Pequeña historia de la fotografía

Traducción española de Jorge Navarro Pérez en Obras, II, 1, pp. 377-402, Madrid, Abada, 2007

«Pretender fijar fugaces reflejos no es sólo imposible, como ha demostrado una investigación alemana rigurosa, sino que el simple deseo de así hacerlo ya es una blasfemia. Porque el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios mismo, y la imagen de Dios no puede fijarla una máquina humana. Como mucho, el artista, cuando está inspirado por el cielo, puede atreverse a reproducir los rasgos divino-humanos en su instante de mayor intensidad, y ello por orden superior del genio, pero sin ayuda de máquina alguna». [En este texto del Leipziger Anzeiger, de mediados del siglo XIX] vemos manifestarse claramente, con todo el peso de su grosería, el concepto más banal de ‘arte’, al que cualquier consideración técnica es ajena, y que ha comprendido claramente que la provocadora aparición de la nueva técnica sin duda representa su final. No obstante lo cual, es con este concepto, fetichista y antitécnico, de arte con el que los teóricos de la fotografía han ido trabajando durante casi cien años, claro que sin llegar a ningún resultado. Pues lo que han hecho ha sido acreditar al fotógrafo ante el tribunal que él destruía.

Pequeña historia de la fotografía

Obras II, 1, p. 380

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Cuando los inventores de un nuevo instrumento lo aplican a la observación de la naturaleza, nada es lo que ellos quisieron crear en comparación con los descubrimientos sucesivos cuyo origen es el instrumento.

Pequeña historia de la fotografía

Geoges Potonniée, Histoire de la découverte de la photographie –frase puesta en boca de Arago–. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 1, p. 381

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La diferencia entre la técnica y la magia no es sino una variable histórica.

Pequeña historia de la fotografía

Obras II, 1, p. 383

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Pero, ¿qué es el aura? El entretejerse siempre extraño del espacio y el tiempo; la aparición irrepetible de una lejanía, por más cerca que ésta pueda hallarse.

Pequeña historia de la fotografía

Obras II, 1, p. 394

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Quitarle al objeto su envoltura, demoler el aura, es signatura de una percepción cuya sensibilidad para lo homogéneo crece tanto en el mundo que, a través de la reproducción, lo localiza hasta en lo irrepetible.

Pequeña historia de la fotografía

Obras II, 1, p. 394

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Es por cierto bien característico el que el debate se haya encarnizado en cuanto se trata de la estética de la ‘fotografía como arte’, mientras en cambio apenas se repara en el hecho social –que sin duda es menos problemático– del ‘arte en tanto que fotografía’.

Pequeña historia de la fotografía

Obras II, 1, p. 398

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«Las posibilidades creativas de lo nuevo suelen ser descubiertas lentamente por medio de esas formas e instrumentos antiguos que han sido despachados por lo nuevo, pero que, justamente, con la presión de lo nuevo, se dejan arrastrar a un florecimiento casi eufórico».

Pequeña historia de la fotografía

Moholy-Nagy, Malerei Fotografie Film, Mainz/Berlín, 1967, pp. 25 y ss. Cit. en Obras II, 1, p. 400

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«La simple ‘descripción de la realidad’ ya apenas dice algo sobre esa misma realidad».

Pequeña historia de la fotografía

Bertolt Brecht, Der Dreigroschenprozess. Ein sociologisches experiment, III, 2, en Versuche 8-10. Heft, 3, Berlín/Frankfurt, 1959, p. 260. Cit. en Obras II, 1, p. 401

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En aquellos días lamentables surgió una industria nueva que contribuye no poco a confirmar a la idiotez en su convicción [...] de que el arte no es ni puede ser otra cosa que la reproducción mera y exacta de lo que es la naturaleza. [...] Algún dios vengativo escuchó las plegarias que le elevaba una multitud. Daguerre fue sin duda su mesías.

Pequeña historia de la fotografía

Charles Baudelaire, Salon de 1859, en Oeuvres complètes, París, 1961. Cit. en Obras II, 1, p. 402

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Si se permite que la fotografía supla al arte en algunas de las que han sido sus funciones, la alianza estrecha y natural que la fotografía va a encontrar en la estupidez de la multitud expulsará y corromperá al arte enteramente.

Pequeña historia de la fotografía

Charles Baudelaire, Salon de 1859, en Oeuvres complètes, París, 1961. Cit. en Obras II, 1, p. 402

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No resulta casual en absoluto que se haya comparado las fotografías de Atget con las de la policía en el lugar de un crimen. Pero, ¿no es cada rincón de nuestras ciudades, precisamente, el lugar de un crimen? ¿No es cada uno de sus transeúntes bien precisamente un criminal? Y, ¿no tiene el fotógrafo –el sucesor de arúspices y augures– que descubrir la culpa en sus imágenes, señalando al culpable?

Pequeña historia de la fotografía

Obras II, 1, p. 403

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Se ha dicho que «el analfabeto del futuro no será aquel que no conozca por cierto las letras, sino quien no conozca la fotografía». Pero, ¿no hay que considerar del mismo modo analfabeto al fotógrafo incapaz de leernos sus propias imágenes?

Pequeña historia de la fotografía

Obras II, 1, p. 403

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