las estaciones.
Obras I, 2, p. 270
La impotencia es la base de la Via Dolorosa de la sexualidad masculina.
Obras I, 2, p. 270
La sensibilidad es sufriente por naturaleza. Y si su suprema concreción […] la experimenta en el erotismo, su consumación más absoluta, que coincide con su transfiguración, tiene que encontrarla en la Pasión.
Obras I, 2, p. 273
Aquello a lo que afecta la intención alegórica es separado de los contextos de la vida: y con ello es, al tiempo, tan destruido como conservado. La alegoría se aferra a las ruinas, ofreciendo la imagen de la inquietud coagulada.
Obras I, 2, p. 273
Obras I, 2, p. 275
Con los nuevos procedimientos de producción, que conducen a hacer imitaciones, se sedimenta la apariencia en las mercancías.
Obras I, 2, p. 275
Para los hombres como son actualmente no hay sino una novedad radical, y además ésa es siempre la misma: la muerte.
Obras I, 2, p. 275
El laberinto es patria del que vacila. El camino de aquel a quien espanta el auténtico logro de la meta trazará fácilmente un laberinto. Así hace el instinto en los episodios que preceden a su satisfacción. Pero así hace también la humanidad (la clase) que no quiere saber qué va a ser de ella.
Obras I, 2, p. 276
El entorno objetual del hombre asume con menos contemplaciones cada vez la expresión de la mercancía. Y, simultáneamente, la publicidad tiende a disimular el carácter de mercancía de las cosas. A la engañosa transfiguración del mundo propio de las mercancías se opone su distorsión en lo alegórico. La mercancía trata de mirarse a sí misma a la cara, y su humanización la celebra en la puta.
Obras I, 2, p. 278
La transfiguración de la esterilidad es el motivo fundamental del Jugendstil. Al cuerpo se lo dibuja preferentemente en las formas que preceden a la madurez sexual. Esta idea se ha de vincular con la interpretación regresiva de la técnica.
Obras I, 2, p. 279
Obras I, 2, p. 280
Lo fundamental para el dialéctico es tener en las velas el viento de la historia. Para él pensar significa: izar las velas. Cómo se icen, eso es lo importante. Para él las palabras son sólo las velas. El cómo se icen las convierte en concepto.
Obras I, 2, p. 282
En Les fleurs du mal no hay el más leve esbozo de descripción de la ciudad de París. Sólo eso bastaría para distinguirlas decisivamente de la lírica posterior ‘de la metrópoli’. Baudelaire habla en medio del rugido de la gran ciudad como uno que hablara entre el oleaje, y su discurso es claro en la medida en que es perceptible. Mas a él se mezcla algo que lo daña, y prosigue mezclado a ese rugir que lo lleva más lejos y le otorga su oscura significación.
Obras I, 2, p. 283
La heroica actitud de Baudelaire podría estar íntimamente emparentada con aquella de Nietzsche. Si Baudelaire se aferra al catolicismo, su experiencia del universo está subordinada exactamente a la experiencia que Nietzsche resumió cuando dijo: Dios ha muerto.
Obras I, 2, p. 284
Obras I, 2, p. 285
La rememoración complementa la ‘vivencia’. En ella se precipita la creciente autoalienación del hombre, que hace inventario de todo su pasado como capital ya sin valor. La reliquia procede del cadáver, rememoración de la experiencia ya difunta que, eufemísticamente, se llama vivencia.
Obras I, 2, p. 290
Obras I, 2, p. 290