Antonio Saura. Mentira y sueño de Franco
En estas páginas reproducimos una selección de las pinturas de la serie de Antonio Saura Mentira y sueño de Franco, acompañadas de extractos de los textos firmados por el historiador Bartolomé Bennassar y el pintor y escritor Eduardo Arroyo, publicados en el libro homónimo.
«Cuando, de 1958 a 1962, Antonio Saura concibe y realiza una serie de cuarenta y un dibujos «satíricos» (según su propia definición) que titula Mentira y sueño de Franco: Una parábola moderna, se sitúa de lleno en la tradición del panfleto político del cual Goya dio el primer gran ejemplo con Los desastres de la guerra y que Picasso ilustró también con un título casi idéntico al de Saura: Sueño y mentira de Franco. […]
Los dibujos que componen esta suite se realizaron mediante técnicas mixtas sobre un mismo tipo de papel, todos de idéntico formato que asocia casi siempre al aguado, la tinta china y la mina de plomo. […] Todos se crearon en un mismo momento, uno tras otro. […] Todos ellos tienen la particularidad de referirse a un acontecimiento, una anécdota o una persona vinculados directamente al advenimiento del franquismo, a la Guerra Civil o a la persona de Franco».
BARTOLOMÉ BENNASSAR
«[…] los primeros dibujos se refieren a la Guerra Civil: por ejemplo, el dibujo n.º 2 [Volverá a reír la primavera, manchado deseo de verano] que muestra a Franco subido en la torreta de un carro de combate […], o los n.ºs 4 y 6 ¡A ti la Legión! y ¡Viva la muerte!, que aluden al papel fundamental de la Legión (el Tercio) en las primeras semanas de la Guerra Civil. Se reconoce al coronel Millán-Astray, autor del famoso ¡Viva la muerte!, quien favoreció el ascenso de Franco a dicho mando y a quien se representa en el dibujo n.º 6 con sus medallas y galones y su ojo tuerto».
BARTOLOMÉ BENNASSAR
«Los once primeros dibujos, o sea la cuarta parte de la serie, versan sobre la Guerra Civil que termina con el silencio de las sepulturas. Realmente, no se puede hablar de cementerios, pues estos suponen de ordinario el conocimiento de la identidad de los muertos, la participación de las familias y el homenaje que se rinde a los desaparecidos. Se trata aquí de muertos anónimos, víctimas de todas las formas de guerra y a menudo enterrados deprisa y corriendo, colectivamente y sin cruz alguna tras el furor de la masacre. Tales son Campos de soledad, mustio collado […] que significan la conclusión de la guerra. La expresión procede del poema de Rodrigo Caro, autor de principios del siglo XVII, A las ruinas de Itálica, que Saura sabe de memoria:
campos de soledad, mustio collado
fueron un tiempo Itálica famosa […]».
BARTOLOMÉ BENNASSAR
«Estos tres dibujos de Antonio Saura evocan mejor que una fotografía las capas geológicas de las víctimas. He contado, como simple aproximación al desastre, más de cincuenta cuerpos de asesinados que descansan –según la expresión consagrada– amontonados, apilados en una obscuridad impenetrable, en una noche sin luz.
Antonio Saura los dibujó uno a uno con dolor, con rabia, y nos los entrega despedazados. Adivinamos entonces cada una de aquellas miradas fijas y sin vida, aquellos ojos que ninguna mano cerró, allá al fondo, de un paisaje después de una batalla, irrisorio Waterloo en medio del siglo XX».
EDUARDO ARROYO
«A pesar del caos y de la invención, mirando con atención los retratos de Antonio Saura uno se entera de que se parecen siempre al modelo: el perro de Goya al perro de Goya, Brigitte Bardot a Brigitte Bardot y Francisco Franco a Francisco Franco con su gorro cuartelero, su ros. Dicho sea de paso, así se llama académicamente esta prenda de uniforme porque la inventó un militar llamado Ros de Olano. Ese sombrero puntiagudo mira al cielo y con su borla que danza por encima de la frente –auténtico badajo de las campanas de iglesias y catedrales– además sirve para ahuyentar a las moscas que todavía no se han posado sobre la casaca del uniforme ni se han concentrado en el lugar de las condecoraciones.
El Señor de las Moscas es el propietario indiscutible de todas las moscas españolas nacidas y por nacer, es el dueño de la finca España –del paraíso de las moscas, según el nombre que le puse a la península ibérica–».
EDUARDO ARROYO
«Antonio Saura delinea, repite y calca una fotografía de Robert Capa de 1937, tomada en el Cerro Espejo (Córdoba) […] El pintor dibuja con intensidad ráfagas de ametralladora evocadoras: primero posa la mancha sobre el papel, luego imprime velocidad al trazo: la velocidad de tiros disparados casi a bocajarro.
Esta fotografía, y muchas más, hicieron que la revista Life, que la publicó, redactara que «si los vivos rehúyen mirar a los muertos, la muerte de estos ha sido vana». Con sus dibujos, Antonio Saura no rehúye mirar a los muertos porque sabe que, si no los mira, si no los dibuja, si no los recuerda, si no los impone, la muerte para aquellos habrá sido vana, aun a sabiendas de que "estamos condenados de antemano y sin embargo continuaremos una lucha feroz", como escribía Arturo Barea en su estremecedora trilogía La forja de un rebelde».
EDUARDO ARROYO
«Me tocó vivir ese cóctel explosivo que amargó mi infancia y mi adolescencia; este siniestro petardeo inútil le apenó mucho más a Antonio Saura por mayor de siete años. Compartimos aquel enorme plato de lentejas caducadas, malolientes y sin bendiciones que nos manchó salpicándonos. Sobre el papel dibujado por el pintor, la explosión se desparrama y todo salta por los aires. Cuarenta años. Cuarenta años. En las enciclopedias, se explica que la voz "cesarismo" es un término tomado de la historia del Imperio romano que alude a una dictadura que, teniendo orígenes militares, se sirve del poder civil para consolidar su liderazgo dentro del aparato militar».
EDUARDO ARROYO
«Ese negro español inextricable bajo un sol plomizo es el natural decorado del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, un matador de toros herido de muerte que asoma la cabeza por el burladero antes de caer de bruces sobre la arena… "¡Oh, blanco muro de España! ¡Oh, negro toro de pena!"».
EDUARDO ARROYO
«Francisco de Goya encarnando a Francisco de Goya ante un público desgastado y triste de ibéricos perdidos en la nada, derechos como muñecos del pim pam pum, salidos de los dibujos de Antonio Saura cuando decide perpetuar a Españoles, apretujados unos contra otros, hundidos en butacas desvencijadas color púrpura. Son todos mudos espectadores de un drama sin fin que se muerde la cola, de una obra mil veces ensayada y mil veces representada. A esas hojas llenas de Españoles, Saura las titula Detrás, en la esperanza. ¿Qué esperanza?».
EDUARDO ARROYO