Caballeros de Bacongo
Fotografías Daniele Tamagni / Fotografías cortesía Michael Hoppen Contemporary, Londres / Traducción Ana Useros
En el marco del festival de fotografía PHotoEspaña 2012, el CBA acogió la celebrada exposición Caballeros de Bacongo, del fotógrafo italiano Daniele Tamagni. Minerva publica seis de sus fotografías, tomadas en Bacongo –un distrito de Brazzaville– y las acompaña de un texto brillante del cineasta y antropólogo francés Jean Rouch (París, 1917- Birnin N’Konni, Níger, 2004), pionero del cine documental etnográfico, inspirador de la Nouvelle Vague y gran conocedor de la realidad africana. Publicado originalmente en 1984 como prefacio a la obra Entre Paris et Bacongo, del antropólogo francés Justin-Daniel Gandoulou, el texto de Rouch nos sumerge en el universo de los sapeurs, jóvenes aventureros congoleños que, tras realizar un viaje iniciático a París, han creado una nueva y sorprendente expresión cultural de la diáspora: un cosmopolitismo discrepante que se apropia de los símbolos de ostentación de la Europa postcolonial y que Rouch lee en clave de subversión. Tanto a través de sus palabras como de las fotografías, los dandis retratados por la cámara de Tamagni nos interpelan, desafiando nuestras más aceradas certidumbres acerca de lo que es –o pensamos que debería ser– la pobreza.
Son un centenar, no más, estos Jasones negros que, cada año, se enfrentan a los «dragones de los umbrales» y a las «rocas que rugen»Esas «rocas flotantes» que señalaban la entrada del Bósforo y a las que Jasón y los Argonautas tuvieron que enfrentarse. del aeropuerto de Roissy, que se vuelven invisibles poniendo cara de conocer ya de sobra todo el itinerario secreto hacia un exilio voluntario, aceptando de antemano las etapas más difíciles de la búsqueda de un trabajo improbable para, tras meses de pobreza, frío y hambre, consentir someterse a la última y más cruel prueba: la presentación de la gama de vestuario de lujo«Gama de trajes, zapatos, perfumes... por valor de entre 40.000 y 50.000 francos...». que han adquirido pacientemente. Si se suspende ese examen por un detalle, por una prenda de marca que falte, habrá que empezar de nuevo, desde el principio, todo ese viaje iniciático. Pero si todo el reglaje está a punto, significa el triunfo del buen retorno de un sapeurSapeur, del verbo «saper» («vestirse»), o también, como dicen ellos, de SAPE («Sociedad de Animadores y Personas Elegantes»). convertido en un Aventurero, en un Parisino, en uno de esos nuevos dandis que dan de nuevo color y tono a nuestra elegancia masculina.
Seguramente, os habréis cruzado ya, por Beaubourg o por la plaza de la Republique, con estos congoleños que vienen principalmente de Brazzaville, pero probablemente no os hayáis fijado más que en las rastas y en los gorros verdes, amarillos y rojos. Cómo acordarse de estos jóvenes caballeros de color, de una elegancia tan fabulosa que, cuando verdaderamente se engalanan, se vuelven invisibles...
Su aventura singular nos la relata Justin Gandoulou, ex profesor congoleño de CEG, que ha sido testigo presencial de la lenta desescolarización de sus alumnos en un país en el que la alfabetización total es un problema más irresoluble incluso que el del analfabetismo.
Yo he tenido la oportunidad de conocer a los ancestros de estos Aventureros en los años locos del amanecer de las independencias africanas.
En 1954, cuando la Gold Coast británica aún no era Ghana, los verandah boys, aunque dormían bajo los soportales de las casas comerciales de la ciudad de Accra, ya se denominaban los Jaguars (por el nombre del coche Jaguar Mark Seven). MensahMensah fue uno de los músicos más populares de Accra, y quien promocionó el high life «calypso» procedente del Caribe y aculturado por la música tradicional africana. había compuesto para ellos unos de los primeros high life:
Jaguar! fridge full
Jaguar!«¡Jaguar, has estado allí (en Londres)! / ¡Jaguar, tu nevera está llena! / ¡Jaguar!».
Fueron ellos quienes inventaron los eslóganes de la revolución de Kwame N’Krumah, de quien eran la punta de lanza. Para las elecciones legislativas de 1954 gritaban en todos los mítines del ArenaEl Arena, la antigua plaza del mercado de Accra, fue el escenario popular de las reuniones políticas de los años cincuenta, en especial durante la campaña electoral de las primeras elecciones legislativas en las que había ciento cuatro escaños. De hecho, el partido de N’Krumah, el CPP, ganó con una mayoría amplia, pero sin llegar a los ciento cuatro escaños.:
One o three?... no!
