«la realidad del cine se corresponde muy poco con la imagen que tiene la gente»
Entrevista con David Macián
En La mano invisible de Isaac Rosa, varias personas son contratadas para trabajar delante de un público. Un carnicero, una teleoperadora, un mecánico, una costurera, un obrero, una limpiadora… producen a lo largo de ocho horas y al final de la jornada destruyen el fruto de su trabajo. Esta metáfora sobre el mundo del trabajo llamó la atención de David Macián (Cartagena, 1980), realizador audiovisual curtido en el mundo del cortometraje, que acabó escogiendo esta novela para dar el salto al largo. El camino que escogió para llevar a cabo el proyecto no fue el habitual. Decidieron producir la película a través de una fórmula cooperativa, en la que todos los miembros del equipo, tanto técnico como artístico, invierten en la película y toman las decisiones en asamblea.
¿Qué te atrajo de la novela para que decidieses llevarla al cine?
Todo. El tema, el enfoque, las preguntas y sensaciones que genera... Igual suena un poco exagerado, pero de alguna manera me cambió la vida. Me hizo plantearme cosas que nunca me había planteado, me obligó a darle una vuelta a todo ese discurso positivo tan falso que llevo escuchando desde niño en torno al trabajo, y pensé que a lo mejor yo podía provocar lo mismo en otras personas a través de la película.
En la novela gran parte de lo que se narra son los pensamientos y recuerdos de los personajes. ¿Cómo trasladasteis eso al lenguaje del cine?
A través de diálogos principalmente. Escribimos una serie de entrevistas laborales que no aparecen en la novela y sirven para poner de manifiesto muchas de esas ideas. Además, nos permitían retratar ese juego tan perverso que se da en esas entrevistas, en el que el candidato tiene que mostrarse ilusionado a pesar de que lo que le ofrezcan sea terrible.
¿Hasta qué punto la película es fiel a la novela?
Yo creo que es bastante fiel, al menos en espíritu. Lo que cambia principalmente es el final, que en la novela de Isaac acaba por implosión y en nuestro caso por explosión. Nos parecía que en lenguaje cinematográfico iba a funcionar mejor así, y además le daba más protagonismo al público, que era algo que nos interesaba muchísimo.
Lo interesante de la película es que el espectador ocupa el mismo lugar que los espectadores de la novela, que miran a la gente trabajar. ¿Qué reacción queríais provocar en la audiencia?
Que se sienta reflejada, que la película sirva para hacer autocrítica, ya que, en mi opinión, el comportamiento que tenemos como sociedad ante cualquier conflicto laboral o social es normalmente de apatía, en ocasiones incluso de boicot a quienes deberíamos sentir como nuestros compañeros, y esto es algo que nos tendríamos que hacer mirar.
Cuando se habla de cine político, se suele centrar el debate en los contenidos o en la forma de contar, pero no en lo que pasa detrás de la cámara. ¿Por qué apostasteis por realizar la película en régimen de cooperativa?
Porque nos parecía la forma más coherente de sacar adelante un proyecto como este, que cuestiona el modelo actual de trabajo, que bajo mi punto de vista se caracteriza por el individualismo y la falta de principios. Nosotros queríamos hacer un experimento justo a la inversa: empoderar a la gente y que todo el equipo pudiera participar en la gestión de la película, para que esta fuera lo más colectiva posible.
Isaac Rosa cuenta que uno de los objetivos de la novela es desmitificar el trabajo. ¿También hay que desmitificar el trabajo en el cine?
Por supuesto. La realidad se corresponde muy poco con la imagen que tiene la gente. En España el cine no son sólo los Goya y las alfombras rojas de los grandes festivales, es también precariedad, estrés y una gran invisibilidad para cierto tipo de películas, sobre todo para las que son más contestatarias e independientes. Ojalá que la cosa cambie algún día.
04.06.17