La gran ballena blanca
Cartas de Herman Melville
Herman Melville (1819-1891) publicó Moby Dick en 1851. Era su sexto libro, tras el éxito obtenido con Typee (1846) y Omoo (1847). Moby Dick fue un fracaso, sólo superado por el de su siguiente libro, Pierre o las ambigüedades. Aprovechando la proyección en el Cine Estudio de algunas adaptaciones de Melville, Minerva ha seleccionado algunas de sus cartas, enviadas a distintos destinatarios. En la primera, Melville cuenta su método de trabajo una vez instalado en la granja de Pittsfield, Massachusetts, en la que redactó Moby Dick, mientras en la segunda, redactada cuando la gran novela estaba ya en manos de los editores, aconseja a una dama y amiga que no la lea. En las siguientes, una de las cuales está dirigida a Nathaniel Hawthorne, con quien le unió una intensa aunque breve amistad, hace referencia de un modo u otro a la gran ballena blanca. Finalmente, en la última, más tardía, da a su hermano Allan instrucciones para buscar editor para su poesía, género en el que se centró durante sus últimos años, tras su fracaso como novelista. Acompañando estas cartas, reproducimos cinco de las láminas que componen el proyecto Moby Dick in pictures, con el que el dibujante estadounidense Matt Kish ha querido homenajear esta gran obra, con un dibujo por cada página del libro.
A EVERT A. DUYCKINCKEvert Augustus Duyckinck (1816-1878) fue un editor y biógrafo neoyorquino vinculado a la facción literaria del Young America Movement.
[traducción Hara Hernández]
Mi querido Duyckinck,
Si revisas viejos diarios comprobarás que hace mucho tiempo tenías amistad con un tal Herman Melville que vivía en Nueva York, y que más tarde se trasladó a una remota región llamada Berkshire. Al no obtener respuesta a las cartas que le mandaste, probablemente lo supusieras muerto, y al no tener más noticias sobre él, poco a poco terminarías por dejar de pensar en él.
Te escribo ahora para informarte de que ese hombre ha vuelto: en suma, mi estimado colega, a pesar de mi descortesía, estoy vivo, me encuentro bien y de buena gana me gustaría retomar nuestra amistad.
Antes de continuar, déjame decirte que estoy escribiendo esto a la luz de una vela, algo muy poco común en mí, por lo que es posible que mi letra no resulte muy legible, ya que mantengo un ojo cerrado y solo puedo mirar el papel, parpadeando, con el otro…
Si esperas la carta de un hombre de campo has de hacerte a la idea de que será una carta bastante egocéntrica, ya que se trata de una persona que no tiene novedades ni noticias que contar excepto, quizás, que la vaca de su vecino ya ha parido o que su gallina ha puesto un huevo de plata y otras historias por el estilo. Por cierto, esto me recuerda que uno de mis vecinos ha tenido recientemente un accidente en el que ha perdido un potro joven y sano. Se trata de nuestra amiga la Sra. Morewood. Mi primo, el Sr. Doolittle, se disponía a cruzar las vías del ferrocarril a su paso por la parte arbolada de la granja, montado en su trineo criminal, perdón, invernalJuego de palabras entre slay (matar, asesinar) y sleigh (trineo), de pronunciación muy similar., seguido por los tres caballos de la Sra. Morewood, que corrían sueltos al aire libre para ejercitar sus músculos. Sea como sea, Doolittle atravesó las vías con su trineo justo cuando la locomotora se acercaba. Por más que hizo restallar su látigo e intentó alejar a los caballos, los atemorizados jamelgos siguieron galopando frenéticamente e irrumpieron justo delante de la locomotora, que los golpeó de lleno, arrojando a uno a una zanja, lanzando al segundo contra un bancal de nieve y golpeando frontalmente al desafortunado tercer caballo, que quedó con la pata partida en dos. Entablillarle la pata fue lo único que pudo hacer el cirujano. Ahora el potro yace sobre la paja de su establo y solo podemos rezar por su entera recuperación. Considerando el espíritu alegre y las ganas de vivir de ese potro –que al llegar el verano se habría alimentardo en los pastos llenos de trébol rojo, habría trotado alegre por el camino del golfo con la vivaracha Sra. Morewood montándolo, acariciando su cuello y susurrándole palabras cariñosas– me atrevo a afirmar que una pata rota es mucho peor para él de lo que nunca sería para mí, por más que él, aun cojo, siga teniendo una pierna más de las que yo poseo.