One o four?... yes! freedom!«¿Ciento dos?... ¡No! ¿Ciento tres?... ¡No! ¿Ciento cuatro?... ¡Sí! ¡Libertad!».
Y así, todos aquellos que venían de las sabanas del norte para encontrar aquí un empleo temporal o un desempleo permanente, todos aquellos «agentes a comisión en la empresa de Don Paseante» se convertían en Jaguars; y así fue que improvisamos una películaJaguar (Films de la Pléiade), rodado en 1954, pero montado en 1964, fue mi primer largometraje. Las secuencias de las elecciones de 1954 son, parece ser, el único testimonio filmado que queda, todos los archivos se destruyeron tras la caída de N’Krumah. con ese mismo título, con Damouré Zika, Illo Gaoudel, Lam Ibrahima Dia, una película en la que recuperamos el lento viaje iniciático (mil kilómetros a pie, de norte a sur) y el desafío del paso fraudulento de la aduana de Lomé (un escollo tan incierto como las islas movedizas que estorbaban la entrada del Bósforo, o los controles imprevistos a lo largo de los pasillos circulares de Roissy I, hasta llegar a la puerta del Roissy Rail). Una historia en la que volvemos a encontrarnos con toda la gama de los taparrabos impresos en tela waxTelas impresas a la cera., en la que aprendemos la lengua secreta del pidgin english («money he no be de for we pocket» / «we have no money in our pocket» / «no tenemos dinero en el bolsillo») y en la que la regla del buen retorno dicta que se distribuya en un único día todo lo que se ha ganado en un año, a la vez que se relatan las historias más delirantes, «mentiras más verdaderas que la realidad»: Jeannot... où est le sérieux? où est la vérité?«Jeannot... ¿dónde está lo serio?, ¿dónde está la verdad?»: «Jeannot», canción muy popular en Abiyán en 1980.
Más tarde, en 1957, viví durante un año con esos «Aventureros» en Treichville, barrio de Abiyán, donde Oumarou GandaOumarou Ganda, al que conocí como estibador en Abiyán, convertido en uno de los mejores cineastas nigerianos (y africanos), muerto en enero de 1981., que por entonces se hacía llamar Robinson, «como un tal Edward G. Robinson, que hace películas en el cine», siguiendo a sus colegas, me enseñó a descubrir esa franja de terrorífica pobreza en la que los sueños del sábado y del domingo eran los únicos pasaportes para el mundo maravilloso del boxeo (Ray Sugar Robinson) o para el mundo del western cinematográfico (Zorro o The Lone Ranger). Entonces las calles y avenidas de Treichville transformaban su cuadrícula policial en un traje de Arlequín y se transmitía una dirección (como en el París de la ocupación, ante el Pam-pam de los Campos Elíseos, se pasaba el mapa de una fiesta sorpresa). Esta noche, en la esquina de la calle 12 y la calle 15, una «Royale Goumbé»Goumbé (a partir del nombre de un tambor cuadrado), sociedad de ocio y ayuda mutua de los jóvenes inmigrantes de Costa de Marfil. Sus bailarines callejeros son, en mi opinión, de los mejores bailarines del mundo. En noviembre de 1983 la Goumbé des jeunes noceurs se unió a la Goumbé des jeunes crâneurs en una de las noches más salvajes de las calles de Treichville. sacará a bailar a Nathalie y a Eddie Constantine. Después, en el bar Ambiance o en el Au désert, iremos a festejar la victoria del rey y de la reina de la Goumbé, que exhiben su peinado a lo gallo o a lo zazú ante las chicas cha cha cha, como cantaba Eddie: «discurso mío, señorita, discurso mío... Los chicos de Abiyán, las chicas de Abiyán son discurso mío, los chicos de Abiyán, las chicas de Abiyán son discurso mío». Porque estos estibadores, estos obreros sin empleo, los mejores alumnos de la universidad de la calle, ya entonces «rompían» la lengua francesa a grandes golpes de poesía natural: un «discurso mío» era lo contrario de un «discurso tuyo»«Discours-moi»: discurso mío. «Discourtois»: Descortés, pero también «discurso tuyo» (N. de la T.)., era un campeón o una campeona del diálogo amoroso... Nunca reuní el valor para escribir aquellas crónicas de los niños perdidos de 1957, así que junto con Oumarou Ganda hicimos Moi, un noirMoi, un noir (Treichville), 1957-1958, mi segundo largometrage, pero el primero en ser exhibido en sala (Films de la Pléiade) en la época de la Nouvelle Vague., una película para reír y para llorar...
