En defensa del patrimonio musical español
Edición INES BÉRTOLO | Fotografía MINERVA
En enero de 2016, el CBA premió con su Medalla de Oro la brillante trayectoria de Jordi Savall, una de las figuras más destacadas y polivalentes del mundo musical en nuestro país. Director, intérprete, creador e investigador, en todas sus facetas destaca por su rigor y su capacidad para transmitir su entusiasmo por las músicas antiguas –medievales, renacentistas y barrocas–, un patrimonio cultural que cada día lucha por rescatar del olvido. Ha grabado más de cien discos y ha recibido innumerables premios y distinciones. En 1991 su fama desbordó los círculos expertos al poner música a la película de Alain Corneau Todas las mañanas del mundo. A continuación transcribimos algunas de sus reflexiones durante el coloquio con Juan Ángel Vela del Campo, Juan Barja y Juan Miguel Hernández León que siguió a la entrega del galardón.
A pesar de los muchos premios y medallas que he recibido, la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes me hace especialmente feliz por provenir de una entidad y un grupo de personas comprometidas desde hace mucho tiempo con el empeño de acercar y dar a conocer al público la belleza de las artes. Aprovecharé esta ocasión para hacer un pequeño alegato en defensa del patrimonio musical hispánico, pues es importante que las instituciones sean conscientes de la situación en que nos encontramos:a pesar de estar en pleno siglo XXI, seguimos funcionando con un sistema que más parece del siglo XIX. En esa época, la época del sinfonismo y las grandes óperas, cualquier ciudad centroeuropea debía tener una gran orquesta sinfónica y un gran teatro de ópera. Era algo muy importante. Sin embargo, en 1829, en la Alemania de Goethe y Schopenhauer, un joven director de orquesta y compositor, Felix Mendelssohn-Bartholdy, interpretó por primera vez una música antigua, de más de cien años: La pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach. Este hecho supuso un renacimiento cultural importantísimo para Alemania y el principio de la revolución de la recuperación del patrimonio musical antiguo. Tras este hito importante, hicieron falta aún 120 años para que se tomara conciencia de que para recuperar este patrimonio antiguo había que recuperar también los instrumentos con los cuales se interpretaba. Así, tras la Segunda Guerra Mundial, cada vez más músicos pioneros empezaron a recuperar instrumentos como el clavicémbalo, la flauta travesera, el violín barroco, las trompas naturales, la viola de gamba, etcétera, conformando un movimiento reconocido en el mundo entero. Sin embargo, en España, este paso no se ha dado. En nuestro país las instituciones no han asumido la importancia de la música antigua, no han sabido valorar el patrimonio musical antiguo y, en consecuencia, no se ha apoyado ningún proyecto estable de recuperación de un patrimonio inmenso, que se extiende desde los mejores códices medievales como pueden ser Las cantigas de Santa María, los códices de las Huelgas, o los grandes cancioneros como los de Colombina, Palacio, Medinaceli, Upsala o Calabria, hasta el Barroco. En España tenemos grandes polifonistas de la época del Renacimiento, comparables a Giovanni Pierluigi da Palestrina, Orlando di Lasso o Josquin des Près, como por ejemplo Cristóbal de Morales, Francisco Guerrero o Tomás Luis de Victoria. A partir del siglo XIX, parece como si España perdiera esa creatividad y no tenemos músicos del nivel de Beethoven o Brahms. Sin embargo, el modelo que se creó en esa época sigue vigente hoy en día y se siguen produciendo grandes conciertos, también de música antigua. Pero sigue faltando algo fundamental y es el apoyo estable a los jóvenes músicos de talento que están luchando por mantener vivo nuestro patrimonio musical antiguo. Tras cincuenta años de intensa vida, sé que mi tiempo es limitado. Son los jóvenes quienes deben seguir luchando y sería importante que los próximos gobiernos de España decidan actualizarse al siglo XXI y conseguir que todos los españoles puedan gozar de las bellas músicas que tenemos en nuestro patrimonio de forma continuada y no solo de cuando en cuando. Músicas que no solo nos aportan el recuerdo de una historia, la memoria de lo que fuimos, sino también la certeza de que la cultura hispánica ha tenido una función importante en su historia y puede seguir teniéndola.