Ahora que está todo cubierto de nieve, experimento en todo momento cierta sensación de estar en el mar. Por las mañanas, cuando me despierto, miro por la ventana igual que si mirara por la escotilla de un barco que navega por el Atlántico. Mi habitación parece un camarote y por las noches, cuando el aullido del viento me despierta, imagino que la casa está a punto de zarpar y pienso que es el momento de subir al tejado y preparar el aparejo.
¿Te gustaría saber cómo transcurren aquí mis días? Me levanto cerca de las ocho y me dirijo al establo, donde doy los buenos días al caballo y le doy su desayuno. Me entristece darle uno frío, pero me temo que no tiene remedio. Luego voy a ver a mi vaca, recojo una o dos calabazas de la huerta, se las doy y me quedo observando cómo las mastica. Es un placer verla mover las mandíbulas, suavemente, con solemnidad. Después, me tomo mi propio desayuno y me meto en mi despacho, enciendo la lumbre, dispongo mi manuscrito sobre la mesa, le dedico un somero repaso al trabajo del día anterior y me sumerjo por completo en mi tarea. A las dos y media de la tarde oigo una llamada a mi puerta, previamente concertada, que, como yo mismo he solicitado, continúa hasta que me levanto y abro, lo que resulta muy eficaz para desonectarme de la escritura, por muy concentrado que estuviera. Ya es la hora de la cena para mis amigos, el caballo y la vaca. Se la doy, y después de tomarme la mía, preparo el trineo y me dirijo al pueblo con mi madre o con mis hermanas, y si resulta ser uno de los días que llega Literary WorldRevista de crítica literaria que editaron Evert A. Duyckinck y su hermano George entre 1847 y 1853., me invade una gran satisfacción. Los atardeceres los paso en mi habitación, en una suerte de estado mesmérico o hipnótico, incapaz siquiera de leer, hojeando tan solo algún libro de tipografía grande.
¿Podrías enviarme a unos cincuenta escritores jóvenes, que trabajen rápido, que tengan un estilo sencillo y no sean reacios a que les pulan su trabajo? Si pudieras, sería estupendo, porque desde que estoy aquí he planeado tal cantidad de libros futuros que soy incapaz de encontrar tiempo para pensar en ellos por separado. Aunque si algo sé con seguridad es que un libro está mejor en la mente de un hombre que encuadernado en cuero: al menos ahí está a salvo de las críticas. Y créeme si te digo que extraer un libro de la mente es un trabajo tan delicado como separar una pintura antigua de su soporte; tienes que rebañar bien el cerebro entero para arrancar todo el contenido con seguridad e incluso entonces, es posible que descubras que el resultado no merecía la pena… Pretendía dejar espacio para contarte algo más que mis propias preocupaciones, pero no ha habido manera. He visto que Adler está trabajando en una traducción del alemán, o puede que ya la haya acabado. Me alegra saberlo. Dale recuerdos de mi parte.
Aquí en el campo he comenzado a apreciar Literary World. La leo como si se fuera una carta que has escrito para mí.
Saluda a tu hermano de mi parte. Y presenta mis respetos a la Sra. Duyckinck y a toda tu familia. La joven «triste» también os manda saludos afectuosos.
H. Melville
PS. La Sra. Melville está en Boston con Malcolm: de no ser así, también ella te mandaría un saludo especial.