Cuando hoy leo esta saga de los Aventureros parisinos de 1983, tras cada capítulo del libro de Justin Gandoulou, escucho el estribillo de La Chanson des griffes, de papa Wemba, el cantante-compositor más famoso entre la juventud de Brazzaville:
los colegas se preguntan,
los pequeños lloran,
los grandes se preguntan:
¿Quién es Sevo Ceyakos?
Escúchame:
Sevo Ceyakos es el chico guapo perdido de París.
(...)
Kula Mambo, ¡no llores!
¡En Francia, Sevo piensa todo el tiempo en ti!
Ay, esas marcas: ¡Torrente! ¡Valentino Uomo! ¡Giorgio Armani! ¡J. M. Weston!
También me he imaginado el «succès foule»«Succès foule», un éxito de locura (fou), entre la multitud (foule), otro ejemplo de poesía natural. del Aventurero sacando su ropa de marca en un buen retorno y he compartido el orgullo de un súper-sapeur relatando cómo triunfó en un velatorio parisino: «Ya sabes, yo iba bien maqueado, todo de cuero, con gafas oscuras. Al entrar el reflejo de la luz hizo brillar mi camisa y entonces todo el mundo se volvió para verme. ¡Tal cual! Me planté allí y los dejé planchados.»
Pero cuando Justin Gandoulou, como los peluqueros de Treichville, se refiere al movimiento Zazú, vuelvo a ver aquellas imágenes extrañas y graves de la juventud parisina bajo la ocupación alemana, en 1941-42, cuando Brazzaville, precisamente, era para nosotros la capital de la libertad, y cuando no sabíamos más que jugar a la resistencia. Aún no podíamos cantar Le Chant des Partisans, que no se compondría hasta dos años más tarde y que Germaine Sablon (la hermana de Jean) nos hizo descubrir tras su publicación en la revista FontaineYo creo que este canto de los partisanos nunca se cantó durante la Resistencia, sino que lo trajeron los soldados del ejército francés, a quienes se lo enseñó Germaine Sablon en Londres o en Argel.. No teníamos periódicos clandestinos y nuestra única arma era lo escandaloso de nuestro atuendo. Porque, con toda naturalidad, habíamos hallado una vía de protesta adoptando a contrapié la apariencia de los soldados alemanes de nuestra edad: oponíamos nuestros cabellos largos a sus nucas rapadas, las chaquetas largas (zoot-suits) a sus guerreras «rase-pets», nuestras camisas de cuello alto inglés a sus cuellos finos, nuestros pantalones estrechos a sus calzones demasiado anchos, nuestros zapatos ingleses de suela gruesa (ya los últimos restos de J. M. Weston) a sus botas con puntera de hierro. Algunos de nosotros ya habíamos librado contra ellos la primera escaramuza de la guerra y sabíamos que, por el momento, no podíamos luchar contra su blitz-krieg más que con el swing y contra su paso de la oca y su ¡sieg heil! con el double step que bailábamos en el club Boissière al ritmo de los silencios que escandía In the Mood...En la calle Boissière, un pequeño edificio particular, con la excusa de unas clases de baile, permitía a los abonados bailar su música favorita. Allí se inventó, en 1942, el «double pas». Quizás nosotros ya habíamos comprendido que, en este ambiente fúnebre de la Francia vencida, éramos los testigos aún atónitos del final de un mundo en el que ya no habría lugar para el trabajo, la familia, la patria, contrariamente a lo que afirmara el viejo siniestro de Vichy, que nosotros, sencillamente, estábamos en un estado de libertad aplazada... Una libertad que tendríamos que conquistar duramente y de la que aquellos que superaran aquella prueba deberían inventar, solos, las nuevas maneras de estar, de hacer y de pensar. De hecho, nuestros únicos modelos eran aquel puñado de locos de la Royal Air Force, cuyas formas de proceder adivinábamos a través de las radios con interferencias (never so few did so much for so many). Y, a falta de conocer su forma de proceder o de pensar (faltaban aún años para que Peter Townsend nos revelara que, por aquel entonces, su desesperación era tan profunda y absurda como nuestro entusiasmo), no sabíamos sino imitar la forma de ser de esos cómplices de elegancia joven, gris y azul... Cuando pienso en mis amigos y mis amigas de aquella época tan cruelmente excéntrica (Anne o Bella, ya no estáis aquí para recordar aquellas camisas con bolsillos en las mangas y aquellas corbatas tono sobre tono que inventasteis