ruina

Aquello a lo que afecta la intención alegórica es separado de los contextos de la vida: y con ello es, al tiempo, tan destruido como conservado. La alegoría se aferra a las ruinas, ofreciendo la imagen de la inquietud coagulada.

Parque Central

Obras I, 2, p. 273

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Hay un cuadro de Klee llamado Angelus Novus. En ese cuadro se representa a un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que está mirando fijamente. Los ojos se le ven desorbitados, la boca abierta y las alas desplegadas. Este aspecto tendrá el ángel de la historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona ruina tras ruina y las va arrojando ante sus pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el Paraíso, la tempestad se enreda entre sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede cerrarlas. La tempestad lo empuja, inconteniblemente, hacia el futuro, al cual vuelve la espalda, mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 310

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Parece que, por momentos, Baudelaire hubiera ya captado ciertos rasgos de esta inhumanidad aún por venir. En Cohetes se lee: «El mundo va a acabarse ... Pido simplemente a todo hombre que piense que muestre qué subsiste de la vida ... No es en especial por las instituciones políticas como se vendrá a manifestar por cierto la ruina universal ..., sino por la vileza a que llegarán los corazones. ¿Es preciso que diga que lo poco que quedará de lo político se debatirá entre la opresión de una animalidad ya general, y que los gobernantes se van a ver forzados, para mantenerse y proyectar un fantasma de orden, a recurrir a medios que harían estremecer nuestra humanidad de hoy, sin embargo ya tan endurecida? ... Esos tiempos están quizá muy próximos; ¿quién sabe si no han llegado ya, y si el pesado espesamiento de la que es nuestra naturaleza no es el único obstáculo que impide que apreciemos ese medio en el cual respiramos?».
Hoy no estamos ya mal situados para convenir en la justeza que muestran estas frases, y es muy posible incluso el que aún se hagan más siniestras. Quizá la condición de la clarividencia de que nos dan prueba esas palabras era menos un don de observador que aquella destreza que ha de poseer el solitario en el seno de las multitudes. ¿Es audaz en exceso pretender que son aquellas mismas multitudes las que ahora van siendo modeladas por las manos de los dictadores?

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Los refranes son ruinas que se encuentran ocupando los lugares de las viejas historias; ahí, como la hiedra que se adhiere a un muro, una moraleja se enreda en un gesto.

El narrador

Obras II, 2, p. 67

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El carácter destructivo no percibe nada duradero. Justamente por esto va encontrando caminos por doquier. Allí donde otros chocan con enormes murallas o montañas, él descubre un camino. […] No puede saber un sólo instante qué le podrá traer el que le sigue. Él convierte en ruinas lo existente, pero no lo hace a causa de las propias ruinas, sino sólo a causa del camino que se extiende por ellas.

Imágenes que piensan

Obras IV, 1, p. 347.

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El 200 d. C., cuando los lugares de culto y otros muchos de sus monumentos ya se empezaban a caer, escribió Pausanias su topografía de Grecia.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, C 1, 5

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Las ruinas de la iglesia y la nobleza, las del feudalismo y la Edad Media, son ruinas sublimes que llenan aún hoy de admiración a los asombrados vencedores; pero las ruinas de la burguesía serán sólo un innoble detritus conformado en cartón piedra, con escayolas y con colorines.

Obra de los pasajes

Balzac. Le diable à Paris, París, 1845 II, p. 18. Cit. en Obra de los pasajes, C 2 a, 8

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Altas murallas rayadas con orín por tubos de derribadas chimeneas, descubren, como se ve en la sección de un típico plano arquitectónico, el misterio de las distribuciones interiores. [...] Es un espectáculo curioso ver las casas abiertas con sus suelos colgando del abismo, donde el papel pintado de colores brillantes o con flores aún marca la forma de los cuartos, cuyas fragmentarias escaleras no conducen ya a parte alguna; con cavas reveladas a la luz, con extraños escombros y ruinas violentas; salvo por su tono ennegrecido, uno casi creería contemplar esos derrumbados edificios y arquitecturas siempre inhabitables que Piranesi, con buril enfebrecido, nos fue esbozando en sus aguafuertes.

Obra de los pasajes

Théophile Gautier. Mosaïque de ruines, París, 1856, pp. 38-39. Cit. en Obra de los pasajes, C 7, 1

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Ya no sé volver a la salida. Desciendo, luego subo. Y hago un giro. Laberinto. No pude salir nunca. Y ahora habito para siempre en el interior de un edificio que sin duda va a derrumbarse, víctima de una secreta enfermedad.

Obra de los pasajes

Nadar. Charles Baudelaire intime, París, 1911, pp. 136-137. Cit. en Obra de los pasajes, J 44, 3

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Eso a lo que afecta la intención alegórica queda separado por entero de las relaciones de la vida, siendo así destruido y conservado. La alegoría se aferra a las ruinas. El impulso destructivo en Baudelaire no se encuentra nunca interesado en abolir lo que se desmorona.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, J 56, 1

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La alegoría ve que la existencia se encuentra dispuesta bajo el signo de la destrucción y la ruina, y lo mismo sucede con el arte. En efecto, el arte por el arte instituye el reino de lo artístico al exterior del existir profano, estando inscrita en ambos la renuncia a aquella idea de totalidad armónica en la que [...] tanto el arte como lo que es la propia existencia profana se compenetrarían mutuamente.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, J 56 a, 6

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La experiencia de la alegoría, que se aferra siempre a las ruinas, es la de un eterno caducar.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, J 67, 4

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