Aún de mayor alcance, por estar orientada objetivamente, es la determinación que como aurática hace Valéry de la percepción dentro del sueño. «Cuando digo: veo eso ahí, no se establece ya con ello la simple ecuación mía con la cosa... En el sueño en cambio sí que se produce una ecuación. Ahí las cosas que veo me ven a mí tanto como yo las veo a ellas».
Paul Valéry. Analecta, París, 1935, pp. 193 ss. Cit. en Obras I, 2, p. 254
«La obra de arte», ha dicho uno de los intérpretes de Valéry, «no es nunca una creación: es una construcción cuyos protagonistas son el análisis, el cálculo y el plan».
Tal como lo escribe Valéry, «los románticos se alzaron contra el siglo XVIII en su conjunto, [...] y acusaron así frívolamente de una supuesta superficialidad a unos hombres que estaban muchísimo mejor instruidos que ellos, que sentían mucha más curiosidad por los hechos y las ideas que sentían ellos, y que buscaban la precisión y el pensamiento a gran escala mucho más que ellos».
Valéry estudia inquisitorialmente la inteligencia propia del escritor, y en especial la del poeta, mientras que reclama la ruptura con la [...] idea de que la inteligencia se sobrentiende en el caso del escritor, y con la más difundida todavía de que, en el caso del poeta, la inteligencia nada tiene que decir.
Según Valéry, nuestros más importantes pensamientos siempre son justamente los que contradicen nuestros sentimientos.
Paul Valéry, Oeuvres, París, 1971, vol. II, pp. 647-648. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 411
Paul Valéry, Oeuvres, París, 1957, vol. I, p. 1275. Cit. en W. Benjamin, Obras, IV, I, p. 435.
Lo propio de lo [...] general es ser fecundo... No resulta pues sorprendente que Poe, en posesión de un método que era tan potente y tan seguro, se convertiera en inventor de varios géneros.
Paul Valéry. «Introduction zu Baudelaire», Les fleurs du mal, París, 1926, p. XX. Cit. en Obra de los pasajes, I 4, 4
Detrás de mí sentía el fluir y trotar inacabable de todo ese pueblo invisible de ciegos eternamente arrastrados por el objeto inmediato de su vida. Me parecía que esa multitud no estaba hecha de seres singulares, cada uno cargado con su historia, su dios único, sus tesoros y sus taras, con su monólogo y con su destino; así iba formando, sin saberlo, [...] un fluir de granos enteramente idénticos, [...] aspirados por no sé qué vacío [...]. Nunca he sentido tanta soledad, mezclada con orgullo y con angustia.
Paul Valéry. Choses tues, París, 1930, pp. 122-124. Cit. en Obra de los pasajes, M 20, 2
Novedad. Voluntad de novedad. Lo nuevo es de esos venenos excitantes que terminan por ser más necesarios que ningún alimento; mientras se van haciendo nuestros dueños, se hace preciso aumentar la dosis hasta hacerla mortal directamente. Extraño, el entregarse de ese modo a lo perecedero de las cosas, que es lo que vibra en esa novedad.
Paul Valéry: Choses tues, París, 1930, pp. 14-15. Cit. en Obra de los Pasajes, S 10, 6