El ser humano no tiene un destino, sino que el sujeto del destino es como tal indeterminable. Puede el juez ver destino donde quiera; al castigar, lo dicta ciegamente. Y aunque el hombre no queda afectado por esto, sí se afecta la mera vida en él, que, en virtud de la luz, participa en la culpa natural como participa en la desdicha.
Hipocondría. ¿Sabes lo que es eso? […] Es el miedo a quedarse ciego, a enloquecer, morir, soñar… y, en fin, sin duda, a despertar.
Detrás de mí sentía el fluir y trotar inacabable de todo ese pueblo invisible de ciegos eternamente arrastrados por el objeto inmediato de su vida. Me parecía que esa multitud no estaba hecha de seres singulares, cada uno cargado con su historia, su dios único, sus tesoros y sus taras, con su monólogo y con su destino; así iba formando, sin saberlo, [...] un fluir de granos enteramente idénticos, [...] aspirados por no sé qué vacío [...]. Nunca he sentido tanta soledad, mezclada con orgullo y con angustia.
Paul Valéry. Choses tues, París, 1930, pp. 122-124. Cit. en Obra de los pasajes, M 20, 2