Traducción española de Alfredo Brotons Muñoz en Obras, I, 2, pp. 204-260, Madrid, Abada, 2008
La función de la memoria es la protección de las impresiones, pues el recuerdo tiende a su deterioro. La memoria es en lo esencial conservadora, mientras el recuerdo es destructivo.
Theodor Reik. Der überraschte Psychologue, Leiden, 1935, p. 132. Cit. en W. Benjamin, Obras I, 2, p. 213
Sigmund Freud. Más allá del principio del placer, en O. C., vol. VII, Madrid, 1974, p. 2518. Cit. en W. Benjamin, Obras I, 2, p. 214
«El devenir consciente y dejar una huella en la memoria son incompatibles totalmente para el mismo sistema». Antes bien, los restos del recuerdo son «con frecuencia fuertes y firmísimos si el incidente que los deja atrás no ha llegado nunca a la conciencia».
Sigmund Freud. Más allá del principio del placer, en O. C., vol. VII, Madrid, 1974, p. 2518. Cit. en W. Benjamin, Obras I, 2, p. 214
Sigmund Freud. Más allá del principio del placer, en O. C., vol. VII, Madrid, 1974, p. 2522. Cit. en W. Benjamin, Obras I, 2, p. 214
«El actual habitante de los grandes centros ciudadanos», escribe [Valery] agudamente, «recae en un estado de salvajismo, es decir, en uno de aislamiento».
Paul Valéry. Cahier B 1910, París, 1926, p. 88 ss. Cit. en Obras I, 2, p. 233
Cuanto más breve el tiempo de formación del obrero industrial, más largo se hace el que corresponde al militar. Tal vez forme parte de la preparación de la sociedad para la guerra total que hoy el ejercicio esté pasando de la praxis de la producción a la praxis de la destrucción.
Obras I, 2, p. 236
El tiempo contenido en el instante en que la luz de la estrella destella para un hombre viene a ser del mismo material que lo perfilado por Joubert: «El tiempo también se halla, ya de antemano, en la eternidad; mas no es el tiempo terrenal, mundano ... Porque ese otro tiempo no destruye, tan sólo consuma».
Joseph Joubert, Pensées, París, 1883, p. 162. Cit. en Obras I, 2, p. 240
Obras I, 2, p. 240
Esos días significativos son los del tiempo de la consumación […] y son los días de la reminiscencia. No señalados por vivencia alguna, no unidos tampoco a los demás, sino destacándose del tiempo.
Obras I, 2, p. 242
Obras I, 2, p. 244
Las correspondances son esas fechas que pertenecen a la reminiscencia. Así, no son históricas, sino son fechas de la prehistoria.
Obras I, 2, p. 244
El sobrecogerse con lo bello es un ad plures ire, que es el modo en que los romanos solían referirse a la muerte. […] La apariencia en lo bello consiste en que, en la obra, nunca se encuentra aquel objeto idéntico por el cual la admiración se afana, sino que ésta cosecha lo que generaciones anteriores habían admirado ya en aquél. Aquí, un dicho de Goethe: «Todo aquello que haya ya ejercido una gran influencia, nunca más podrá ser ya juzgado auténticamente». Lo bello en su relación con la naturaleza puede determinarse como aquello que «sigue siendo en esencia igual a sí bajo su velamiento».
Johann Wolfgang Goethe, Neue deutsche Beiträge, ed. Hugo von Hofmannsthal, Múnich, 1925, II, 2, p. 161. Cit. en Obras I, 2, p. 244
«Reconocemos pues la obra de arte en que ninguna idea que suscita en nosotros, ningún modo de comportamiento que sugiera, podría agotarla o liquidarla».
Paul Valéry. «Avant-propos». Encyclopédie française, vol. 16, fasc. 16.04-5/6, París, 1935. Cit. en Obras I, 2, p. 251
Obras I, 2, p. 253
Aún de mayor alcance, por estar orientada objetivamente, es la determinación que como aurática hace Valéry de la percepción dentro del sueño. «Cuando digo: veo eso ahí, no se establece ya con ello la simple ecuación mía con la cosa... En el sueño en cambio sí que se produce una ecuación. Ahí las cosas que veo me ven a mí tanto como yo las veo a ellas».
Paul Valéry. Analecta, París, 1935, pp. 193 ss. Cit. en Obras I, 2, p. 254
«Perdido en las fealdades de este mundo y atrapado por las multitudes, soy un hombre causado cuyo ojo no alcanza a ver, en la hondura de los años, sino inquietudes y amarguras, viendo ante mí tan sólo un huracán en el que nada nuevo se contiene, vacío de dolor y de enseñanzas».
Charles Baudelaire, Œuvres, París, 1931-32, p. 641. Cit. en W. Benjamin, Obras I, 2, pp. 258-259