Tamaño de fuente grande
Tamaño de fuente normal
Tamaño de fuente pequeña
Anterior
Pequeña
Normal
Grande
Siguiente

Folk del siglo XXI

Entrevista con Devendra Banhart

Víctor Lenore
Imagen Eva Sala

Devendra Banhart (Houston, 1981) es una figura clave de la música popular de nuestro tiempo. Este estadounidense de raíces venezolanas ha conseguido refrescar la tradición folk anglosajona sin apartarse completamente de la ortodoxia. Armado con una enorme curiosidad musical, picotea con soltura por el glam, el tropicalismo o cualquier otro género que se le antoje, sin perder nunca la sencillez compositiva.

Devendra Banhart no es solamente un cantautor respetado, sino que ejerce como figura catalizadora de toda una generación que él ayudó a promocionar confeccionando el recopilatorio The Golden Apples of the Sun (2004). Entre ellos destacan figuras de fama mundial, como el divo pop Antony Hegarty, la arpista experimental Joanna Newsom, las delicadas CocoRosie o los lisérgicos Animal Collective, hoy considerados como el grupo más estimulante y arriesgado del rock. Esta amalgama de músicos diversos recibió el nombre de New Weird America (Nueva América Bizarra). La etiqueta es intencionadamente difusa, ya que no comparten un sonido común, sino que se caracterizan por una clara tendencia al preciosismo y una extrema ligereza a la hora de traspasar las barreras estilísticas (psicodelia, folk y cabaret pueden convivir con más armonía de lo que parece). Este grupo de artistas sigue gozando hoy de prestigio y creciente popularidad.

He leído que fuiste skater en tu adolescencia. La música de esa tribu urbana suele ser el hip hop o el hardcore. ¿Cómo te inclinaste finalmente por el folk?

Todavía sigo patinando. Me metí en la música por culpa de montar en patín. Todos los vídeos de skate tenían música que no había oído y me gustaba, aunque no sabía quién era cada grupo. Cuando vivía en Caracas toda la música era merengue, salsa, cumbia y samba. Mis padres eran medio hippies y se pasaban el día escuchando a Nusrat Fateh Ali Khan, Ali Farká Toure, Bob Dylan o Neil Young. Cuando mi padre se compró una impresora yo ya sabía algo de hip hop y pegué con pegamento en mi patín el logo de Wu-Tang Clan. Un día, viendo vídeos de skateboard sonó una canción de Desmond Dekker que se titula «007 Shanty Town». Inmediatamente me cambió la vida. Tenía 13 años y me metí de cabeza en el reggae y el ska. Luego salió otro vídeo de patinadores en el que sonaba «Quicksand» del Hunky Dory de David Bowie. También escuchaba mucho hardcore: Subhumans, Crass, Dead Kennedys... Por supuesto, era seguidor del hip hop: Wu-Tang Clan, Del tha Funkee Homosapien, A Tribe Called Quest, Gang Starr... Me gustan todos los tipos de música...

Muchos te ven como un hippie. ¿Te identificas de alguna manera con ese estilo de vida?

No te creas que caigo muy bien a los hippies. Se acercan y saben que no pertenezco al grupo. Aunque huela mal, no huelo como ellos. Tampoco gusto a los folcloristas y a los puristas. Supongo que para ellos mezclo demasiadas cosas.

Hoy en Estados Unidos hay un montón de grupos que suenan hippies, pero sin el elemento político que tuvo el hippismo. ¿Tienes alguna idea de por qué pasa esto?

Nadie quiere oír ese tipo de letras. Ya pasó. El público no acepta que un músico tenga mensaje político, aunque sí que lo aceptan en los humoristas. Algún músico de mi generación sí que lo intenta: por ejemplo, Bright Eyes tiene esa canción sobre un presidente que habla con Dios. Explica cómo alguien poderoso puede apretar el botón nuclear porque cree que Dios se lo ha dicho. Yo tengo una canción que se llamaba «Heard Somebody Say»: trata sobre cómo los medios de comunicación de masas dicen que la guerra en Iraq terminó, pero todo el mundo sabe que continúa. Los músicos tenemos nuestro momentito político. Creo que no es justo decir que los músicos han abandonado este asunto, simplemente la cosa tiene que ser más suave, más sutil. O quizás haya que hacer todo más obvio. Creo que hoy no hay tanta política en el folk porque antes había demasiada y ahora la gente no quiere tragar esa pastilla. Al menos, esa es la postura de mi generación. A mí me gusta cómo hace las cosas un músico venezolano que se llama Simón Díaz. Él canta sobre cuánto le gusta su país, pero nunca habla del gobierno. Sus canciones tratan sobre la tierra, que es algo bello. Resulta una postura muy subversiva, que además no tiene fecha de caducidad. Eso también es política. En mi generación hay mucha gente que se edita sus propios álbumes en vez de ir a una discográfica: eso es político también. Cualquier canción, hable de lo que hable, puede recordarte que eres humano, que no estás solo y que hay que vivir.

El ejemplo de Bright Eyes me parece elocuente: antes muchos grupos pedían cambiar el sistema, ahora se conforman con cambiar de presidente.

