Nosotros contra ellos
Fotografía Javier Cruz
Con declaraciones de Ricardo Romero (Nega), Arantxa Tirado, Pablo Iglesias, Diego Cañamero
En El puente (1977), una película de Juan Antonio Bardem, Alfredo Landa interpreta a un obrero que viaja a Torremolinos en busca de diversión a lomos de su Montesa. Se trata de un trabajador sin apenas conciencia de clase, pero que de manera natural sabe que el modo de vida de su entorno social es distinto e incompatible con el de las élites dominantes. Sin duda se trata de un concepto crucial de La clase obrera no va al paraíso. Crónica de una desaparición forzada (Akal, 2016), escrito por la politóloga Arantxa Tirado y por el rapero Ricardo Romero, más conocido como «Nega», la mitad del grupo Los Chikos del Maíz. El libro se presentó en el CBA el pasado noviembre, apadrinado por el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, y por el sindicalista Diego Cañamero. A través de la teoría marxista clásica y del análisis de ejemplos de la cultura popular actual, se propone reconstruir un «nosotros» que refuerce los lazos sociales entre «los de abajo», una estrategia de supervivencia y lucha contra quienes gobiernan el capitalismo contemporáneo. Los dos autores han sufrido la precariedad laboral y han pasado por trabajos sin cualificar. Su experiencia vital les hace reivindicar el orgullo y hasta el odio de clase como motor de la emancipación política. El libro cuenta con un prólogo de Owen Jones, autor de Chavs. La demonización de la clase obrera, el exitoso ensayo que denuncia el clasismo rampante de las democracias occidentales en el siglo XXI. A continuación, el periodista Víctor Lenore selecciona las ideas más destacadas de la presentación y las combina con las respuestas a algunas de sus preguntas.
Lucha aletargada
Nega: «Es difícil recuperar la conciencia de clase, sobre todo teniendo en cuenta que un dependiente de Mango cobra 800 euros y no se considera clase obrera por el hecho de no ensuciarse de grasa y no llevar uniforme. La temporalidad extrema es una herramienta fundamental para el sistema a la hora de evitar que surjan vínculos de clase y una identidad: ¿cómo va a brotar la solidaridad entre gente que está en un puesto de trabajo dos meses, un mes, una semana? No son compañeros, son desconocidos que apenas se saludan. Para alcanzar un compañerismo de verdad y sólido tienen que darse años compartiendo tajo».
Arantxa Tirado: «Es difícil, pero no imposible, sobre todo porque esa identidad y esa capacidad de lucha no están muertas, sino aletargadas. En cualquier momento brotan, como lo demuestran las luchas –algunas de ellas muy potentes– que ha protagonizado la clase obrera en los últimos tiempos (Panrico, Coca-Cola, Movistar…). De todos modos, se trata de que no haga falta que te echen del trabajo para que brote la conciencia y la solidaridad y eso creo que se logra recuperando las tradiciones de nuestra clase, empezando por una mayor implicación en la organización de base a través de la cual se va generando identidad, conciencia política y valores alternativos».
Cuota obrera
Una de las propuestas centrales del libro es la adopción de una cuota obrera en los partidos de izquierda, similar a la cuota femenina. Se trata de que los intereses de la clase trabajadora sean defendidos también por sus miembros, no sólo por personas procedentes de la clase media o alta.
Nega: «No deja de ser curioso que los partidos de izquierda compitan por feminizar la política (que está muy bien) o presuman de tener entre sus filas a personas de etnia gitana (que también está muy bien), cuando el porcentaje de obreros y obreras no es motivo para sacar pecho, sino todo lo contrario. Por poner el ejemplo más evidente, existe un sector en Podemos al que la presencia de gente como Andrés Bódalo y Diego Cañamero le incomoda más que otra cosa. Sin embargo, las huelgas o movilizaciones obreras cuentan siempre con el apoyo y la simpatía de amplias mayorías sociales. De los mineros hasta los teleoperadores, nadie se atreve a cuestionar o a no apoyar una movilización. Los obreros son casi intocables en términos mediáticos cuando se movilizan, no existe nada más transversal. Creo que no se aprovecha en absoluto esa capacidad de generar consenso y solidaridad que alberga la clase trabajadora cuando levanta la voz».
