La pintura es un oficio solitario
Una conversación con Miquel Barceló
Miquel Barceló es posiblemente el artista plástico español más reconocido de las últimas décadas. Su obra, que recurre a una amplia gama de medios expresivos, se ha mostrado en los principales centros artísticos de todo el mundo. Con motivo de la presentación del volumen N de la revista Matador, Barceló, director del número, y el periodista y editor Alberto Anaut mantuvieron una conversación de la que reproducimos algunos extractos. Barceló reflexiona aquí acerca de distintas ramificaciones de su universo estético, desde los lugares en los que trabaja a los poetas que le inspiran.
Bordado
Mi madre antes pintaba y desde hace años borda manteles y cortinas a partir de algunos de mis dibujos. Últimamente hemos hecho un gran mantel sólo con cefalópodos: sepias, calamares y pulpos. Yo le pasaba dibujos en tinta china de pulpos o de sepias apareándose –conozco bien estos temas porque he buceado bastante– y mi madre lo iba bordando. Tenía que idear formas de pasar de la tinta china al bordado con un colorido muy sobrio que va del negro al púrpura. Ella borda cosas mías continuamente. Hablamos casi cada día y me va contando lo que está haciendo. Me pregunta de qué color son los lenguados...
Mali
Yani Anaï Girou es una mujer de Banani, un pueblo de Mali que está justo debajo de mi casa. Vivo al borde de un acantilado de 400 metros y si tirara una piedra caería encima de la casa de esta señora. Ella me enseñó a hacer cerámica, una tarea de la que, en África, siempre son las mujeres las que se ocupan. Cuando yo estoy allí es la época del trabajo campestre y no suelen hacer cerámica, pero yo le pedí que hiciera una excepción para aprender. Fue en 1991, ya hace veinte años. Cuando llegué a Mali intenté pintar pero el viento seco del desierto arrancaba las telas y era imposible. Entonces pensé en aprender las técnicas de cerámica de los Dogón. Yani Anaï Girou me enseñó a recoger la arcilla, hacer la tierra, modelarla y cocerla. Cuando tienen una gran cantidad de vasijas las cuecen todas juntas utilizando boñigas de cabra, porque la leña es muy cara. Luego las ennegrecen con el mismo material con el que se pintan las máscaras Dogón, un color negro muy brillante que se hace de corteza cocida. Es una técnica neolítica que empleé para hacer las cabezas-retrato de algunos amigos. Nunca pensé que sobrevivirían y llegarían a Europa, están todas cuarteadas y quemadas. Después he seguido haciendo cerámica, pero mejorando un poco la técnica, pasando del Neolítico a la revolución industrial.
Pasos dobles
Nadj fue mi pareja de baile en Los pasos dobles, la performance que se vio en el Casón del Buen Retiro. Como artista fue una experiencia extraordinaria, aunque resultó violento y realmente agotador. Además, me ha servido para evolucionar en el trabajo con la arcilla. La idea inicial era que Nadj bailara mientras yo lo dirigía desde el exterior, pero resultó un desastre. Luego probamos con su compañía. Intenté dirigir a sus bailarinas sobre el barro como si fueran mis dedos, pero resultó una cosa muy fea, recordaba a esas peleas en el barro de mujeres desnudas de Las Vegas. Así que Nadj me convenció para subir al escenario. Yo acepté a condición de que él también estuviera presente. Y así lo hicimos. Nadj es como un metrónomo. Es capaz de repetir cada mínimo movimiento con una exactitud milimétrica. Fue como rehacer los gestos que empleé en la catedral de Palma, esa pared de arcilla hecha a puñetazos por detrás y manotazos por delante. Es la misma técnica que utilizo habitualmente para hacer cerámica, incluso las herramientas son las mismas. Hemos rodado esta performance con Isaki Lacuesta en Mali. La película se estrenará en algunos festivales y se titulará también Los pasos dobles. Nadj también se dedica a tomar imágenes siguiendo el procedimiento del «fotograma», que inventó en 1922 László Moholy-Nagy.