El duende
Las partituras presentan toda una serie de informaciones que cada músico interpreta según sus conocimientos, su talento, su sensibilidad. Un ordenador puede interpretar la partitura más bella de Bach de la forma más perfecta posible, pero esa interpretación perfecta no emociona, porque lo que nos toca de la música es lo que está más allá de las notas. Es lo que el ser humano con su sensibilidad, su conocimiento y su intuición –con todo lo que representa el misterio de la creatividad–, es capaz de entender y transmitir a partir de esas notas, ya sea con su voz o con su instrumento. Lo mismo ocurre cuando leemos un poema o un texto de Shakespeare o Cervantes. Todos escribimos con las mismas letras y las mismas palabras, pero de repente aparece alguien que con las mismas piezas construye algo que nos emociona. En mi caso, el secreto es que, tras muchos años de trabajo, llega un momento en que todo lo que has trabajado se deja de lado y son el cuerpo, el alma y los sentidos los que te indican cómo interpretar la música. Aunque, por supuesto, el arte no es un regalo caído del cielo: primero estudié violoncelo durante nueve años, una media de ocho horas diarias; después, a partir de 1965, me pasé diez años trabajando la viola de gamba durante diez u ocho horas al día hasta que grabé mi primer disco. Pero cuando llega el momento, parece que la música nace en ese instante… Todos los intérpretes buscamos ese momento en que la música vive por sí misma. Desde mis primeros años de trabajo fui consciente de que la música existe solamente en el momento en que esta maravilla ocurre.
¿Y cómo hacer para que estos momentos únicos e irrepetibles perduren? Yo he tenido la suerte de encontrar dos productoras enamoradas de nuestro trabajo, EMI y Astrée. Grabar un disco es, guardando las distancias, como parir un niño para una mujer: es también un acto de creación que implica sufrimiento. Por ejemplo, cuando grabamos las Vísperas de la beata Virgen de Monteverdi en la iglesia de Santa Bárbara, en Mantua, ya llevábamos tres años dando ese concierto. Estábamos en noviembre y hacía un frío terrible. Pero ahí estábamos, a las doce de la noche, tocando, cantando y grabando. Y en aquel momento de tanto esfuerzo, surgió algo extraordinario, único. Lo que los franceses llaman un supplément d’âme, un suplemento de alma. Según mi experiencia, cuando grabas una música en un momento en que estás agotado, en que ya no puedes más con tu cuerpo, se produce un milagro extraordinario, y es que tu esfuerzo la dota de una dimensión superior, una dimensión espiritual que queda grabada para siempre.
Mi secreto también reside en que siempre elijo yo las tomas que se montan de las cuatro o cinco que se pueden llegar a grabar de cada pieza. Lo cierto es que una vez dejé que fuera el técnico de montaje quien las eligiera, y cuando me mandaron el resultado le habían sacado toda la vida: el técnico había elegido las tomas perfectas. Retomé el proyecto, escuché de nuevo las tomas y elegí aquellas en las que había vida, aunque quizás pudiera tener alguna nota dudosa. Como se dice en el flamenco, lo fundamental es el duende. Y cuando un disco está grabado en el momento en que ocurre esa emoción, puedes volver a sentirla en cada escucha. Sin emoción, no hay memoria.
Música culta y música popular
Una de las constantes, y quizás una de las cosas más maravillosas de la música hispánica en general –es decir portuguesa, española, catalano-aragonesa, etc.–, es la existencia de una relación y mutua inspiración entre lo popular y lo culto que prácticamente ha llegado hasta nuestro tiempo. Incluso en las misas. Por ejemplo, en las misas de Tomás Luis de Victoria sientes la presencia de la canción popular con el caballero que sirve de elemento de base. El material que utiliza Juan del Encina, uno de los poetas más sublimes por su material musical, es profundamente popular. Este material tan arraigado en las raíces mismas del pueblo es lo que hace que estas músicas sean tan entrañables, a un tiempo tan cercanas y tan sublimes.
