lucha
Para combatir a un enemigo, a menudo también se debilita la que es la propia posición, y con tal de obtener la eficacia inicial más radical se le retira a la propia causa toda su amplitud y su vigencia. Así reducida a una forma de lucha, una causa tal vez pueda vencer, nunca suplir a la derrotada.
Tras una larga vida sin encontrar descanso ni justicia, finalmente agotado por la lucha, K. yace tendido en su lecho de muerte. Por fin llega el mensajero del castillo que trae la noticia decisiva: K. no tiene derecho a vivir en el pueblo, pero, atendiendo a ciertas circunstancias, se le va a permitir en adelante el residir y trabajar aquí. Y, entonces, fallece.