La heroica actitud de Baudelaire podría estar íntimamente emparentada con aquella de Nietzsche. Si Baudelaire se aferra al catolicismo, su experiencia del universo está subordinada exactamente a la experiencia que Nietzsche resumió cuando dijo: Dios ha muerto.
Claramente, la idea del eterno retorno hace del mismo acontecer histórico finalmente un artículo de masas. [...] Nietzsche dice: «Yo amo las costumbres efímeras»; pero ya Baudelaire se mostró incapaz toda su vida de desarrollar costumbres fijas. Éstas son armazón de la experiencia, pero las vivencias la destruyen.
La idea del eterno retorno en Zaratustra [de Nietzsche] viene a ser, en su auténtica naturaleza, una concreta estilización de la visión del mundo de Blanqui, que nos muestra su rostro universal en sus negros rasgos infernales. Es estilización de la existencia hasta en los fragmentos más pequeños de su recorrido temporal.