En Les fleurs du mal no hay el más leve esbozo de descripción de la ciudad de París. Sólo eso bastaría para distinguirlas decisivamente de la lírica posterior ‘de la metrópoli’. Baudelaire habla en medio del rugido de la gran ciudad como uno que hablara entre el oleaje, y su discurso es claro en la medida en que es perceptible. Mas a él se mezcla algo que lo daña, y prosigue mezclado a ese rugir que lo lleva más lejos y le otorga su oscura significación.
París se alza sobre una serie de cavernas desde el cual retumban los ruidos del metro y de los trenes, sobre el cual cada ómnibus o cada camión de los que pasan despierta un eco largo y duradero. El gran sistema técnico que ahí conforman calles y tuberías se viene entrecruzando con viejos abovedados subterráneos, fallas calcáreas, grutas, catacumbas que han ido creciendo desde tempranos tiempos medievales. Hoy mismo, por dos francos, es posible pagarse aún la entrada para viajar a este París nocturno, más barato y menos peligroso que el espacio del mundo superior. La Edad Media lo veía de otro modo...
Topografía mitológica de París: ese carácter que le dan sus puertas. Lo que ahí importa es su carácter doble: las fronterizas y las triunfales. El secreto que guarda ese mojón que queda al interior de la ciudad, uno que antes marcaba el lugar en el que terminaba. Pero también el Arco de Triunfo, que se ha vuelto isla salvadora. Y aquella puerta, que transforma al que pasa debajo de su bóveda, se desarrolla a partir del círculo que ofrece la experiencia del umbral.
Los poetas podrán decir que Haussmann se vio en realidad más inspirado por las divinidades del subsuelo que por las divinidades superiores.
Dubech-D’Espezel. Histoire de Paris, París, 1926, p. 418. Cit. en Obra de los pasajes, C 3, 8
Insurrección de junio. «Llevaron la mayor parte de los presos a las canteras y pasadizos subterráneos que quedan bajo los fuertes de París, unos que son tan amplios que la mitad de la población cabría en ellos. El frío es tan intenso en estas galerías subterráneas, que muchos sólo podían mantener la temperatura corporal corriendo todo el tiempo o con el movimiento de los brazos, y nadie se atrevía a recostarse en las losas heladas. [...] Los presos dieron a aquellos corredores nombres de las calles de París, e incluso se daban mutuamente sus direcciones cuando se encontraban».
Engländer, Geschichte der französischen Arbeiter-Associationen, Hamburgo, 1864, II, pp. 314-315. Cit. en Obra de los pasajes, C 3 a, 1
El viejo París no existe. La forma de una ciudad / cambia más rápidamente que el corazón de un mortal.
Baudelaire. Les fleurs du mal, París, 18 . Cit. en Obra de los pasajes, C 7 a, 1
París es solamente un punto del globo, pero ese punto es una cloaca: todas las alcantarillas existentes desembocan en él.
Hoy en [la ciudad de] París rehuyen [...] los pasajes, que por mucho tiempo estuvieron de moda, como si les olieran a cerrado. [...] El pasaje, que fue para el parisino una especie de salón y de paseo en donde se hablaba y se fumaba, hora ya no es más que una especie de asilo del que uno se acuerda cuando llueve. Ciertos pasajes guardan un pequeño atractivo por la fama de algunos almacenes que se encuentran aún en su interior. Pero es el nombre propio del inquilino lo que prolonga la moda o, más bien, la agonía del lugar.
Jules Claretie. La vie à Paris 1895, París, 1896, p. 47 ss. Cit. en Obra de los pasajes, E 1, 5
[La ciudad de] París es para sus habitantes un enorme mercado de consumo, [...] hay multitud de nómadas auténticos en el seno de su sociedad.
De un discurso de Haussmann (28-11-1864), según se ha recogido en Georges Laronze. Le baron Haussmann, París, 1932, pp. 172-173. Cit. en Obra de los pasajes, E 3 a, 1
Nuevas arterias [...] comunicarían el corazón de París con las estaciones, con el objeto de descongestionarlas. Otras serían parte en el combate con la revolución y la miseria; serían así vías estratégicas perforando los focos de epidemia como los núcleos de la sublevación, [...] dando acceso al ejército; comunicando [...] el gobierno y los cuarteles [...] y los cuarteles con los arrabales.
Georges Laronze. Le baron Haussmann, París, 1932, pp. 137-138. Cit. en Obra de los pasajes, E 3 a, 3
La centralización y la megalomanía han creado una ciudad artificial donde el parisino [...] no está ya en su casa. Por eso, en cuanto puede, la abandona; nueva necesidad sobrevenida, la manía de ir de veraneo. Mas también, a la inversa, en la ciudad desierta de habitantes, el extranjero llega a fecha fija; es lo que ahora llaman "temporada". Así el parisino, en su ciudad, encrucijada hoy cosmopolita, adopta el tipo del desarraigado.
Dubech-D'Espezel. Histoire de Paris, París, 1926, pp. 427-428. Cit. en Obra de los pasajes, E 3 a, 6
Se ancharon las calles de París para que circularan las ideas y, ante todo, que desfilaran los soldados. Así, París ha sido estratégicamente embellecido.
Paris nouveau jugé par un flâneur, París, 1868, pp. 21-22. Cit. en Obra de los pasajes, E 4, 4
Bonaparte sintió que su misión consistiría en asegurar «el orden burgués» [...]. Se adjudicaron concesiones ferroviarias, se dieron subvenciones estatales, el crédito quedaría regulado. En los años cincuenta se fundaron [...] los primeros grandes almacenes parisinos, el «Bon Marché», [...] la «Belle Jardinière».
Gisela Freund. Entwicklung der Photographie in Frankreich. Inédito, cit. en Obra de los pasajes, E 4 a, 4
Cientos de miles de familias, que trabajan en el centro, duermen al final de la ciudad. Su movimiento se parece a la marea; por la mañana el pueblo desciende hasta París, y a la noche la misma ola popular remonta. [...] Es la primera vez que la humanidad asiste de este modo a un espectáculo tan desolador en cuanto al pueblo.
A. Granveau. L’ouvrier devant la société, París, 1868, p. 63. Cit. en Obra de los pasajes, E 7, 5
Año 1833: «El proyecto de cercar París con una línea de fuertes destacados [...] iba dominando los espíritus. Y se sostenía que esos fuertes, aún siendo inútiles para la defensa, amenazaban a la población».
G. Pinet. Histoire de l’Ecole polytechnique, París, 1887, pp. 214-215. Obra de los pasajes, E 7 a, 2
Al aplastar la insurrección parisina de junio tuvo por vez primera aplicación la artillería en la lucha callejera.
[Haussmann es] sin duda el urbanista genial y único de la Edad Moderna, por cuyo medio también se habrán creado todas las metrópolis de América. [...] De la ciudad imperial no tomó sólo la forma del bulevar y la avenida [...], sino también la de las propias casas. Dado que solamente de este modo pueden cumplir sus calles la función de hacer de la ciudad una unidad sensible. No destruyó París; lo ha completado.
Fritz Stahl. Paris. Eine Stadt als Kunstwerk, Berlín, 1929, pp. 173-174. Cit. en Obra de los pasajes, E 14 a
En la poesía de Baudelaire, París es símbolo de la Antigüedad, en abierto contraste con la masa, símbolo a su vez de lo moderno.