Cuando la distopía se hizo presente
Entrevista con Margaret Atwood
Fotografía Miguel Balbuena
En la cafetería del lobby del Hotel Miguel Ángel, donde hemos quedado con la escritora canadiense Margaret Atwood (1939), no hay una sola mujer. En las mesas bajas de este bar retro con camareros tan perdidos en el tiempo como los de El Resplandor, se arraciman señores que chapurrean inglés con japoneses. Ni una sola mujer, excepto yo. Atwood baja despacio y algo tarde, pensaba que llamaríamos a su habitación pero no quisimos molestarla. La sensación de estar esperando a un mito es palpable. Camina lento, casi arrastrando los pies, como recogida en sí misma. Nos sentamos en la mesa que el fotógrafo y yo hemos elegido previamente, está más apartada del contubernio empresarial y tiene una bonita luz que proviene de una cristalera que da a un patio. Atwood pide un café con leche al camarero milenario. Ella también parece milenaria, pero no de un modo opaco sino luminoso. Tiene setenta y siete años, y aquí está, esta creadora polifácetica y eterna candidata al Nobel de Literatura, dispuesta a enfrentarse al desfile de preguntas que la esperan a lo largo de su estancia en Madrid.
Está usted constantemente de un lado para otro pero hoy está aquí para ser investida como doctora Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Madrid. ¿Qué significa para usted recibir este premio ahora en España?
Me hace mucha ilusión. Vivimos aquí (habla en plural y se refiere a su marido, el novelista canadiense Graeme Gibson) una temporada y aunque he vuelto alguna vez a España desde entonces, tenía ahora muchas ganas de venir, ver a los amigos de entonces e ir al Museo del Prado a ver las pinturas negras de Goya.
Necesita verlas de nuevo.
Sí, desde luego. Vimos hace poco una exposición en Londres de sus últimos bocetos y me recordaron mucho a las pintura negras, tan bellas y oscuras. Estoy deseando volver a verlas. Mi amiga Pilar (se refiere a Pilar Somacarrera, profesora de la Universidad Autónoma) me acompañará, ¡es ella quien ha organizado toda esta visita! Somos amigas y ella viene a veces a Canadá...
Así que es significativo para usted volver a Madrid.
Estoy tratando de acordarme de qué libro estaba escribiendo por aquel entonces, pero no acabo de acordarme, acabo de bajar de un avión (risas)... Vivíamos en la Plaza de la Paja. ¿La conoces? Creo que esa zona es ahora más cara y que el viejo mercado se ha transformado en algo mucho más turístico... Ah, ya me acuerdo, estaba escribiendo El asesino ciego, fue a finales de los noventa.
Tengo curiosidad, ¿de qué tratará su discurso de aceptación del Honoris Causa?
De lo único que creo que podría hablar en este momento: de las humanidades. ¿De qué sí no? Están sucediendo tantas cosas por las cuales este tema se hace urgente...
En ese sentido, ¿cuál cree que es el rol que debe jugar la universidad ante los desafíos sociales que estamos encarando?
Bueno, las universidades están ahora bajo muchísima presión. No me refiero a las facultades tecnológicas o científicas, no, ellas se asumen como útiles para el mercado, están muy ocupadas generando inventos que produzcan dinero. Pero las humanidades, las ciencias sociales, particularmente la historia y la literatura, están sometidas a una gran presión. Estamos en un momento en el que la gente quiere y necesita reescribir la historia, así que esos espacios se vuelven muy políticos. Uno de los desafíos actuales de la universidad como institución es mantener el status de espacio independiente donde pueda darse el debate, y eso se está poniendo difícil, porque está sumida en una lucha de acción-reacción y consideraciones económicas. Y no me refiero solo a las amenazas de las corporaciones sino a todo tipo de presiones políticas, así que la lucha está servida. Pero vamos a conservar la esperanza en que la universidad tenga la determinación de mantener su valor a salvo. No deberíamos olvidar que el lenguaje y la historia son las más antiguas tecnologías. A su lado, las demás cosas resultan muy nuevas... La historia es antigua, Internet es tan reciente. Una pregunta pertinente que debería lanzarse desde la universidad es cómo vamos a procesar el conocimiento que tenemos o creemos tener.
Su novela Por último, el corazón (Salamandra, 2016) fue publicada recientemente en España. En ella, una pareja desahuciada entra en contacto con un perturbador sistema penitenciario que resulta ser su única salvación.