Despinturas
Despinturas es un cuaderno de artista donde he incluido trabajos recientes que llamo «pinturas negras». Mientras estábamos rodando Los pasos dobles, Isaki Lacuesta consiguió que un grupo de albinos participaran en la película y al final yo acabé pintándolos. Les hice retratos dentro de cuevas para que pudiesen abrir los ojos, porque la luz les hace daño y van casi con los ojos cerrados. Tienen una mirada muy curiosa, casi rosada, y pensé que tenía que utilizar lejía porque, más que pintar, se trataba de «despintar». Es un proceso muy rápido, de hecho, cuando pintaba no controlaba lo que iba a salir, era como pintar por fe. El resultado son unos rostros muy dramáticos, de enorme potencia. Luego retraté a otros albinos, elegidos por mí, con otra técnica paralela que uso para quemar mis cuadros. Es una forma de destruirlos, los ahúmo como si fueran salmones y se quedan negros, después los rasgo, así que es también una forma de despintar. El cuaderno de artista se compone de pequeños cuadritos hechos con estas técnicas, son como contrarios de los cuadros blancos: pinturas negras. Me gusta hacer retratos tan rápidos que parecen fotográficos, no son mucho más lentos que una pose fotografiada. De todo modos, aunque pinto muy rápido, luego la lejía sigue destiñendo durante cierto tiempo. En Mali dejamos una cámara fija enfocada sobre estos retratos durante toda la noche y así pudimos ver cómo el cuadro se iba haciendo. Parecía que se pintaba sólo, mi presencia era mínima. Es una buena imagen de la pintura.
París
Yo creo que París es interesante como lo es Madrid y casi cualquier ciudad. Hace veinte años que no paso un invierno en Europa, en esa época suelo estar en África. Pero París está muy bien, yo salgo poco y cuando lo hago me gusta que haya bares, librerías, exposiciones... Y de esto París tiene mucho. He pensado meticulosamente en una ciudad que reúna esas condiciones y que, además, no esté muy lejos ni de Mallorca ni de África, y no he encontrado ninguna que me guste más que París. En Mallorca me levanto y me voy a pescar, llevo una vida muy rural, veo a muy poca gente. En París vivo en el centro de la ciudad, es bastante diferente. Lo que pasa es que al fin y al cabo uno siempre está en el taller y ve pasar la vida por la ventana... La pintura es un oficio solitario. O, al menos, yo no he sabido hacerlo de otra manera. Nunca he podido trabajar con gente a mi alrededor y nunca lo hago.
Cenizas
Alguna vez he definido a Edison Simons como «gran poeta y gran borracho». Pero, sobre todo, gran poeta. Era panameño, aunque murió en 2001 en París, a los 68 años. Por un cúmulo de circunstancias heredé sus cenizas. Otro borracho me las dio en la calle una noche a las seis de la mañana. Y yo me las llevé a casa y las puse en un paquete con su nombre y la fecha, ahí se quedaron durante casi diez años. Como homenaje a Edi pensé en hacerle una placa con los lugares donde vivió, lugares muy miserables porque vivió como un mendigo, aunque no lo era. Finalmente hice una placa donde se lee «Aquí bebía el gran poeta de Panamá Edison Simons. Colón 1933, París 2001. Alto yace borracho delante de la eternidad». La placa se está colocando en los bares que frecuentaba Simons en diversos países. Lo que he hecho para Matador ha sido mezclar las cenizas del poeta con la tinta para imprimir este texto, mi intención era que te pudieses tiznar los dedos con un poco del ADN del poeta. Era una buena forma de deshacerme de las cenizas.
Dos pintores
Luis Meléndez es una figura muy curiosa del siglo XVIII. Meléndez comenzó siendo pintor de figuras, yo creo que de pequeño en su casa lo entrenaban para que lograra ser un gran pintor y les sacara del hambre. Así que vino de Nápoles a Madrid para ser el retratista de la Corte. En el Museo del Louvre hay un autorretrato de Meléndez joven muy significativo. En él se pintó como un torero joven que se va a comer el mundo. Lo cierto es que el resto de su vida se dedicó a pintar peras y manzanas. En las radiografías de sus cuadros se ven debajo los retratos que intentaba hacer del Rey. Cada año escribía una carta en la que solicitaba ser el retratista de la Corte y cada año le contestaban con una negativa. Yo pienso que él combatía sus nervios dándole golpes a las mesas, porque si te fijas en los bordes de las mesas que aparecen en sus cuadros son como un encefalograma de la vida de Meléndez. En los primeros cuadros los bordes son una línea recta perfecta de mármol, pero en los últimos cuadros es un borde de madera resquebrajada y las frutas están llenas de magulladuras: escogía la manzana con más golpes... Así consiguió llegar a ser un gran bodegonista. Pero hay que pensar que en cada una de esas frutas él hubiera querido pintar el retrato de la reina. Detrás de sus peras o de sus higos están los reyes y las princesas.
Otro pintor que me interesa últimamente es Mike Bidlo, un artista contemporáneo que debe ser el inventor de eso que llaman el «apropiacionismo»: hace pollocks, picassos... Me gusta porque es muy meticuloso, de hecho, dice que copia las fotos de los cuadros, no los cuadros. Cuando hizo los pollocks encontró la misma pintura de coches que Pollock usaba. Es un maniático, no un falsificador.
31.01.11
PARTICIPANTES MIQUEL BARCELÓ • ALBERTO ANAUT
ORGANIZA LA FÁBRICA
COLABORA CBA