Cuanto más disminuye la importancia social propia de un arte, tanto más se afirmará en el público el divorcio entre una actitud crítica y el placer puro y simple. De lo convencional se gusta sin criticar, mientras que se critica con disgusto lo que en verdad es nuevo.
La cuestión psicológico-sexual se ha vuelto importante especialmente desde que la burguesía es la que ordena. Aquí tiene justamente su lugar la tabuización de unos sectores más o menos amplios del placer sexual. Las represiones que ello provoca entre las masas sacan a la luz unos complejos masoquistas y sádicos a los que los potentados proporcionan los objetos más adecuados a su política.
La moda aquí inaugura el lugar específico de intercambio dialéctico que se da entre mujer y mercancía –o placer y cadáver–. [...] La moda nunca fue sino parodia del variopinto cadáver multiforme, provocación estricta de la muerte precisamente a través de la mujer, conversación con la descomposición que se da amargamente, entre susurros y risas memorizadas y chillonas. Tal es la moda, y por eso cambia con tan acelerada rapidez.
La idea [...] y la doctrina del eterno retorno pretende armonizar las dos tendencias contradictorias propias del placer: eternidad y repetición.
Baudelaire en las antípodas de Rousseau [...]: «Tan pronto salimos de urgencias y necesidades para entrar en el lujo y los placeres, vemos que la naturaleza no puede aconsejarnos sino el crimen. Esa misma infalible naturaleza que creó antropofagia y parricidio».
Charles Baudelaire. L’art romantique, ed. Hachette, vol. 3, París, p. 100. Cit. en Obra de los pasajes, J 6, 4