Desde un punto de vista práctico es vital que nos cuestionemos el papel actual de las cárceles en nuestras sociedades. Ahora que Donald Trump ha ganado en EE. UU., el sector de las prisiones privadas se está frotando las manos. Desde el momento en que se plantean las cárceles como un negocio, ya tienes el incentivo para crear más criminalidad.
Los presos se convierten en clientes.
No, más bien son materia prima con la que hacer dinero. Y lamentablemente, en última instancia, es el Estado el que contribuye a esta cofinanciación. Aunque las llamen prisiones privadas, porque son gestionadas de modo privado, la financiación es pública. Esa fue una de las razones por las que decidí escribir sobre ello. Por otro lado, cuando produces criminales porque los necesitas y luego los sueltas, el resultado final es una sociedad con un índice de criminalidad más alto y es ahí donde lo económico deviene político. Sabemos que de haber más educación, habría menos criminales así que a los interesados en que haya más criminales, les interesa que haya menos educación. Es una cuestión matemática. También escogí este tema por sus resonancias con Una modesta proposición de Jonathan Swift: espero que nadie se proponga llevarlo a cabo pero, vamos, los elementos están ahí para que suceda algo parecido. Cuando tienes a una parte de la población en ruinas –sin trabajo, sin casas, viviendo en sus coches–, estas instituciones aparecen como una solución, con su esquema de creación de empleo, como se cuenta en la novela. La gente piensa: «No tengo nada y alguien me da la oportunidad de entrar en algo…». Si yo estuviera viviendo en mi coche, sin trabajo y sin nada, también diría: ¡adelante! Cuando te ofrecen una salida a una situación horrible no puedes pensar de una manera muy crítica que digamos...
Echando la vista atrás a su propio trabajo, ¿cuál de sus ficciones especulativas cree que ha resultado más acertada?
No escribes ese tipo de libros para que se hagan realidad, más bien lo contrario, los escribes deseando que nunca se hagan realidad. De todos modos, en el momento que estamos viviendo, no aquí pero sí en Estados Unidos, El cuento de la criada se ha hecho extremadamente popular porque las cosas nunca han estado más cerca de la realidad que presenta el libro.
Sí, después de la investidura de Trump el libro ha experimentado un pico extraordinario en sus ventas. Y en muchas pancartas de las Women’s March se pudieron leer citas extraídas de él.
Cuando lo escribí, en 1985, nunca hubiera imaginado que el libro pudiera llegar a ponerse tan a nivel de la realidad. O más bien al revés.
Ayer mismo vi una fotografía de un parto subrogado: la madre subrogante lo recibía al nacer y la madre gestante quedaba fuera de foco, sólo podíamos ver sus piernas. E inmediatamente pensé en la misma escena de El cuento de la criada.
Es una imagen bíblica. Raquel y Lea protagonizan esa escena con sus criadas, tal cual, lo que desconocemos es el acuerdo entre ellas. La cita bíblica de ese pasaje es: «Que ella dé a luz sobre mis rodillas». En otras palabras: voy a estar justo aquí como si fuera la madre. Acabo de ver los tres primeros episodios de la serie [la plataforma Hulu ha estrenado una serie basada en la novela] y son fantásticos...
La estética es impresionante.
Preciosa. ¿Ha visto ya algún capítulo?
Solo el tráiler. Y sé que usted ha hecho un cameo. ¿Va a decirme en qué papel? Me la imagino haciendo de una de las Marthas...
(Risas) Lo siento, es secreto.
¿Ha participado también en la creación de la serie?
Solo como asesora, pero no como guionista.
Si la realidad se ajusta ahora a las novelas distópicas de hace treinta años, ¿qué escenarios imagina ahora?¿Podría escribir sobre nuevas colonizaciones del cuerpo de la mujer?
No, creo que ese aspecto está cubierto. Yo, particularmente, no me imagino yendo más allá... De hecho, la serie de televisión va todavía más lejos. También porque ha habido otros libros en torno al tema después del mío.
Y se ha establecido una suerte de diálogo.
Exacto, casi una progenie, podemos decir, de creadores explorando sobre el tema... Una de las reglas que me marqué para escribir ese libro fue no poner nada que no esté sucediendo ya en algún lugar o que haya sucedido en algún momento. Ahora será interesante preguntarse, una vez que la serie sea vista, ¿qué parte de todo eso es real, de dónde han sacado esos detalles?
Ahora en España estamos empezando el debate público en torno a la gestación subrogada. ¿Cuál es su opinión?