A SARAH HUYLER MOREWOOD
[traducción Hara Hernández]
Si ya es extremadamente agradable recibir la amabilidad de alguien a la que el que el auto-engaño nos susurra que tenemos derecho, aún más delicioso resulta ser el receptor de unas notas amables llegadas de alguien que, en todo caso, tiene derechos sobre nosotros, y no viceversa. Es algo que siembra la verdadera semilla de la Cristiandad entre todas las asperezas de la humanidad, convierte a los infieles y corta la hierba bajo los pies de la misantropía.
Señora Morewood, es usted la más atenta y considerada de las rosas que desprenden su delicado perfume entre los hombres, ya que el paquete contenía alimento tanto para el alma como para el cuerpo: y los dos frascos de agua de Colonia, que aún no he abierto.
The Hour and the Man me ha resultado suficientemente aceptable y ZanoniNovela de Harriet Martineau, publicada en 1840 y novela de Edward Bulwer-Lytton publicada en 1842. es un bello libro muy bien impreso, aunque debo esforzarme para leerlo, ya que la letra es muy pequeña. Sin embargo, en estos días el destino me ha empujado hacia algunos pensamientos bobos y a caprichosas especulaciones que me impedirán, durante algún tiempo, dejarme atrapar por las ensoñaciones de estos libros, pues un buen libro es un tipo de ensoñación para sus lectores, ¿no le parece? Así pues, los contemplo por ahora como mi propio paraíso almacenado, y a usted, Sra. Morewood, como la diosa que lo ha creado.
En lo que concierne a mi próximo libro, está ya en manos de terceros, aunque ha de cruzar el océano antes de publicarse aquí. Pero no lo compre ni lo lea cuando se publique, porque no es en absoluto el tipo de libro adecuado para usted. No es una obra hecha de fina y femenina seda de Spitalfields, sino un áspero y horrible tejido cosido con estachas y calabrotes. Un gélido viento polar recorre sus páginas y las aves de rapiñan se ciernen sobre él. Advierta a todas las personas delicadas que no deben sumergirse en el libro so pena de sufrir ataques de lumbago y ciática.
Transmita mis mejores deseos a la Sra. Pollock: confío en que se halle ya convaleciente. Por favor, no se olvide de saludar también a la señorita Henderson, quien no quisiera que se olvidara por completo de mí. Y presente mis respetos al Sr. Morewood.
H. Melville
Mi hermana Augusta me pide que la salude de su parte.
A EVERT A. DUYCKINCK
[traducción Hara Hernández]
Estimado Duyckinck,
Tu carta, recibida ayer noche, me ha dejado aturdido. Llevo unos días trabajando con el hacha en el bosque, entre astillas y escarabajos, y la Ballena había desaparecido por completo de mi cabeza –lo que me alegraba sobremanera–, cuando de repente ¡zas! Llega la mismísima Moby Dick (como tú bien has dicho) y me recuerda de golpe todo aquello en lo que estuve inmerso durante el último, o los dos últimos años. Menuda coincidencia. No me cabe duda de que se trata de Moby Dick en persona, ya que no se ha sabido nada de su captura tras el triste destino del Pequod hace ya catorce años. ¡Dios! Qué macabro mensaje nos ha enviado con el Ann AlexanderEl Ann Alexander se hundió el 20 de agosto de 1851 tras el ataque de un cachalote herido. Dos botes perseguían a la ballena: cuando la arponearon desde el primero, la ballena se dio la vuelta y destrozo el bote con sus fauces. Tras rescatar a los marinos, el segundo bote continuó la persecución, pero la ballena atacó de nuevo destrozando el segundo bote. El capitán del barco decidió continuar la persecución a pesar de todo y el cachalote embistió al navío abriendo un boquete que hundiría el barco.. El mensaje es claro y conciso y va directo al meollo. Me pregunto si mi diabólico arte ha creado este monstruo.