Arantxa Tirado: «La idea de la cuota obrera se ve como estrambótica porque el sistema está diseñado para ocultar la opresión de clase combatiendo todo discurso que apunte a denunciarla. Pasó lo mismo con el racismo y el patriarcado durante décadas, pero estas luchas han logrado ganar espacios porque, cuando no van acompañadas de una visión revolucionaria, se quedan en cuestiones meramente formales y asimilables para el sistema. Pensemos en los anuncios de Benetton, en Barack Obama o en el perfil de mujeres presidentas tipo Merkel o Thatcher. La diferencia está en que si tú tienes un movimiento obrero en las instituciones con una agenda coherente para los intereses de su clase, las oligarquías que nos gobiernan se preocupan y tratan por todos los medios de anularlo o de cooptarlo».
¿Qué es la clase obrera?
Nega: «Todos estamos de acuerdo en que Vallecas es un barrio obrero, aunque no haya fábricas echando humo. La mayoría de sus vecinos trabajan en el sector servicios. Lo mismo pasa con Michigan. El problema es que los académicos posmodernos piensan que la clase obrera es un señor con mono azul, fumando Ducados, que piropea a las chicas. Desde las tribunas académicas, se nos grita que la lucha de clases es algo arcaico, pasado de moda. Para mí, sinceramente, es el último grito. La lucha de clases es el pensionista que estira la paga para que coman sus hijos y sus nietos. La lucha de clases es el padre de familia desahuciado que encima se siente culpable. La lucha de clases es la madre soltera que no llega a fin de mes mientras su hijo sufre acoso escolar en la escuela porque lleva zapatillas de marca blanca y pantalones raídos. La lucha de clases es la limpiadora de hotel que cobra dos euros la hora trabajando en un hotel arreglando habitaciones, dos euros la hora en pleno siglo XXI. La lucha de clases es la cajera de supermercado explotada y el teleoperador con dolor de espalda. Pero, sobre todo, la lucha de clases es que Rosa Pitarch muera sola y a oscuras en Reus porque Gas Natural le cortó la luz, mientras Rita Barberá muere en un hotel de cinco estrellas».
Conflicto en el cortijo
Diego Cañamero: «Tuvimos un rifirrafe con el hijo de la duquesa de Alba. El sindicato fue a su cortijo y nos soltó que nosotros no queríamos trabajar, solo cobrar el Plan de Empleo Rural (PER). Le preguntamos cómo pensaba él labrar las tierras sin nosotros, quizá desde lo alto de su caballo. Le llevamos un listado al presidente de la junta, Manuel Chaves, del Partido Socialista Obrero Español, con situaciones concretas de los trabajadores. Gente que trabaja todo el día y por la noche cuida a sus padres. Albañiles que se juegan la vida encima de un andamio. Estudiantes que se pagan la carrera sin ayuda. La duquesa de Alba, con sus 34.000 hectáreas, cobra tres millones de euros al año por la posesión de sus tierras. Es un PER para los ricos. No les dan la subvención para mejoras, ni para protección del medio ambiente, ni para fomentar la economía productiva. Se lo dan exclusivamente por tener esas tierras. A nosotros nos meten en la cárcel por hacer política, por ejemplo al compañero José Bódalo. Cuando ganó Felipe González, en los años ochenta, nos encerramos en un ayuntamiento para protestar por la falta de fondos. La respuesta de la polícía fue poner goma-2 en la puerta para sacarnos. Nos ataron y nos metieron en la cárcel. Es algo que no se ha difundido y la opinión pública no sabe».