Vale, pero no puedes criticar a un artista por no ser radical. Las revoluciones empiezan por uno mismo. La paz empieza por ti. Antes de cambiar a los demás te tienes que cambiar tú. Entonces la gente de tu entorno ve cómo te comportas y quizá cambien un poco. Las revoluciones empiezan con los artistas y estudiantes. Después van los trabajadores y entonces las cosas cambian. Lo que está pasando ahora es una diáspora de revoluciones pequeñitas. El problema del mundo es que tenemos diez años para salvar el ecosistema. Once no podemos seguir: la mitad de todos los animales del mundo se van a morir. Ése va a ser el factor que unifique las pequeñas revoluciones.

Mi pregunta no era tan explícitamente política. Me explico mejor: los hippies estadounidenses escuchaban música de Sudamérica, de India o de África. Sabían que había un mundo interesante más allá de su país. Ahora tengo la impresión de que muchas bandas del llamado neofolk se quedan en Bob Dylan y Neil Young.

Te equivocas, hay una variedad increíble. No puedes decir «Estados Unidos tiene este tipo de música». Es un país hecho con gente de todo el mundo. Los hay que se miran el ombligo y otros que están más abiertos. Yo me miro el ombligo también, pero me interesan la música de todas las partes del mundo, por ejemplo Fela Kuti o el folclore de Sudamérica. Muchos artistas sí son conscientes de vivir en este planeta. En la cumbre de Copenhague sé que Antony Hegarty va a intentar interpretar ante los líderes del mundo una canción muy fuerte, apocalíptica, pidiendo que hagan lo posible para frenar el deterioro de la Tierra. Habla de que no quiere vivir en un mundo sin naturaleza. Escuché esa canción en el estudio y es impactante. En la cumbre se decide el destino de la humanidad.

No tenía pensado hablar de esto, pero recuerdo que tú cediste una canción («Santa Maria De Feira») para un anuncio de Volkswagen. ¿No tiene eso que ver con el cambio climático?

Eso no importa. Bueno, claro que importa. ¿Por qué lo hice? Porque no tengo dinero. Ni siquiera tengo coche. Necesitaba el dinero y si no hubieran usado otra canción. Negarme a que usaran mi canción no iba a acabar con ese anuncio. Tuve coche en Los Ángeles, pero iba con aceite vegetal. Luego dije «a la mierda» y vivo sin coche. En realidad, la única gente que se pude permitir autobuses ecológicos son Neil Young o alguien así con mucho dinero. Todo cuenta. Hay que hacer cosas pequeñas. Nosotros reciclamos en el autobús de gira. Cuando vas a un restaurante es mejor coger tres servilletas que cinco. ¡Perdón por haber hecho un anuncio de Volkswagen!

Bueno, vamos a hablar de tus discos. Tengo la impresión de que das mucha importancia a la espontaneidad.

Nunca invento la canción en dos minutos o algo así. Es un proceso muy largo, pero cuando estamos grabando es importante dejar espacio a factores aleatorios. Incluso una canción muy orquestada necesita algún elemento descontrolado. Hay que colaborar con el momento. Es algo que John Cage o La Monte Young nos enseñaron a todos. Por eso intentamos grabar siempre en casas o en estudios que tengan ventanas. Por ejemplo, mientras grabamos la canción «Angelika» entró una mosca en la sala y se posó en mi mejilla. Pude sentirlo y cambió la forma en que interpreto la canción. ¿Sabías que sólo el tres por ciento de la comunicación humana está relacionada con las palabras? Un músico entiende esto: importa cómo dices las cosas, el sonido, la melodía, tu mirada y cómo mueves tus manos. Sin esa mosca la canción sería diferente.

Se supone que los músicos estáis aprendiendo cosas nuevas continuamente. ¿Qué es lo último que has incorporado a tus canciones?

Intento no incorporar, sino destruir las cosas que siento viejas en mi mente. Para que nazca algo hay que destruir algo. Mi proceso de escribir un álbum es de un mes, un mes entero de destrucción. Tienes tu machete, estás cortando la maleza para caminar y luego dejas que crezca. Es una metáfora que estoy usando para describir nuestra realidad científica. Si llevas a tus neuronas por el camino ya andado se acostumbran. Cuando buscas nuevas vías resulta raro, te duele, algo falta, pero es la mejor manera de hacer las cosas.

¿Qué música estás escuchando ahora?

Hecuba, de Los Ángeles, que son un grupo increíble: hace avant garde pop o algo así. Estoy enganchado a un brasileño llamado Yonlu, un niño de dieciséis años que se suicidó y dejó un álbum hecho en su computadora. Luaka Bop, el sello de David Byrne, lo acaba de publicar. La historia tan triste del disco afecta a la manera en que escucho las canciones, pero me gustó antes de saber lo que le había pasado. También disfruto los grupos que gustan a todos en el mundillo: Animal Collective, Little Joy, Beach House, Antony...

What Will Be (2009)

Smokey Rolls Down Thunder Canyon (2007)

Cripple Crow (2005)

Niño Rojo (2004)

Rejoicing The Hands (2004)

The Charles C. Leary (2002)

Oh Me Oh My (2002)

FRONTERA CÍRCULO MEETS PRIMAVERA CLUB 2009


10.12.09 > 12.12.09

ORGANIZA CBA • PRIMAVERA SOUND
COLABORA MYSPACE
PARTICIPANTES LITTLE JOY • DEVENDRA BANHART AND THE GROGS • PORT O´BRIEN • CASS MCCOMBS • SR. CHINARRO • THE BLACK HEART PROCESSION • NEON INDIAN • WAVE MACHINES • DAVID HOLMES • THE PASTELS • RETRIBUTION GOSPEL CHOIR • SCHOOL OF SEVEN BELLS