multitud
Si existiese esa alma de la mercancía de la que en broma habla a veces Marx, debería ser la más empática que se haya visto en el reino de las almas, pues tendría que ver en cada cual a ese comprador a cuya mano y cuya casa tiene que amoldarse. Pues la empatía es el tipo de ebriedad a que el flâneur se entrega en el seno de la multitud.
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«Perdido en las fealdades de este mundo y atrapado por las multitudes, soy un hombre causado cuyo ojo no alcanza a ver, en la hondura de los años, sino inquietudes y amarguras, viendo ante mí tan sólo un huracán en el que nada nuevo se contiene, vacío de dolor y de enseñanzas».

Sobre algunos motivos en Baudelaire

Charles Baudelaire, Œuvres, París, 1931-32, p. 641. Cit. en W. Benjamin, Obras I, 2, pp. 258-259

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Parece que, por momentos, Baudelaire hubiera ya captado ciertos rasgos de esta inhumanidad aún por venir. En Cohetes se lee: «El mundo va a acabarse ... Pido simplemente a todo hombre que piense que muestre qué subsiste de la vida ... No es en especial por las instituciones políticas como se vendrá a manifestar por cierto la ruina universal ..., sino por la vileza a que llegarán los corazones. ¿Es preciso que diga que lo poco que quedará de lo político se debatirá entre la opresión de una animalidad ya general, y que los gobernantes se van a ver forzados, para mantenerse y proyectar un fantasma de orden, a recurrir a medios que harían estremecer nuestra humanidad de hoy, sin embargo ya tan endurecida? ... Esos tiempos están quizá muy próximos; ¿quién sabe si no han llegado ya, y si el pesado espesamiento de la que es nuestra naturaleza no es el único obstáculo que impide que apreciemos ese medio en el cual respiramos?».
Hoy no estamos ya mal situados para convenir en la justeza que muestran estas frases, y es muy posible incluso el que aún se hagan más siniestras. Quizá la condición de la clarividencia de que nos dan prueba esas palabras era menos un don de observador que aquella destreza que ha de poseer el solitario en el seno de las multitudes. ¿Es audaz en exceso pretender que son aquellas mismas multitudes las que ahora van siendo modeladas por las manos de los dictadores?

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En aquellos días lamentables surgió una industria nueva que contribuye no poco a confirmar a la idiotez en su convicción [...] de que el arte no es ni puede ser otra cosa que la reproducción mera y exacta de lo que es la naturaleza. [...] Algún dios vengativo escuchó las plegarias que le elevaba una multitud. Daguerre fue sin duda su mesías.

Pequeña historia de la fotografía

Charles Baudelaire, Salon de 1859, en Oeuvres complètes, París, 1961. Cit. en Obras II, 1, p. 402

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Si se permite que la fotografía supla al arte en algunas de las que han sido sus funciones, la alianza estrecha y natural que la fotografía va a encontrar en la estupidez de la multitud expulsará y corromperá al arte enteramente.

Pequeña historia de la fotografía

Charles Baudelaire, Salon de 1859, en Oeuvres complètes, París, 1961. Cit. en Obras II, 1, p. 402

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Mayores ventas con márgenes menores fue el nuevo principio correspondiente a la multitud de compradores y la gran masa de las mercancías.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, A 12, 1

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Por la misma época [hacia 1840, Victor Hugo] se va dando cuenta de que si el hombre es sin duda el animal solitario, el solitario auténtico es el hombre de la multitud.

Obra de los pasajes

Gabriel Bounoure. «Abîmes de Victor Hugo», Mesures, 15 de julio de 1936. Cit. en Obra de los pasajes, J 22 a, 3

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«El placer de encontrarse sumergido entre las multitudes es expresión secreta y misteriosa del goce que la multiplicación del número produce [...]. El número está en todo [...]. La embriaguez es un número... Embriaguez religiosa de las grandes ciudades». ¡Depotenciación del ser humano!

Obra de los pasajes

Baudelaire. Œuvres, ed. Le Dantec, vol. II, pp. 626-27. Cit. en Obra de los pasajes, J 34 a, 3

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El profeta busca soledad. Va al desierto a pensar, ¿en qué? En las multitudes.