Narcisismo académico
Pablo Iglesias: «Diego Cañamero no necesita leer Los santos inocentes de Miguel Delibes, ni ver la película de Mario Camus, porque es algo que ha vivido. Sabe lo que es ir a una cacería y que el señorito te trate como a un perro que está ahí para recoger los piezas que abate. Me parece interesante el momento en que la subalternidad y el sufrimiento se convierten en política. Me encanta el libro de Arantxa y Nega porque se enfrenta a una idiotez de moda que son los ensayistas que aclaran que no escriben contra nada ni contra nadie. Casi todos los libros se escriben contra algo. Este, entre otras cosas, carga contra la izquierda académica. Apunta, con malas formas, que quien elabora libros sobre la liberación busca colocarse en el centro de ese proceso de emancipación. Hay una denuncia del narcisismo de los intelectuales de izquierda. Muchas veces perdemos de vista a los sujetos sociales que no tienen el micrófono ni el poder de enunciación de los problemas. Como explica el libro, el 15M fue una revuelta contra el derrumbe de las expectativas de clase media. Tenemos que ir más allá de ese paradigma. La democracia también consiste en que el hijo de un obrero manual pueda ir a la universidad».
Orgullo y rabia
Arantxa Tirado: «La clase obrera no ha desparecido, la han desaparecido, concretamente el capitalismo bajo su forma neoliberal. Antes de la implosión de la Unión Soviética, tan estigmatizada, la clase trabajadora tenía allí una serie de derechos y condiciones laborales que hoy nos suenan exóticos: empleo garantizado, educación gratuita, sanidad pública, salario para estudiantes, colegios y universidades en horario extralaboral, lugares de vacaciones subsidiados o incluso gratuitos, sindicatos que podían vetar el despido de trabajadores, el doble de médicos que Estados Unidos… La cesta de la compra suponía entre el 2% y el 3% de una economía familiar, mucho mejor que lo que tenemos ahora, ¿no? También había subsidios a la vivienda. Todo eso acabó con la aparición de las políticas derechistas de Reagan y Thatcher, los ídolos de Esperanza Aguirre. Reivindico el orgullo y la rabia de clase. Orgullo porque no nos lucramos del sudor ajeno. Rabia por cómo nos explotan. Somos una clase trabajadora machacada en lo económico, ridiculizada en lo mediático y expulsada de manera creciente de lo académico».
Demonización de los medios
Nega: «En las últimas décadas, hemos visto cómo la clase obrera ha desparecido de los debates políticos y académicos. Se habla de precariado, cognitariado, migrantes, multiculturalismo, todo tipo de neologismos que sirven más para adornar tesis doctorales que para comprender la realidad. ¿Cómo ha vuelto la clase obrera? Con las victorias de Trump y Le Pen, de las que se ha culpado a ‘la clase obrera blanca’. Cuando Ciudadanos gana el antiguo cinturón rojo de Barcelona, se señala a la clase obrera, que es muy charnega y muy analfabeta. La clase obrera vuelve cuando se necesita llamar a un blanco pobre ‘racista’, ‘paleto’ o directamente ‘fascista’. Y esto se hace desde supuestas posiciones de izquierda. La parte positiva es que ahora todos tenemos claro que la clase obrera existe y que es mucho más antisistema de lo que pensaba la izquierda. Hablamos de personas muy permeables a lo políticamente incorrecto, a los discursos incendiarios y a las soluciones anti-establishment. La clase obrera es la más golpeada por la crisis, está muy harta y quiere soluciones radicales. La extrema derecha se ha dado cuenta de que esa identidad obrera existe, incluso aunque muchos de ellos no tengan ya un puesto de trabajo. Nos están comiendo la tostada y nosotros con conceptos posmodernos».
