La imagen dialéctica es relampagueante. En cuanto imagen que relampaguea en el ahora de lo recognoscible, se ha de retener la de lo sido [...]. Mas la salvación que de este modo, y sólo de este modo, se consuma, sólo puede ganarse sobre la percepción de lo perdido. De lo perdido insalvablemente.
Nada de lo que haya acontecido se ha de dar para la historia por perdido. Por supuesto que sólo a la humanidad redimida le incumbe enteramente su pasado. Cosa que significa que sólo para esa humanidad redimida se ha hecho convocable su pasado en todos y cada uno de sus momentos. Y es que cada uno de sus instantes vividos se convierte en una citation à l’ordre du jour: ése día que es el del Juicio Final, precisamente.
Es admirable la sabiduría con la que Jochmann medía sus palabras y cómo [...] se conformará con plantear suave e insistente la pregunta de si acertamos al «considerar como perdido todo lo pasado e insustituible e insustituido todo lo que damos por perdido».
Nosotros escuchamos las palabras de Jochmann: «No todo lo pasado está perdido». (No necesitamos hacerlo de nuevo) «No todo lo perdido se ha quedado sin sustitución». (Muchas cosas se han ido integrando en distintas formas superiores) Y «no todo lo insustituido es como tal insustituible». (Muchas cosas útiles antaño nos resultan inútiles ahora).