Diría que lo que la música popular añade a la música culta es cierta esencia humana. Esto se entiende cuando se comprende que la música popular es la música de la supervivencia, que siempre ha ayudado a los pueblos a sobrevivir en su dura vida cotidiana. El pueblo siempre ha sufrido, ha pasado hambre y frío, y gracias a la música ha podido seguir adelante. Y cuanto más ha sufrido un pueblo, más bellas son las músicas que ha creado. Escuchen una canción sefardita, es pura emoción y belleza concentradas. Escuchen un dúo de duduk armenio, un pueblo que ha sufrido trágicamente y, sin embargo, su música inspira una gran paz. Escuchen un violín celta, irlandés, pueblos exiliados por el hambre y el sufrimiento. En ese sufrimiento se produce una simbiosis entre lo trágico de la vida cotidiana y la belleza creada a través de un arte que, así, sublima esas emociones y las transciende.
La atmósfera de un concierto
El músico necesita estar en contacto con el público y, por tanto, es preciso controlar las condiciones en que va a tocar para que sean favorables a esa comunicación. En una sala de conciertos, la primera dificultad para un músico es la concentración: es difícil concentrarse con trescientas, quinientas, mil caras mirándote. Las personas te interpelan, te dicen algo. Así pues, cuando llego a una sala de conciertos, lo primero que hago es controlar la luz para que se concentre en el escenario. De ese modo, uno puede tener presente el público pero sin verlo concretamente. Es algo muy importante, pues cuando interpretas necesitas que tu cuerpo, tus dedos, tu mente estén en armonía con los otros músicos para así transmitir el sentimiento de que también disfrutas con lo que haces. Si ves a alguien poniendo cara agria o que no para de toser, te distraes. La atmósfera es también importante, ya sea en una iglesia o en una sala de conciertos, pero lo más importante es la acústica. Una buena sala, con una buena acústica, es una maravilla. Por ejemplo la sala de cámara del Auditorio Nacional es perfecta para un conjunto de violas. En una iglesia, el sonido puede ser más brillante pero normalmente se pierden detalles, se pierde parte de la riqueza en los matices de la música, de las voces. Una vez que tienes controlado el ambiente, es más fácil transmitir que te sientes bien. Y a partir de ahí, los músicos podemos crear un momento de magia.
Pero el público también cuenta. Puedes ofrecer el mismo programa en el mismo sitio varios días y obtener resultados muy distintos. En una ocasión, en un festival en el norte de Cataluña, el primer día fue horroroso, enseguida sentimos que el público no conectaba con nosotros, era como si los hubieran forzado a estar ahí y fue un desastre. En cambio, el segundo día, desde el primer aplauso de bienvenida, sentimos el interés y la atención del público y el concierto fue magnífico. Preocupado, pregunté quienes habían asistido el primer día y me dijeron que se trataba de los invitados de los patrocinadores, gente que estaba ahí para tomar la copa de champán, relacionarse y hasta hacer negocios. La música no les interesaba para nada y esto nos afectó muchísimo. Los músicos sentimos estas cosas enseguida, aunque en realidad le pasa a todo el mundo: cuando hablas con alguien al que sientes que no le interesa lo que le dices, pierdes el interés tú también.
En general, al entrar en una sala de conciertos ya notas si el público tiene hambre de belleza. Enseguida te das cuenta, solo por la forma en que te dan la bienvenida. Por otra parte, otro aspecto muy bonito de la música es que incluso en un concierto ante dos mil personas, esas dos mil personas percibirán la música de dos mil maneras diferentes. La música es siempre una comunicación individual. Por muy numeroso que sea el público, cada persona percibe al músico como si se dirigiera exclusivamente a ella. Es un fenómeno extraordinario que se da también en el teatro, en todos los espectáculos en vivo.