Oportunidad histórica
Arantxa Tirado: «Leí un estudio reciente que dice que el 48% de los estadounidenses se considera hoy de clase obrera, cuando en el año 2000 la cifra era el 33%. También circula una encuesta de Harvard donde se muestra que un 51% de los jóvenes de ese país rechaza el capitalismo y un 33% apoya el socialismo. Estos datos son del interior del Imperio y dicen mucho sobre nuestro momento y nuestras oportunidades políticas. Hay que aprovecharlas. En el libro hemos intentado dar herramientas para que la clase obrera tome conciencia. Y no sólo sobre nuestros enemigos externos: tenemos que ser conscientes de que podemos ser nuestro propio peor enemigo. También hay que atreverse a decir que la clase obrera puede ser tremendamente machista y racista. Hay que recuperar la pedagogía. Si no entendemos cómo funciona el sistema, desde la plusvalía hasta otras formas de explotación, no vamos a ser capaces de defendernos» .
Recuperar los barrios
Nega: «El barrio es la primera frontera entre el ciudadano y la sociedad, el lugar donde mejor se pueden agitar las conciencias. Es el espacio en el que la gente vive su día a día, su cotidianidad. Y para alterar esa cotidianidad y politizarla, hay que estar presentes».
Arantxa Tirado: «Necesitamos una politización que implique construir tu entorno con tus propias manos: decidir qué calles tiene que reparar el Ayuntamiento, dónde queremos el equipamiento deportivo, qué tipo de ocio, etcétera. Organizarse para que las decisiones que atañen a ese territorio las tome la gente del barrio. En estas sociedades cada vez más deshumanizadas, el cambio pasa por conocer a tus vecinos, convivir con ellos, darte cuenta de que compartes los mismos problemas y alegrías, que se pueden hacer cosas juntos en lo colectivo».
Lucha por el lenguaje
Nega: «El lenguaje es fundamental, es la forma que tenemos de ver el mundo, otra batalla en la que hay que dar guerra. Por poner el ejemplo más reciente, algunos políticos de izquierda tienen miedo a decir ‘clase obrera’ o a hablar de ‘trabajadores’ en lugar de ‘gente’ o ‘ciudadanía’. Miedo a que se les encasille en el pasado o como salvadores de las viejas esencias. Su problema es que, aunque se nieguen a reconocerlo, miran siempre con las gafas de extrema izquierda. Y saco de nuevo el maldito debate cultural, por ejemplo, el uso de ‘El pueblo unido jamás será vencido’, de Quilapayún. ¿Suena a viejo, verdad? A vieja esencia, a un pasado fracasado que no volverá. Pues no, es mentira. Suena a viejo bajo tus gafas de extrema izquierda. La mayoría de gente de este país menor de 35 años que no haya militado en la extrema izquierda, es decir, la gran mayoría, no conocen esa canción y por tanto no le va a sonar a viejo. Pensamos que con conceptos como ‘los trabajadores’ o ‘clase obrera y trabajadora’ ocurre lo mismo. Pero igual que se pueden resignificar conceptos como ‘patria’ o ‘pueblo’ se puede resignificar conceptos de clase. Insisto: no existe nada más transversal y horizontal que la clase trabajadora».
Arantxa Tirado: «Hay que tomar conciencia, empezando por no caer en la tontería de hablar como el sistema nos impone. Esta moda de los runners, muffins, coaches, etcétera, es otra vertiente, quizás menos política, de lo mismo. Parece que en el Estado español ya no hay corredores ni gente que come magdalenas de toda la vida… Igual que repetimos como loros esas palabras, muchas veces usamos las palabras del enemigo para describir nuestro mundo y esas palabras están diseñadas desde su visión, no desde la nuestra que, en un principio, era distinta pero que se va convirtiendo en la del otro que nos domina. Como decía Wittgenstein, los límites de tu lenguaje son los límites de tu mundo. Si usas el lenguaje que otros te imponen desde su mundo estás aceptando, de una manera sutil pero muy profunda, ese control y esa usurpación».
24.11.16
PARTICIPANTES DIEGO CAÑAMERO • PABLO IGLESIAS • RICARDO ROMERO • TOMÁS RODRÍGUEZ • ARANTXA TIRADO
ORGANIZA AKAL
COLABORA CBA