para nosotros antes de desaparecerAnne, Bella, amigas israelíes que inventaban las modas... Nos despedimos de ellas en julio de 1942 cuando salimos hacia África y la guerra. Ellas fueron detenidas y desaparecieron en los campos de concentración.) no puedo evitar pensar en aquel joven pelirrojo, tan elegante, de 1916, en quien la moda masculina derrochaba todos los gastos de su imaginación..., que amaba aquellas figuras lampiñas, aquellas actitudes hieráticas que observamos en los bares...André Breton, «La confession dédaigneuse», en Les pas perdus, París, Gallimard, 1924., Jacques Vaché, quien, en 1918, escribía a André Breton antes de suicidarse:
Y quizás no es casualidad que sea desde esa misma Brazzaville, cuya voz fue durante tanto tiempo la de la primera radio libreBrazzaville, donde habían llegado las fuerzas francesas en 1941, disponía de una potente estación de radio: era la de la Francia libre desde África y se podía captar desde París., desde donde nos llegan hoy estos nuevos Aventureros que, como nosotros antaño, tienen todo que ganar, puesto que no tienen nada que perder y, lejos de los senderos hollados, descubren nuevas «técnicas del cuerpo»Marcel Mauss, «Les Techniques du corps», recogido en Sociología y antropología, Madrid, Tecnos, 1971.. Porque hay que referirse aquí a Marcel Mauss y a Georges Bataille. A Mauss, que descubrió el valor etnográfico de una pose, como cuando la pose «cerrada» de los soldados ingleses de 1917 les impedía desfilar al ritmo de una música francesa, es decir, de una etnia extranjera o, por el contrario, la pose «abierta» de las chicas francesas que en los años treinta copiaban el paso de las chicas americanas que habían visto en el cine. A BatailleGeorges Bataille, La part maudite (La parte maldita, Buenos Aires, Las Cuarenta, 2007). que, a final de los años cuarenta, descubría que la única posibilidad de supervivencia para las sociedades ricas (de «consumo» como él las llamaba) era la necesidad del derroche, ya fuera según el rito amerindio del potlatch o mediante la ayuda de los países demasiado ricos a los países demasiado pobres (Bataille no pensaba entonces en el tercer mundo, que aún no se había inventado, sino en la Europa desangrada tras cinco años de guerra, y que lo esperaba todo del Plan Marshall...).
Pero, por supuesto, Justin Gandoulou ha encontrado los ecos más sabios en la mitología griega, en el vellocino de oro y en el periplo de los Argonautas. Su discurso, por tanto, recupera el tono olvidado de las odiseas:
Ese papel singular de pioneros, yo lo había entrevisto en los Jaguars de la Gold Coast de los años cincuenta, cuando los calificaba de supertribalizados en el país de acogida (como el grupo tan cerrado que forman los jóvenes congoleños en el París actual) y de creadores de nuevos valores en el momento de la vuelta a su país de origen (como los Aventureros en el momento del buen retorno a Brazzaville). Aquello escoció a los sociólogos de entonces, que excluyeron a mis migrantes no conformistas, calificando mi trabajo de novela policíaca... (¡qué felicidad si todos los trabajos de sociología se pudieran leer como novelas policíacas!)Jean Rouche, Migrations au Ghana (Gold Coast), Société des Africanistes, 1956..
Además, Justin Gandoulou ha captado perfectamente las perspectivas de la singular migración parisina:
¡Ahí estamos! El autor ha adivinado, no sé cómo, que uno de los rasgos de la alta aristocracia, en especial de la aristocracia inglesa, es su excentricidad, su dandismo precisamente, que le permite, mediante actitudes eminentemente marginales, acentuar la diferencia con los otros grupos y desmarcarse definitivamente de una middle class, verdaderamente muy media y que, desde entonces, parece que no debe existir sino para ser el testigo privilegiado de las impertinencias aristocráticas. Pero si en este caso el prestigio es innato (en tanto heredado de ancestros que sin duda tuvieron también que ser Aventureros para adquirir a un alto precio sus títulos de nobleza), aquí el prestigio frágil de esta primera generación se adquiere a lo largo de la larga y dolorosa iniciación del periplo al centro del mundoEs decir París, en el idioma de los Aventureros....