[…]
¿Cómo no me enviaste antes esa inestimable pieza de Herman de WardtSe trata de un capítulo de un viejo libro de etiqueta de 1508, dedicado a cómo trinchar la carne de ballena.? Oh, ¡ya me hubiera gustado haberle podido hincar el diente! Pero no sólo falta esto, sin duda faltan otras muchas cosas más. Lo único que se puede hacer es aferrar cuanto está a nuestro alcance. Aquí en Pittsfield no tenemos grandes bibliotecas vaticanas como las que tú sí puedes disfrutar.
El niño sobre el que me preguntas está bien. Probablemente le llamemos Stanwix, nombre que aparece en Life of Brandt de William StoneSe refiere al libro de William L. Stone, Life of Joseph Brandt-Thayendanegea, de 1838, en el que se habla de la «valiente defensa" del Fuerte Stanwix por parte del abuelo materno de Melville, el coronel Peter Gansevoort., donde se cuenta cómo pasaba los veranos el bisabuelo de este muchacho durante la Guerra de Independencia, antes de que existiera Saratoga (me refiero a los jardines y pabellonesBroma que hace referencia a la batalla de Saratoga, en la que según algunos historiadores se decidió el final de la Guerra de Independencia, y los jradines y el hotel Saratoga, inaugurado en 1819, y considerado el más lujoso de la época.).
Y ahora dime, ¿qué es de tu vida? Supongo que los caballeros de la tabla redonda se siguen reuniendo en torno a sus puros y su ponche, y bien sé que, una vez a la semana, Literary World da una vuelta completa en torno a su eje. Me encantaría volver a escuchar el tintineo de los hielos en tu sótano, y es posible que pueda hacerlo dentro de no demasiado tiempo.
En cuanto a nosotros, el invierno ha llegado. Las colinas y las narices comienzan a tornarse azules y los arboles han perdido su batalla contra el invierno y han quedado desnudos. Ya he remendado mi batín y tengo la leñera llena de leña. De hecho, ahora mismo disfruto de una lumbre bien hermosa en la gran chimenea del comedor, que se traga hatos de leños como una ballena traga botes.
Da recuerdos de mi parte a todos nuestros amigos.
Saludos para la Sra. Duyckinck y para toda la familia.
Sinceramente,
H. Melville
A NATHANIEL HAWTHORNENathaniel Hawthorne (1804-1864) fue un conocido novelista estadounidense. Melville y Hawthorne se conocieron el verano de 1850 y surgió entre ellos una intensa, aunque breve, amistad. El libro al que se refiere Melville en esta carta es Moby Dick, publicado en 1851.
[traducción Begoña Moreno Luque]
Mi querido Hawthorne, la gente cree que un hombre que ha padecido dificultades debería ser compensado de algún modo, sin embargo, en lo que a mí respecta, por más dura que haya sido una jornada de trabajo, si al final del día puedo sentarme cómodamente en un rincón a disfrutar de mi cena ¿por qué habría de merecer más? ¿Acaso no me encuentro en paz en ese momento? ¿No es mi cena algo bueno? Mi paz y mi cena, querido Hawthorne, son mi recompensa. Por ello, la dicha y el entusiasmo que me produce recibir una carta como la suya no es el premio a los sudores que este libro me ha ocasionado sino una agradable gratificación extraordinaria de la Buena Diosa más allá de lo estipulado. Ningún hombre sabio y maduro espiritualmente esperará el reconocimiento de sus compañeros, de ninguno de ellos. ¡Aprobación! ¡Reconocimiento! ¿Acaso se valora el amor? ¿Por qué, si ya en Adán se encuentra el significado de esta gran alegoría que es el mundo? Nosotros pigmeos, debemos entonces conformarnos con estas alegorías en papel aunque no se comprendan. Le aseguro que su interés es una gratificación gloriosa. A mi manera orgullosa y humilde, cual rey-pastor, yo era el señor de un pequeño valle en la solitaria Crimea y usted me ha entregado la corona de la India. Resultando, al tratar de colocarla sobre mi cabeza, que se hundía sobre mis orejas a pesar de tenerlas largas como las de un asno, y es que solo unas orejas de esta naturaleza pueden sostener coronas de esa naturaleza.