La viola de gamba
No puedo ser objetivo porque estoy enamorado de la viola de gamba. Pero tan solo escuchen La pasión según San Juan de Bach. La viola está presente en toda la pasión, pero Bach la hace tocar sola en el aria «Es ist vollbrach» [Está todo cumplido], cuando Jesús muere. Se oye como una voz frágil que expresa toda la tristeza profundamente humana por la pérdida de este ser. Ese es el secreto de la viola de gamba. Es un instrumento que nos habla del ser humano con el lenguaje humano. Como mucha gente, cuando era joven pensaba que el violoncelo era el instrumento más cercano a la voz humana. Pero el violoncelo tiene cuatro cuerdas muy tensas que dan un sonido con mucha potencia. Ahora lo asocio más bien a una voz de tenor algo impostada. En cambio, en la viola de gamba, la cuerda del la está afinada al mismo grosor que un mi una cuarta baja, así puedes hacer que las cuerdas susurren, como si te hablaran a la oreja. Por esta razón, el instrumento solista del conjunto de violas es el bajo, porque tiene asociados los sonidos correspondientes a todas las edades de la voz humana. Las cuerdas graves para las personas mayores, las cuerdas centrales para los jóvenes, las cuerdas agudas para una joven en la flor de la vida, y las más agudas para la voz de un niño.
Proyectos monográficos
Siempre me ha gustado mucho leer, viajar, descubrir culturas. La idea de mezclar música e historia me vino exactamente en el año 2000, cuando la Sociedad para el V Centenario me pidió un proyecto sobre la vida de Carlos V. Podía haber montado un proyecto con cuatro canciones de la época y ya está, pero eso no me satisfacía. En aquel momento, estaba leyendo La provincia del hombre de Elias Canetti, unos cuadernos de notas con ideas y reflexiones. En uno de ellas Canetti afirmaba que la música es la verdadera historia viviente del ser humano, porque la música nos habla directamente al corazón a través de la emoción. La historia, sin la música, sería como una serie de parcelas muertas, mientras que con la música nos acercamos a los momentos históricos experimentando la misma emoción que se vivía en la época. Esto me llevó a preguntarme cómo podía explicar bien la historia de Carlos V. Tras mucho leer, me encontré con el discurso de abdicación del emperador. Hablaba de su abuelo Maximiliano, y me pregunté qué músicas escuchaba Maximiliano. Hablaba de sus padres, y busqué qué músicas podían escuchar sus padres. Hablaba de sus batallas, de sus pérdidas, de sus luchas… Y siguiendo ese recorrido, creé el programa. Enseguida me contaminé. Fue un enorme placer construir un proyecto que no era una simple acumulación de piezas bellas, sino que contaban una historia, la historia de un gran hombre, del hombre más poderoso del Renacimiento, que con cuarenta y tantos años renuncia a todo, pide perdón por los errores cometidos y se va a un monasterio a terminar su vida. Expresar todo esto con la música de su tiempo y con el privilegio de poder hacerlo con composiciones de Morales, de Juan del Encina, de Josquin, es decir, de los grandes maestros, fue una experiencia extraordinaria, una de las cosas que más me han gustado. Por supuesto, es hermoso dar un concierto interpretando el Magnificat de Bach, o las Folías de España, pero crear un proyecto para explicar una historia te lleva mucho más allá, te obliga a pensar, a leer. Ahora tengo varios proyectos en curso. Uno sobre Ibn Battuta, el Marco Polo del Islam, otro sobre Ramón Llull y otro más sobre las músicas de la ruta de los esclavos. Me lo paso fantásticamente. Y gracias a Antonio Moral y el Centro Nacional de Difusión Musical, estamos preparando un concierto con motivo del IV Centenario de la muerte de Cervantes que combina textos del Quijote y textos sobre la vida de Cervantes.
