Fanfare Ciorcarlia: la verbena metálica
Fotografía Alonso Serrano
Son una banda de las de antes: para bailar y sudar. En sólo diez años, han saltado de un minúsculo pueblo de los Balcanes en Rumania al circuito internacional de conciertos y acaban de recibir el premio de la BBC al mejor grupo de «world music». Tras su prueba de sonido, antes del primero de los dos conciertos que ofrecieron en el CBA, sacaron un rato para repasar su trayectoria.
Las orquestas de metales gitanas tiene su origen en las fanfarrias militares turcas. Llevadas al registro más festivo, las bandas del Este de Europa, especialmente populares en Rumania, son una tradición consolidada en bautizos, bodas y funerales. Los músicos de la Fanfare Ciocarlia, como es costumbre, presumen de ser los que tocan más rápido del mundo y lo cierto es que su zafarrancho de tubas, trompetas, trombones, clarinetes y percusiones ha animado ya a audiencias de medio mundo.
Son una banda popular, todos ellos campesinos, obreros o artesanos. Su primera misión musical: demostrar que tienen capacidad física para actuar las treinta horas seguidas que exigen muchas de sus celebraciones. Nunca llegaron al nivel de lautari, la casta de músicos profesionales en Rumania. Algún sábado han tocado en una boda en su pueblo –Zece Prajini– para empalmar con un vuelo internacional el domingo por la mañana y actuar en otro continente. Estas dos caras de su trabajo son las que intentó captar el documental Iag Bari: Brass on Fire (Ralf Marschalleck, 2002), galardonado con un premio en el festival de documentales «In-edit» de Barcelona en 2003 y con la Rueda de Oro del Festival de Roma.
Para el gran público, se dieron a conocer en la película El tiempo de los gitanos (1989), de Emir Kusturica, en la que participaban junto a otros artistas. Este también fue el nombre de un espectáculo con el que actuaron varias veces en España cosechando un gran éxito. Su música ha sonado también en otras películas de prestigio como Contra la Pared (Fatih Akin) o la comedia Crimen Ferpecto (Alex de la Iglesia). El grupo lo forman tres generaciones de músicos: los más jóvenes en la treintena y el mayor de 64 años. En España son tremendamente populares gracias a los desbocados conciertos que han protagonizado ante públicos tan diversos como los de Los Veranos de La Villa o el festival Viña Rock. En el Xacobeo 2004 la Fanfare Ciocarlia tocaron en un festival al aire libre delante de 75.000 espectadores, como los Rolling Stones.
Pero veamos qué tienen ellos que decir: «Cuando cuento que venimos de Zece Prajini, en la frontera con Moldavia, más allá de los Cárpatos, es como si dijera que venimos del fin del mundo. Pero el fin del mundo es el lugar ideal para tocar nuestra música» afirma Oprica Ivancea, clarinete soprano, líder del grupo y responsable de todas las declaraciones de este artículo. Aunque son muchos los mapas en los que ni siquiera figura su pequeño pueblo, curiosamente fueron descubiertos por un alemán, Henry Ernst, que vendió sus posesiones para convertirse en su primer manager.
Ivancea resume así el espíritu de sus conciertos: «Nuestro primer bolo internacional fue en Francia, durante la primavera de 1996. Así que ahora acabamos de cumplir diez años. Nuestro espíritu es el de la fiesta, tratamos de levantar los ánimos a la gente. Nos encanta llevar la diversión fuera: en muchos conciertos agarramos los instrumentos y acabamos tocando en la calle. Es casi una forma de vida. Cuando estamos de gira, damos unos cien conciertos al año».
Durante la entrevista sólo se impacienta una vez: «¿Sentido del humor? No creo que tengamos un especial sentido del humor. Supongo que hay gente que nos puede encontrar cómicos, pero no es nuestra intención en absoluto. Lo que nos interesa es hacer que la gente baile. Ese es el mejor indicador de nuestro éxito. Bueno, últimamente también tocamos en sitios más elegantes, como salas de música clásica. Hemos tocado en Viena. Nos gusta, porque la gente esta más atenta, aunque también nos preocupa, porque como no bailan, no sabemos si les está gustando. En todo caso, en esas salas el público es mayor, así que lo mismo no bailan porque no pueden».
Su disco más reciente se titula Gili Garabdi (2005) y es un intento de acercarse a los terrenos del jazz. «¿Quién puede estar seguro de que el jazz no lo inventaron algunos de nuestros primos inmigrantes que se fueron a Estados Unidos?». Lo cierto es que en 1864, con la abolición de la esclavitud para los gitanos rumanos, miles de ellos viajaron a EE UU. «Estamos muy contentos con este último trabajo». El disco incluye una versión del tema central de las películas de James Bond, lo que ha llevado a algunos críticos a ver cierta conexión con la lógica del ska, un género jamaicano en el que también es habitual apropiarse de sintonías populares. «Nos interesa el ska porque es música feliz, como la nuestra. Confieso que una vez les copiamos un fragmento a los Skatalites». En todo caso, el acercamiento al jazz de este último trabajo transita por los territorios más populares de este estilo musical, quitándole solemnidad y pisando el acelerador.