Me entregaron su carta anoche, de camino hacia la casa del Sr. Morewood y allí mismo la leí. De haberme encontrado en casa me habría sentado de inmediato a responderle. En mí, las magnanimidades divinas son espontáneas e instantáneas: debo atraparlas mientras pueda. El mundo gira y asoma su otra cara. Por ello ahora no puedo describir lo que sentí entonces, pero me sentí panteísta: su corazón latía en mis costillas y el mío en las suyas, y ambos en las de Dios. Me embarga un sentimiento de seguridad indescriptible al saber que usted ha entendido el libro. He escrito un libro endiablado y me siento inocente como un cordero. Lo inefable está en mí. Me sentaría a cenar con usted y con todos los dioses de la antigua Roma. Es un sentimiento extraño, no hay esperanza ni desesperación, gozo sí, e irresponsabilidad, pero desprovisto de un deseo licencioso. Hablo desde mi más profundo sentido de la existencia y no desde un sentimiento pasajero.
¿De donde sale usted, Hawthorne? ¿Con qué derecho bebe de mi cántaro de vida? Cuando lo poso en mis labios, son los suyos y no los míos. Siento que la divinidad se ha dividido como el pan en la última cena y que nosotros somos los pedazos. De ahí esta infinita hermandad de sentimientos. En este momento, mi ángel, comprendiendo lo que ha quedado escrito, pasa otra página. Usted no daría un penique por mi libro y sin embargo al leerlo entendió la idea que subyace y que inspiró el libro objeto de sus elogios. ¿Acaso no fue así? Digno de un arcángel, usted despreció el cuerpo imperfecto y abrazó el alma. Una vez abrazó al feo Sócrates al ver el fuego en la boca y al escuchar la familiar agitación del demonio, reconociendo su sonido por haberlo escuchado en su propia soledad.
Mi querido Hawthorne, el escepticismo se apodera de mí en este momento haciéndome dudar de mi cordura al escribirle de este modo. Créame, no estoy loco, excelentísimo Festo. Pero la verdad es siempre incoherente, y cuando dos grandes corazones se encuentran, el impacto es extraordinario. Me despido. No escriba una palabra sobre el libro, ello sería privarme de mi placer mezquino. Lamento por mi parte de corazón haber escrito sobre usted, fue un acto ruin. Señor, ¿cuándo habremos acabado de florecer? Mientras aún tengamos cosas por hacer no habremos logrado nada. Así que ahora deseémosle lo mejor a Moby Dick y sigamos adelante. Leviatán no es el animal marino más grande, he oído hablar de Kraken.
Esta es una extensa carta, no se sienta obligado a responderla. Es probable que si lo hace y dirige su respuesta a Herman Melville, no haya acertado en su envío puesto que los dedos que ahora dirigen esta pluma no son exactamente los mismos que la tomaron y la posaron sobre el papel. Señor, ¿algún día cesará esta transformación? El camino es largo, no hay posada a la vista y se aproxima la noche que enfría el cuerpo, pero teniéndole a usted como pasajero, puedo decir que me siento satisfecho y feliz. Confío en que dejaré este mundo con más satisfacción por haberle conocido. Su existencia me convence más de nuestra inmortalidad que la Biblia.
Lamento que la franqueza y la sencillez de su carta reciban como respuesta ¡este galimatías! Salude a la señora Hawthorne y a los niños de mi parte y me despido de usted con mis mejores deseos.
Herman
P. S. No puedo dejarle aún. Si el mundo fuese un lugar mágico le diré lo que haría: instalaría un cilindro de papel en un extremo de la casa y así contaría siempre con un rollo infinito de papel rotando hacia mi mesa. En él escribiría mil, un millón, mil millones de reflexiones, todas en forma de carta dirigida a usted. Usted posee un imán divino y el mío reacciona. ¿Cuál actúa con más fuerza? Esta es una pregunta necia, pues ambos son Uno.
