También en el estado de bienestar...
Gracias a la inestimable colaboración de su traductor, Francisco Uriz, Minerva publica un poema de Tomas Tranströmer de principios de los años sesenta inédito en castellano hasta la fecha.
También en el estado de bienestar
existe la mujer sola que golpea en su apartamento con el martillo de sus lágrimas. Y acurrucado en su abrigo Y los chicos del reformatorio La presencia de la belleza |
Cuando Esther Ramón me pidió en Madrid un poema inédito en español de Tomas Tranströmer para la revista Minerva, no se me ocurrió ninguno: prácticamente todo está traducido (publicado por Nórdica y Visor). Pero al llegar a mis cuarteles de verano en Estocolmo tenía en el escritorio el número del año 2011 de la extraordinaria revista anual Voldposten, que Jan Erik Vold, el poeta noruego asentado en Estocolmo, prepara para sus amigos, y allí, en el número dedicado al Nobel de Tranströmer, recogía lo que ya había publicado en su libro de ensayos Gud jul med Gertrude Stein (Feliz Navidad con Gertrude Stein) en 2005, es decir, un poema inédito de Tomas Tranströmer, que recordé haber leído en su día.
Lo acompañaba una explicación del contexto en que se escribió. Hace unos ocho o diez años, Tomas y su esposa Monica van a la isla de Runmarö, el paraíso en la tierra de Tranströmer, y se ponen a releer una antología de poesía latinoamericana, deteniéndose especialmente en su adorado Vallejo. Y allí, en la guarda trasera, hay manuscrito un poema impromptu, sin título ni fecha, que ninguno de los dos recordaba. Por una de las líneas del poema que hace referencia al reformatorio en que trabajaba el poeta, Vold deduce que es de principios de los 60.
A mí lo de Vallejo me despertó la curiosidad y pensé que el libro podría ser Kondor och colibrí (Cóndor y colibrí), la antología de poesía latinoamericana (en la que había treinta y cinco páginas de Vallejo) que yo había traducido con Artur Lundkvist y publicado en 1962; la única donde entonces se podía leer a Vallejo en sueco. Consulté con Monica, pero no se acordaba. «Cuando vaya a la isla lo miraré», me dijo.
Lo miró y me telefoneó: «Tengo buenas noticias. Sí, estaba en la guarda trasera de Kondor och colibrí». Le pregunté si me podía prestar el libro para escanear el poema. Cuando llegué a recogerlo ya me lo había grabado en un CD y, comentando la casualidad, Tomas me dijo enfáticamente: «Muy bueno, Vallejo».
Cuando me iba a marchar, llevaba el libro en la mano con la intención de dejarlo sobre el piano, y entonces noté una mano firme que lo reclamaba. Era la del poeta. Supe que aquel Kondor och kolibrí, muy estropeado por lo leído y muy dibujado por su hija de un año, no saldría de su casa…