La imagen dialéctica es relampagueante. En cuanto imagen que relampaguea en el ahora de lo recognoscible, se ha de retener la de lo sido [...]. Mas la salvación que de este modo, y sólo de este modo, se consuma, sólo puede ganarse sobre la percepción de lo perdido. De lo perdido insalvablemente.
De manera que apenas es posible caracterizar de forma unívoca el curso del mundo […]. ¿Está determinado por la historia de la salvación o por la historia de la naturaleza? Lo único seguro es que el curso del mundo está fuera de todas las categorías históricas.
Como la relativa estabilización de los años anteriores a la guerra le fue favorable, el burgués piensa que cualquier estado que lo desposea ha de ser inestable como tal. Pero una situación estable no tiene por sí misma por qué ser agradable, y ya antes de la guerra había capas para las que la situación estabilizada era la miseria estabilizada. La decadencia no es menos estable ni prodigiosa que el auge, y sólo un cálculo que admita ver en la decadencia la única ratio de la situación actual podrá salir del asombro enervador ante lo que se repite cada día y entenderá los fenómenos de decadencia como lo verdaderamente estable, incluso como la única salvación, más aún como algo extraordinario que linda con lo milagroso e incomprensible. […] De manera que el único remedio, en espera de que llegue el asalto final, es volver la mirada a lo extraordinario, lo único que todavía nos puede salvar.