Bueno, si la gente implicada está conforme y es un acuerdo libre... Pero lo que tenemos y lo que hemos tenido en la historia es una serie de acuerdos forzosos, desde niños robados hasta esclavas obligadas a tener niños porque los amos querían más esclavos. La cuestión es si la decisión de una mujer de tener un bebé por otra mujer es libre, y no es siempre la mujer pobre teniendo hijos para la mujer rica. Si un estado decide que eso va a incrementar la natalidad, al fin y al cabo es natalidad forzosa, como hizo Ceausescu en Rumanía. Pero si decide que va a reforzar la natalidad entonces tendrá también la obligación de apoyar el cuidado de esos bebés, cosa que Ceausescu no hizo. Si mandas a alguien al ejército, tienes la obligación de cuidar de esos soldados. Así que si quieres un ejército de mujeres preñadas tendrás que pagar por ello. ¿Entrará alguien en ese sistema solo porque quiere ser atendida? ¡Pues claro! Un montón de gente se une al ejército por dinero, no es un misterio. Pero si vas a forzar a la natalidad sin alimentar a la gente convenientemente, vas a tener un montón de gente enferma y muerta...
Su célebre Carta a América (recogida en castellano en el volumen La maldición de Eva, Lumen, 2007) fue escrita y publicada en 2003. ¿Qué le diría hoy a Estados Unidos, su país vecino, casi familia?
Bueno, ¿qué crees que les escribiría? «¡¿Por qué lo habéis hecho?!». Vamos a estar dándole vueltas a esto durante mucho tiempo. Es un hecho que mucha gente se sentó de brazos cruzados y no fue a votar, básicamente por dos razones. La primera: creyeron que Hillary Clinton iba a ganar porque se lo habían vendido como una amenaza, y la segunda, por pura mojigatería. Cuando la gente tiene solo dos opciones y ninguna de las dos le gusta y hay una tercera opción que es no hacer nada, normalmente eligen no hacer nada. Cuando tienen solo dos cosas para elegir, eligen lo que creen que es menos malo y lo defienden como si fuera bueno. Y cuando la elección se cierne en torno a lo menos malo, nadie lucha por su elección. Si tú fumas y yo no, y yo sé que fumar es malo para ti, lo pone en el paquete, tú me vas a decir: «Ya sé que es malo, pero voy a morirme de todas maneras». Entonces yo te diré: «Me gustaría que no lo hicieras, vas a acabar con cáncer». Pero tú no lo has defendido como bueno, has admitido que es malo.
Y otra parte de la cuestión es que un montón de gente en EE. UU. se siente ignorada, pasada por encima, nadie ha mirado por ellos cuando han perdido el trabajo o cuando sus hijos han perdido el trabajo. La gente tiene la idea, desde los años cincuenta, de que la vida de sus hijos va a ser mejor que la suya, y ahora nos toca asumir la realidad de que nuestros hijos estarán peor que nosotros. Entonces piensas: ¿Qué ha pasado? Y la cosa continúa cuesta abajo y sin visos de solución por más preocupación que haya.
Usted es ciudadana anglocanadiense, ¿qué rol cree que podría jugar Canadá en este contexto de crisis global y despegue de la derecha?
¿Sabes lo que ha sido siempre Canadá? El lugar al que escaparse. Y eso está pasando ya. La gente está atravesando la frontera en mitad del invierno, como En la cabaña del tío Tom. Canadá fue el lugar al que escaparse de la esclavitud, Canadá era el lugar al que escapar durante la guerra de Vietnam y ahora vuelve a ser el lugar a donde escapar. Hasta que llegue un punto, y aún no estamos allí, en que la gente ya no pueda hacer frente, y aquí lo sabéis bien porque en muchas ocasiones habéis estado en ese lugar, a veces en el buen sentido y otras veces, no. Cuando una tiene mi edad, ha oído muchas historias de gente que ha escapado de una u otra manera, como la gente de aquí, en España, durante el exilio.
¿Qué cree que podríamos hacer en Europa para parecernos más a Canadá?
Canadá se está manteniendo firme ante la idea de la democracia abierta mientras otros países están yendo en otras direcciones. Pero nosotros también debemos prestar atención al nuevo autoritarismo y a los gobiernos dictatoriales que están accediendo al poder. Canadá es muy diversa así que es bastante difícil tener a todo el mundo alineado. Tenemos Quebec, que es una parte muy interesante de Canadá, ya que siempre se ha interpuesto al avance del ala más extrema de la derecha. Pero el resto de Canadá ha sido tradicionalmente muy liberal así que es difícil hablar de una manera uniforme de Canadá, como si fuera una sola voz: tenemos cinco partidos políticos, muchos grupos étnicos y un montón de factores en juego.
