Traducción española de Jorge Navarro Pérez en Obras, II, 2, pp. 393-421, Madrid, Abada, 2009
La mayor parte de nuestros autores dan un crédito firme e inquebrantable, que desde Freud se revela improcedente, a las confesiones de sus personajes, o al menos lo fingen. Eso porque no quieren entender que un informe que alguien hace de su pasado delata mucho más de su estado actual que del pasado de ése que está hablando.
Emmanuel Berl, Mort de la pensée bourgeoise, París, 1929, pp. 89-90. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 408
El mundo que Proust describe ha excluido [...] cuanto tiene que ver con la producción. La actitud del esnob, que domina ese mundo, no es ninguna otra cosa que la observación coherente, organizada y acerada de la vida desde el punto de vista del consumidor.
Obras II, 2, p. 409
Valéry estudia inquisitorialmente la inteligencia propia del escritor, y en especial la del poeta, mientras que reclama la ruptura con la [...] idea de que la inteligencia se sobrentiende en el caso del escritor, y con la más difundida todavía de que, en el caso del poeta, la inteligencia nada tiene que decir.
Obras II, 2, p. 410
Según Valéry, nuestros más importantes pensamientos siempre son justamente los que contradicen nuestros sentimientos.
Paul Valéry, Oeuvres, París, 1971, vol. II, pp. 647-648. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 411
Paul Valéry, Oeuvres, París, 1971, vol. II, pp. 647-648. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 411
«La obra de arte», ha dicho uno de los intérpretes de Valéry, «no es una creación: es una construcción cuyos protagonistas son el análisis, la planificación y el cálculo».
Obras II, 2, p. 412
Las autocontradicciones son lo último que hubiera podido confundir a Gide. «Iba hasta el final –nos dice él mismo– en cada una de las direcciones que tomaba, para ir así a continuación, con decisión igual, en dirección contraria». Esta absoluta negación de todo compromiso con el término medio, esta adhesión a los extremos, es una dialéctica, pero no como método del intelecto: como hálito vital, como pasión. El mundo, en los extremos, todavía está completo y sano; pues todavía es naturaleza.
Obras II, 2, p. 413
El malestar del reformador es el de un desequilibrio interno. Las densidades, posiciones y valores morales se le proponen en contradicción; el reformador se esfuerza en conciliarlos: y eso porque aspira a un nuevo equilibrio. Su obra no será sino un intento para conseguir reorganizar, de acuerdo con su razón y con su lógica, el desorden que siente dentro de sí mismo. Una acción en la que yo no reconozca todas las contradicciones que hay en mí, sin duda me traiciona.
André Gide. Dostoievsky. París, 1930, pp. 265-266. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 413
Lo que en el espíritu de la democracia se hace más evidente es que es asocial, en su conjunto.
Alain. Eléments d’une doctrine radicale, París, 1925, p. 139. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 415
El surrealismo irrumpió sobre sus fundadores como una inspiradora ola de sueños. La vida sólo parecía digna de vivirse donde el umbral que separa la vigilia del sueño había resultado destruido por pisadas de imágenes que fluyen, de vez en cuando, ahí, en masa; y, en cuanto al lenguaje, sólo parecía ser él mismo allí en donde imagen y palabra se alcanzaban a unir tan felizmente, con exactitud automática, que no quedaba resquicio ninguno al ‘sentido’. «Ganar las fuerzas de la embriaguez para la revolución», ésa era sin duda la auténtica empresa.
Obras II, 2, p. 416
Un artista no es más revolucionario por haber revolucionado el arte que Poiret por haber revolucionado la moda.
Emmanuel Berl, Mort de la pensée bourgeoise, París, 1929, pp. 160-161. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 416-417
André Malraux, La condition humaine, París, 1933, pp. 399. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 419