H.
P. P. S. No piense que siempre que me escriba le importunaré con una contestación inmediata que nos obligue a vivir eternamente pegados al escritorio para respondernos. De ningún modo responderé a todas sus cartas y usted habrá de hacer como le plazca.
A SOPHIA HAWTHORNESophia Hawthorne (1809-1871) fue una pintora e ilustradora estadounidense, casada con Nathaniel Hawthorne.
[traducción Begoña Moreno Luque]
Mi querida Sra. Hawthorne:
Me he procurado el papel de Bath de la mejor calidad que he podido encontrar, gofrado y con cantos dorados, para transmitirle mi humilde agradecimiento por su halagadora carta de 29 de diciembre. Verdaderamente me sorprendió que le haya podido interesar el libro. Si bien es cierto que algunos hombres se han mostrado complacidos, usted ha sido la única mujer. Por lo general a las mujeres no les entusiasma el mar. Sin embargo, usted, de naturaleza tan espiritual, que ve más allá que el resto de la gente y que, del mismo modo, refina todo aquello en lo que repara, lo que percibe no es lo mismo que perciben los demás, y aunque usted humildemente piense que son cosas que descubre, en realidad usted misma las crea para sí. Por lo tanto, no me asombran sus comentarios en relación con Moby Dick. En todo caso, su alusión, por ejemplo, al «chorro fantasmal» me hizo ver por primera vez que había en ello un sutil significado, aun cuando no fuera intencionado. Mientras escribía el libro, tenía la vaga idea de que su conjunto, así como algunas partes del mismo, eran susceptibles de una interpretación alegórica, pero las particularidades de muchas de las alegorías secundarias me fueron reveladas por vez primera tras leer la carta del Sr. Hawthorne, quien, aún sin citar ningún ejemplo en particular, sí expresó el carácter alegórico inherente al conjunto. No obstante, mi estimada dama, no volveré a enviarle un cuenco con agua salada, el próximo cáliz que le encomiende será más rural, un tazón de leche.
Y en otro orden de cosas, ¿cómo le va en West Newton? ¿Andan todos los asuntos domésticos en orden? ¿Está contenta la Sra. Una y ha quedado el Sr. Julien satisfecho con el paisajeNathaniel y Sophia Hawthorne tuvieron tres hijos, Una, Julien y Rose, que aún no había nacido cuando Melville escribe esta carta. La familia Hawthorne, que había vivido durante un par de años en una granja vecina a la de Melville, se había mudado en 1851.? Y ¿continúa el Sr. Hawthorne con sus visitas a los vecinos dentro de un radio de diez millas? ¿Debo enviarle diez paquetes de tarjetas de visita? ¿Y una caja de guantes para los chicos? ¿Y un pañuelo a la última moda de París? El señor Hawthorne se prodiga demasiado en sociedad, siete noches de la semana fuera deberían bastar a cualquier hombre razonableNótese la ironía: Hawthorne era un hombre extraordinariamente tímido y su vida social era prácticamente inexistente..
Y ahora, querida, si no hubiese usted mencionado nada acerca de Moby Dick y si el Sr. Hawthorne hubiese igualmente guardado silencio, quizás les habría hablado a ustedes de otra maravilla de libro. Pero, tal y como son las cosas, debo callarme. ¿Cómo es posible que mientras nosotros, los humanos, no tenemos ningún reparo en censurar a una persona, nos sintamos sin embargo tan incómodos al elogiarla? Así como nunca me sonrojo al criticar a un hombre me vuelvo de un tono escarlata al alabarlo. No tiene ninguna razón de ser y, sin embargo, no podemos evitarlo. Qué cierto es el verso del poeta que cantaba «No podemos evitarlo».