Todo el mundo parece estar enamorado de Justin Trudeau...
No todo el mundo, querida. Los conservadores no lo están en absoluto.
¿Pero son sus políticas tan buenas como parecen, para los trabajadores, los migrantes, el medio ambiente...?
No, en ocasiones, no. Pero son mejores que las alternativas y, ¿sabes?, esto hace que a veces los canadienses se pongan algo arrogantes: «¡Por lo menos no elegimos a Trump!», «¡Por lo menos somos mejor que esto y aquello!». Así que la autocomplacencia puede que se esté convirtiendo en el pecado nacional.
Me encantaría saber qué significa para usted ser feminista en el siglo XXI.
Con el feminismo, como con todos los -ismos, hemos de comenzar preguntándonos a qué nos referimos con ello.
Yo siempre he sido muy elusiva en torno al término así que empecemos por los básicos absolutos: las mujeres son seres humanos que han sido negadas de diversas maneras a lo largo de la historia sólo por el hecho de ser mujeres. Los derechos humanos están hechos por personas, no surgen en las nubes, así que debemos pensar desde la óptica de los derechos humanos para ver qué significa para las mujeres tener o no tener derechos. Además, las mujeres son personas de un cierto tipo y el debate central es sobre qué tipo. Ese debate se ha llevado a cabo durante largo tiempo con todo tipo de opiniones que han sido utilizadas para excluir a las propias mujeres precisamente de aquellas instancias en las que deberían haber sido incluidas. Cuando decimos mujeres parece que hablamos de algo homogéneo. Pero debemos preguntarnos, ¿qué mujeres? ¿De qué edad? ¿Dónde? ¿De qué clase social? ¿Forman parte de una élite? ¿Tienen algún tipo de poder dentro del sistema? La discriminación por cuestiones raciales también entra aquí, así que, ¿de qué estamos hablando entonces? El feminismo no debe ser un conjunto de normas que nos dicen cómo ser o no ser, sino un acicate desde el punto de vista legal. Aunque hay un montón de leyes y eso puede no significar nada. ¿Cómo interactuamos con las leyes? ¿Son aplicables? ¿Funcionan? ¿Son el resultado de lo que se quería combatir mediante su creación? Me interesa mucho el retroceso, la reacción. Porque cuando hablas de mujeres, no hablas solo de mujeres, hablas de mujeres, de hombres, de personas que quizá no han pensado mucho en lo que los derechos de las mujeres despiertan en las percepciones que los hombres tienen de sí mismos.
Pues muchas veces despiertan rabia, inseguridad...
Sí y cierta sensación de sentirse menoscabados, porque si hoy ser hombre ya no es ser superior a las mujeres, ¿qué significa ser hombre? Tenemos que pensar en esto porque de otra manera vamos encaminados a un mundo lleno de hombres rabiosos y mujeres en peligro de extinción.
Se nos acaba el tiempo y no quiero dejar de preguntarle por Angel Catbird, el cómic cuyo guión escribió el año pasado...
¡Hurra! Creí que nunca me iban a preguntar por esto. En el fondo es un proyecto para la conservación de pájaros, así que, ¿cómo íbamos a imaginar que sería tan exitoso? El tercer volumen sale el próximo mes de julio, el segundo acaba de salir y el primero va camino de convertirse en un audiolibro, estilo radionovela, muy divertido. He disfrutado muchísimo creando en equipo, me ha encantado conocer el mundo del cómic, me parece muy abierto y cálido. Y sobre todo muy inclusivo. Escuchas siempre estas cosas de los gamers como si fueran seres hostiles y políticamente agresivos con las mujeres. Y el mundo del cómic no tiene nada que ver con eso. Hay un montón de oficios creativos al mismo nivel empujando para que salga adelante una historia, y los egos se debilitan. Me ha encantado esta incursión...
El tiempo se nos acaba. Como despedida, algo en su mirada entusiasta me indica que detrás de esa agudeza y lucidez, el verdadero motor de su trabajo es el juego y la curiosidad. Quizá sea hora de renovar la imagen de escritora seria, que sin duda lo es, y que tenemos especialmente en nuestro país desde que fuera galardonada con el Príncipe de Asturias de las Letras en 2008, por la de una creadora interesada por casi cualquier expresión de la cultura popular que pueda servir para contarnos y entendernos como sociedad.
02.03.17
PARTICIPANTES FERNANDO GALVÁN • PILAR SOMACARRERA
ORGANIZA FUNDACIÓN CANADÁ • UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID • ESCUELA SUR
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