Las danzas y la corte
La presentación de Sainte-Colombe como un purista en la película Todas las mañanas del mundo está falseada. En la película no se explica que Sainte-Colombe era una persona burguesa, rica, que podía dedicarse a la música porque no tenía que ganarse la vida. Además, probablemente era un hugonote, un protestante y, como tal, no era bienvenido en la corte. En aquella época, si no eras rico, o éras músico del rey o te morías de hambre. En cuanto a Marin Marais no fue a la corte para hacer el payaso: era un músico muy respetado, como Couperin. Las películas y las novelas históricas siempre exageran un poco para crear más ambiente. Marin Marais es uno de los grandes compositores franceses, un compositor y un armonizador genial, de una gran belleza. Suyas son, por ejemplo, las Folías de España que yo he grabado. Las danzas que se escuchaban en las cortes no tienen nada que ver con sus orígenes. La danza zarabanda española es una danza con una gran sensualidad y fuerza, en cambio la zarabanda de Bach es puro espíritu. Con las folías pasa lo mismo. El nombre de «folía» viene de locura. Las primeras folías, por ejemplo de Rodrigo Martínez, eran muy vivas. En cambio, en el Barroco no lo son tanto. La música popular siempre es una música espontánea y viva mientras que en la corte, con esas pelucas y esos vestidos, no se puede ser tan vivo. Tomemos un ejemplo concreto. Según el Dictionnaire de musique de Sébastien de Brossard de 1655, el minueto es la danza más viva y más alegre del momento. En 1745, Jean-Jacques Rousseau afirma en su Dictionnaire de musique, que aquello era cierto en la época de Brossard, pero que en ese momento el minueto es el baile más lento. ¿Por qué? Porque a Luis XIV le costaba bailar. Cada vez era más gordo, sus pelucas eran más altas y por tanto ralentizó el tempo. Al final del texto de Rousseau pone otra cosa muy interesante: «C’est autre chose au théàtre», en el teatro es otra cosa. Porque, claro está, el teatro era ficción, y en la ficción no tenían por qué seguir las normas de la corte. Cuando aparecían personajes populares, se bailaba el minueto rápido. Cuando aparecían personajes de la corte, se bailaba lento.
Protesta y compromiso
Cuando rechacé el Premio Nacional de la Música en 2014, en protesta por la política cultural del gobierno, fue una decisión difícil y que no todo el mundo entendió. Pero no me arrepiento. Otra cuestión de actualidad sobre la que también me siento en la obligación de pronunciarme es el problema grave que tenemos actualmente en España con el proceso soberanista en Cataluña. Hace siete años, en un momento de conflictos entre Oriente y Occidente, la Unión Europea me nombró Embajador para el Diálogo Intercultural. Los conflictos entre diferentes culturas aparecen cuando no hay diálogo intercultural, un diálogo para el cual las culturas deben situarse al mismo nivel. Cuando una cultura se sabe más potente, más fuerte, porque es más numerosa, entonces es cuando empiezan los conflictos. Por otra parte, creo que a veces se nos olvida que aquí el conflicto se produce entre políticos catalanes y políticos españoles. No creo que exista un conflicto a nivel humano. Ahora bien, creo que es importante recordar que el respeto viene de aceptar otra cultura como es, de respetarla, de aceptar que su forma de ser puede ser diferente de la nuestra. El diálogo solo es posible cuando se dan esta igualdad y este respeto. Y cuando esto no existe es cuando empiezan los problemas. ¿Y qué se puede hacer? Lo primero que hay que hacer para solucionar un problema es reconocer los errores de cada parte. Solamente si se reconocen los errores o los hechos, puede haber reconciliación. ¿Por qué el problema armenio no está resuelto? Porque hay una parte, la turca, que no acepta que hace cien años se produjo un genocidio. Mientras los turcos, que cuentan con el apoyo de muchos otros gobiernos por intereses comerciales, no reconozcan estos hechos, el pueblo armenio no podrá encontrar la paz. Esto ha pasado también en Sarajevo o Palestina. Y aquí, en nuestro país, pasa un poco lo mismo. Mientras no reconozcamos que hemos cometido errores, no podremos llegar a una reconciliación. Para poder convivir en paz de nuevo el camino pasa por el respeto, respeto entre culturas. Porque la lengua es cultura, la historia de la lengua de un país moldea su cultura. Yo me siento catalán, pero también me siento en casa en la cultura española.
21.01.16
PARTICIPANTES JORDI SAVALL • JUAN ÁNGEL VELA DEL CAMPO • JUAN BARJA • JUAN MIGUEL HERNÁNDEZ LEÓN
ORGANIZA CBA