pintura

Los cuadros de Kandinsky: coincidencia de conjuro y fenómeno.

Pintura y dibujo

Obras II, 2, p. 211

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La palabra lingüística se instala en el medio del lenguaje pictórico, invisible ahí en tanto tal, mas manifiesta en la composición. Al cuadro se le da nombre, en efecto, y esto de acuerdo con su composición. Con lo dicho se entiende que la mancha y la composición son elementos propios de aquel cuadro que pretenda recibir un nombre. Pues un cuadro que no lo pretendiera dejaría ya de ser un cuadro y entraría en el medio de la mancha.

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Las grandes épocas de la pintura se diferencian por la composición y por el medio; por la palabra que aparece y por la mancha en la que esa palabra aparece.

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Recordemos ahora el dadaísmo. Su fortaleza revolucionaria consistía en examinar la autenticidad del arte. Los dadaístas elaboraban bodegones a partir de billetes, carretes, cigarrillos... combinados con ciertos elementos pictóricos. Todo esto finalmente se enmarcaba, para así poder decir al público: «Mirad bien, el tiempo hace estallar el marco que protege vuestros cuadros; el trozo más pequeño procedente de la vida cotidiana dice mucho más que la pintura»; al igual que la huella ensangrentada del dedo de un asesino impresa en la página de un libro nos dice más que el texto.

El autor como productor

Obras II, 2, p. 306

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Fiedler es el primero en demostrar [...] que el pintor no es un hombre que vea de forma más naturalista, poética o extática que las otras personas, sino que él es un hombre que ve bien con la mano donde el ojo fracasa, y que traslada la concreta inervación [...] de los músculos ópticos a la [...] creadora de la mano.

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Ningún poema existe en razón del lector, ni ningún cuadro por el espectador, ninguna sinfonía por su oyente.

La tarea del traductor

Obras IV, 1, p. 9

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