Obra de los pasajes

Hugo. William Shakespeare, 2ª parte, libro VI. Cit. en Obra de los pasajes, J 35, 7

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La ‘multitud’ es el velo que al flâneur sirve para ocultarle la visión de la ‘masa’.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, J 59, 2

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La multitud, como aparece en Poe –con movimientos atropellados e intermitentes–, se describe con todo realismo. Su descripción contiene, a favor suyo, una verdad más alta. Estos particulares movimientos son menos movimientos de la gente que avanza así tras sus negocios, que los movimientos de las máquinas que de ellos se sirven. Con la mirada vuelta a lo lejano, Poe parece haber ido adaptando de ese modo su ritmo a sus gestos y a sus reacciones. Pero el flâneur no comparte esta actitud. Más bien parece que se desconecta; su ir sereno sería no otra cosa que protesta inconsciente contra el tempo del proceso productivo.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, J 60 a, 6

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En la apariencia de una multitud agitada y animada por sí misma, sacia el flâneur su ansia por lo nuevo. Y es que, de hecho, este colectivo no es en realidad sino apariencia. La ‘multitud’ en que el flâneur va a deleitarse es ese molde en que, setenta años más tarde, eso que llaman ‘comunidad del pueblo’ se va a ver, como tal, configurada.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, J 66, 1

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Dialéctica del flâneur: por una parte, el hombre que se siente observado por todo y por todos, lo que es como decir: el sospechoso; de otra, el inencontrable y escondido. Supuestamente es esa dialéctica la de El hombre de la multitud.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, M 2, 8

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El insensible aislamiento de cada uno de los individuos centrados sólo en torno a sus intereses privados, se manifiesta más crudo y repugnante cuando más se los fuerza a concentrarse en un pequeño espacio; y por más que sepamos que dicho miope egoísmo y aislamiento es ahora el principio universal donde se constituye el fundamento de la actual sociedad, éste nunca aparece con tanta claridad y desvergüenza y tan autoconsciente como aquí, entre la muchedumbre ciudadana.

Obra de los pasajes

Friedrich Engels. Die Lage der arbeitenden Klasse in England, Leipzig, 1848, pp. 36-37. Cit. en Obra de los pasajes, M 5 a, 1

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No confundamos al flâneur con el mirón: [...] el flâneur... está siempre en [...] posesión de su individualidad, mientras la del mirón desaparece, al contrario, al quedar absorbida por el mundo exterior [...] que lo hace exaltarse, embriagado, hasta el éxtasis. Bajo la presión del espectáculo el mirón se hace un ser impersonal; ya no es un hombre: es público, es decir, muchedumbre.

Obra de los pasajes

Victor Fournel. Ce qu’on voit dans les rues de Paris, París 1858, p. 263. Cit. en Obra de los pasajes, M 6, 5

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En lo que hace a El hombre de la multitud, Bulwer justifica su descripción de la multitud metropolitana [...] al remitirse a una observación de Goethe de acuerdo con la cual tanto el mejor como el más miserable de los hombres guarda un secreto en su interior que, si fuera públicamente conocido, lo haría ser odioso para todos.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, M 12 a, 3

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Temprana descripción [...] de la multitud en Poe: «Otros, de un tipo más numeroso todavía, se mostraban inquietos en sus movimientos y, con rostros sanguíneos y encendidos, hablaban solos y gesticulaban, como si sintieran estar solos por el hecho mismo de la innumerable multitud que los rodeaba».

Obra de los pasajes

Poe. Nouvelles histoires extraordinaires, traducción de Baudelaire, París, 1886, p. 89. Cit en Obra de los pasajes, M 15 a, 2

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Detrás de mí sentía el fluir y trotar inacabable de todo ese pueblo invisible de ciegos eternamente arrastrados por el objeto inmediato de su vida. Me parecía que esa multitud no estaba hecha de seres singulares, cada uno cargado con su historia, su dios único, sus tesoros y sus taras, con su monólogo y con su destino; así iba formando, sin saberlo, [...] un fluir de granos enteramente idénticos, [...] aspirados por no sé qué vacío [...]. Nunca he sentido tanta soledad, mezclada con orgullo y con angustia.

Obra de los pasajes

Paul Valéry. Choses tues, París, 1930, pp. 122-124. Cit. en Obra de los pasajes, M 20, 2

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El amor –y, por lo tanto, el miedo– al confrontarnos con la multitud es uno de los móviles más fuertes en todos los hombres, sea porque quieran complacer a los otros [...] o por mostrarles cuánto los desprecian.

Obra de los pasajes

Marcel Proust. À la recherche du temps perdu, París, voil. III, p. 36. Cit. en Obra de los pasajes, M 21, 1

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