Pues aunque sabemos cómo deberíamos ser y lo dulce y hermoso que ello sería, no podemos, sin embargo, ser así. Esto es lo más triste. La vida, mi querida dama, es un largo Dardanelos cuyas orillas están rebosantes de flores que nos gustaría recoger, pero la costa es demasiado alta así que seguimos a flote mientras esperamos alcanzar por fin tierra que poder pisar. Aun así ¡de golpe!, nos lanzamos al ancho mar. Y sin embargo los geógrafos afirman que ni siquiera en un caso como este debe vencernos la desesperación puesto que al otro lado del ancho mar, por muy vacío y desolado que pueda parecer, se halla Persia y las deliciosas tierras que rodean Damasco.
Así que, para terminar, le deseo un agradable viaje a dicho país lejano y delicioso. Créame.
Atentamente suyo,
Herman Melville
P. S. Olvidé mencionarle que su carta me fue enviada desde Pittsfield por lo que la recibí con retraso.
Mi hermana Augusta me pide que les presente, a usted y al Sr. Hawthorne, sus respetos.
A ALLAN MELVILLEAllan fue uno de los siete hermanos de Melville. En 1860, fecha de esta carta, Allan vivía en Nueva York, mientras Melville vivía en Pittsfield, Massacussets; de ahí que le encomendara a él la búsqueda de una editorial para sus poemas.
[traducción Begoña Moreno Luque]
Notas para Allan sobre la publicación de mis versos.
- No insistas mucho en las condiciones con el editor, quedaré satisfecho con la mitad de los beneficios una vez descontados los gastos, este sería un acuerdo justo. Asimismo deberán corresponderme una docena de ejemplares del libro.
- No lo intentes con los Harper, preferiría que lo hicieses con los Appleton o con Scribner. Sería bueno consultar a Duyckinck sobre este punto.
- Cuanto antes se imprima y publique el libro mejor. Me imagino que hacerlo o no en «temporada» no afecta mucho en este caso.
- En cuanto se imprima el libro no permitas que quede paralizado, que se publique inmediatamente.
- Por el amor de Dios que no se ponga en la página del título «Por el autor de Typee» o algo por el estilo.
- Que la página del título sea sencilla. Simplemente:
PoemasPor Herman Melville
- Que no se publique ningún anuncio con alabanzas ni pedanterías para causar sensación, ni ningún fragmento del libro antes de su publicación. En resumen: consigue una editorial decente.
- No preguntes nada ni tomes medidas en relación con la oportunidad de una edición inglesa simultánea a la americana como ocurrió con The Confidence-Man.
- En el manuscrito, cada pieza, por corta que sea, aparece sola en una página. Esto se hizo así únicamente porque resultaba más cómodo para la clasificación final pero no debe condicionar al impresor. Es decir, al imprimir, en algunos casos podrán aparecer, dependiendo de su longitud, dos o más poemas en la misma página. Ya me entiendes.
- Como verás, en el manuscrito los poemas están separados en libros pero estas divisiones no llevan el epígrafe «libros», únicamente están numeradas. Así debe mantenerse en la versión impresa: debe existir una página con el número entre cada apartado.
- Cualquier duda sobre el manuscrito puede consultarse con Lizzie. Asimismo, devolvédselo tras la impresión.
- Lizzie deberá en todo caso revisar las páginas impresas antes de la encuadernación para detectar cualquier error de malinterpretación del manuscrito.
Estos son los puntos que, en este momento, se me han ocurrido apresuradamente. Disculpa la rudeza con la que los he expresado pero el tiempo es oro.
De todos los acontecimientos humanos, el de la publicación de un primer volumen de versos es, quizás, el más insignificante. Pero aunque no tenga ninguna importancia para el mundo, sí la tiene para el autor, como lo muestran estas notas. Te ruego, por lo tanto, que no te las tomes a burla y las atiendas como lo he ordenado.
Tu hermano
Herman
05.02.17 > 19.02.17
PROYECCIONES MOBY DICK, JOHN HUSTON, EEUU, 1956 • LA FRAGATA INFERNAL (BILLY BUDD), PETER USTINOV, REINO UNIDO, 1962
ORGANIZA CBA • TEATRO REAL