La hostilidad de Goethe frente a la guerra de liberación de los alemanes contra Napoleón, que ha escandalizado largamente a la historia burguesa de la literatura, es muy comprensible en el contexto de los condicionamientos políticos de Goethe. Porque Napoleón, antes que fundador del imperio europeo, era para él, como escritor, fundador de su público europeo.
Las construcciones de Haussmann son la representación correspondiente, en su maciza eternidad amurallada, a los principios propios del gobierno imperial absolutista: entera supresión de cualquier tipo de formación individual, de cualquier desarrollo orgánico autónomo; el más completo odio por toda clase de individualidades.
J. J. Honegger. Grundsteine einer allgemeinen Kulturgeschichte der neuesten Zeit, V, Leipzig 1874, p. 326. Cit. en Obra de los pasajes, E 1 a, 1
El gobierno imperial casi no hizo alzar nuevos edificios, con la gran excepción de los cuarteles militares.
Die Grenzboten, 1861, II semestre, vol. 3, pp. 149-141. Cit. en Obra de los pasajes, E 2 a, 4
Bonaparte sintió que su misión consistiría en asegurar «el orden burgués» [...]. Se adjudicaron concesiones ferroviarias, se dieron subvenciones estatales, el crédito quedaría regulado. En los años cincuenta se fundaron [...] los primeros grandes almacenes parisinos, el «Bon Marché», [...] la «Belle Jardinière».
Gisela Freund. Entwicklung der Photographie in Frankreich. Inédito, cit. en Obra de los pasajes, E 4 a, 4
Los gobernantes quieren asegurar su posición con sangre (policía), con astucia (moda), y con magia (boato).
La política financiera del imperio se ha visto constantemente dominada por dos preocupaciones esenciales: el proveer a la insuficiencia de los ingresos de origen natural y multiplicar las grandes obras en el terreno de la construcción, que impulsan la circulación del capital, dando ocupación a muchos brazos.
André Cochut. Opérations et tendances financières du second empire, París, 1868, p. 13. Cit. en Obra de los pasajes, E 6, 2
Napoleón III en 1851: «Él es socialista con Proudhon y reformador con Girardin, mientras que con Thiers es reaccionario; es republicano moderado con los que pretenden la república, y es enemigo de la democracia y, por supuesto de la revolución, en cuanto trata con los legitimistas. Promete todo y todo lo suscribe».
Friedrich Szarvady: Paris, vol. 1, Berlín, 1852, p. 401. Cit. en Obra de los pasajes, E 6 a, 4
La haussmannización de París y las provincias fue la gran plaga del Segundo Imperio. [...] «Si las obras van bien, todo va bien», dice un adagio popular, que ha pasado al estado de axioma económico intocable. Según eso, cien pirámides de Keops, ascendiendo juntas hacia el cielo, serían el innegable testimonio del desbordar de la prosperidad. Un extraño cálculo, sin duda. En un estado bien organizado, donde el ahorro no ahogue la inversión, la construcción sería un buen termómetro de la fortuna pública existente. Dado que nos revela en ese caso un crecimiento de la población junto a un excedente de trabajo donde se [...] fundamenta el porvenir. Fuera de esas estrictas condiciones, la paleta no acusa sino las fantasías asesinas características del absolutismo. Que, si olvida un instante su pasión de la guerra, al punto se ha de ver arrebatado por la pasión de la construcción.
Auguste Blanqui. Critique sociale, París, 1885, vol. I, pp. 109-111 (nota fechada a 26 de mayo del año 1869). Cit. en Obra de los pasajes, E 11 a, 1
[Haussmann es] sin duda el urbanista genial y único de la Edad Moderna, por cuyo medio también se habrán creado todas las metrópolis de América. [...] De la ciudad imperial no tomó sólo la forma del bulevar y la avenida [...], sino también la de las propias casas. Dado que solamente de este modo pueden cumplir sus calles la función de hacer de la ciudad una unidad sensible. No destruyó París; lo ha completado.
Fritz Stahl. Paris. Eine Stadt als Kunstwerk, Berlín, 1929, pp. 173-174. Cit. en Obra de los pasajes, E 14 a