Jasón, tras conquistar el Vellocino de Oro, ha vuelto, como Ulises, agotado y sensato / a vivir entre sus parientes, el resto de sus días... Es aún demasiado pronto para saber en qué se convertirán después los sapeurs convertidos en Aventureros, pero Justin Gandoulou nos dice ya que regresan agotados pero insensatos. Y que no vivirán entre sus parientes por el resto de sus días: tras el desfile ritualizado del buen retorno (que tranquiliza a los padres sobre el triunfo de sus hijos, cuya elegancia cegadora es testimonio irrefutable), tras la prueba amorosa junto a las cuatro señoritas a la moda (Céle, Brigitte, Vévé, Plou), para los colegas (los fans), seguros ya de la superioridad de sus héroes. Pero los Parisinos no se detienen ahí: se les puede prohibir el acceso a los bares de BrazzavilleUna estudiante venezolana en Brazzaville ha visto hace dos meses carteles que dicen «prohibido a los parisinos» en distintos bares de la ciudad., los periodistas de la línea pura y dura del partido pueden estigmatizar (en Mweti, diario congoleño) su comportamiento escandaloso durante el partido de fútbol de los Cara contra los Diables Noirs (los Aventureros se han pavoneado sobre las gradas de la tribuna de honor, maquillados escandalosamente, con la piel amarilla del color de la papaya madura, los cabellos casi rapados y ennegrecidos), se puede, en París incluso, desalojarlos de su cuartel general de la calle Béranger; todo esto no serán sino nuevas pruebas, nuevas «rocas que rugen» ante la proa de la nave Argo. Los Parisinos ya se han convertido en LiberadosAunque el autor no lo precisa, veo que, de cien Aventureros, cincuenta pasan con éxito el retorno y que, de los cincuenta Parisinos, diez como mucho se convierten en Liberados., es decir, ya se han metamorfoseado en aristócratas que han adquirido, con un enorme coste, no solamente el derecho a llevar el atuendo, sino a refinarlo aún más hasta la suprema elegancia que, repito, ha vuelto invisibles a estos paupérrimos ociosos afirmando, de una vez por todas, su derecho a la opulencia.
Y entonces, ya vendido todo o parte del vestuario a los jóvenes sapeurs listos para tomar el relevo, los Liberados regresan a París. Justin Gandoulou nos sugiere que algunos no dudan en casarse, en instalarse en las afueras o en la provincia y que quizás encuentren un empleo... Después de todo saben leer y escribir, están, como diría un ama de casa parisina, muy bien educados y, en lo que respecta a su atuendo, nadie podría darles lecciones...
Esta, claro está, es otra historia, que Justin Gandoulou nos contará, espero, en otra ocasión, pero se puede imaginar que, así como en mayo de 1968 la juventud francesa descubrió «la playa bajo los adoquines», inventando una nueva forma de vivir (que será, sin duda, la de la juventud de dentro de uno o dos siglos), los Aventureros que vienen de Brazzaville, en su búsqueda aparentemente absurda, inventarán una nueva mitología del ciudadano del mundo...
Pero si yo estuviera en el lugar de los indígenas parisinos, me andaría con ojo.
Estos pocos soñadores profesionales sin oficio conocido amenazan con cuestionar vuestras más hermosas certezas: los Aventureros os han robado vuestra capital, pues estos Parisinos son más parisinos que vosotros; estos matemáticos de la cuadratura del círculo han empezado a resolver vuestros problemas insolubles. Y aunque, por el momento, se contentan con inventar vuestra moda masculina de mañana, son muy capaces de ir aún más lejos en los atractivos de su subversiónMuy diferente de la subversión un poco inocente de Garry Davis, que acudió a desgarrar su pasaporte estadounidense en la plaza de Trocadero durante la primera sesión de las Naciones Unidas.. Como escribía Guillaume Apollinaire en el París de 1913Guillaume Apollinaire, Calligrammes: «Ondes, les collines».:
Y si viene, esperad
millones de prodigios
(... )
Se alzan los profetas.
¿Será Justin Gandoulou uno de esos profetas que nos anuncian con el retorno de sus Aventureros que el dios Pan no ha muerto? No lo sé, pero sí quiero agradecerle el haberle proporcionado a la sociología tristona de hoy, a contrapelo, este ensayo de «sociología-placer»...
noviembre-diciembre de 1983
06.06.12 > 22.07.12
COMISARIO GERARDO MOSQUERA
ORGANIZA PHOTOESPAÑA • CBA