El álbum Iag Bari (2001) es otra muestra de su poderío triturador: mezclan la intro de «Hit the road Jack», de Ray Charles, con el clásico latino «Moliendo café». Sus canciones tienen cierto espíritu chatarrero y vitalista, que lo mismo encajaría en una verbena que en una sintonía de dibujos animados salvajes, al estilo de «Rasca y pica», de Los Simpson. Según The New York Times «este grupo explica por qué las bandas gitanas de Rumania son comparadas con las Harley-Davidson: velocidad, estabilidad y buen ruido».
Antes vino Baro biao: World Wide Wedding (2000), un compacto que muchas empresas especializadas en organizar bodas en EE UU incluyen en su repertorio. «Técnicamente, es el trabajo del que estamos más orgullosos y el más complicado de tocar. Es el que más le gusta a los músicos que se cuentan entre nuestros fans». Según su web, se trata de «música zíngara con influencias del folclore de los Cárpatos».
Nuestro interlocutor, Ivacenca, es un hombre afable, sonriente, con pinta de esforzarse por disfrutar de la vida. Maneja la prueba de sonido del grupo y sale del camerino con un gin tonic en la mano. Explica de forma muy sencilla el funcionamiento del grupo: «Es cierto: siendo tantos, a veces cuesta tomar decisiones. Salimos adelante porque entre los doce hay algún tipo de conexión. Todo lo discutimos, pero yo soy una especie de jefe. Creo que los chicos me tienen respeto».
Hay un dato que siempre se cita en las biografías de este grupo: actuaron en el cincuenta cumpleaños del compositor Danny Elfman, responsable de casi todas las bandas sonoras de las películas de Tim Burton. «Nos lo pasamos bomba. Él es fan nuestro y nosotros somos fans suyos. La casa de Elfman estaba llena de celebridades; yo estuve un rato con JR, de la serie Dallas. Me hizo mucha ilusión y tengo una foto con él, pero no pudimos hablar mucho, porque ya está un poco sordo. También estuvimos viendo Hollywood y me hice una foto en la estrella de Jackie Chan. Durante nuestro concierto Danny se puso a llorar. Estaba emocionado. No entiendo que llorara: fue una fiesta preciosa. La mejor en la que he estado en mi vida».
PRIMOS CERCANOS
Esma Redzepova
Nació en un pueblo cerca de Skopje y acaba de celebrar su cuarenta aniversario en la música. Ha dado más de 15.000 conciertos en todo el mundo, 2.000 de ellos para asociaciones humanitarias (por los que fue nominada al Nobel de la Paz en 2002). Se la conoce como «La reina de los gitanos» y su música combina las típicas melodías de los Balcanes con un rico detallismo logrado con violines, clarinetes y acordeones. También admite una profunda influencia del folclore oriental (sobre todo, indio y persa). En los comienzos de su carrera fundó el grupo Esma Ensemble Teodosievski junto a su marido, el fallecido Stevo Teodosievski, otra figura musical imprescindible en Macedonia. Su voz suena en más de quinientos ochenta y seis discos distintos, incluyendo colaboraciones y recopilaciones.
Más información www.esma.com.mk
Musafir (Gitanos del Rajastán)
Literalmente, musafir significa peregrinaje o viaje espiritual. Este grupo está considerado uno de los más competentes y abiertos de Rajastán ya que combinan recursos de las diversas culturas del país, entre ellas la hindú, la musulmana, la sufí y la gitana. Se les conoce por la espectacularidad de sus conciertos en los que incluyen partes acrobáticas, contorsionismos y coreografías. Su música se caracteriza por el lirismo y el canto rítmico y sus letras celebran los matrimonios y nacimientos, el amor y la épica. En los últimos cinco años han girado intensamente, dando unos cien conciertos al año en más de treinta países.
Más información www.musafirmusic.com
Taraf de Haïdouks
Taraf, en turco, significa «grupo de músicos». En cuanto a los haïdouks, fueron unos legendarios bandidos al estilo de Robin Hood. Este proyecto musical nace en un pueblo de Rumania llamado Clejani, cerca de Bucarest. Como la Fanfare, también son doce y sus edades van desde los veinte del más joven hasta los ochenta años del más veterano. Todos son originarios de Rumania, menos el clarinetista Filip Simeonov, gitano de Bulgaria, y los descubrieron dos músicos extranjeros: Stéphane Karo y Michel Winter. El belga Karo había conocido en sus viajes a Nicolae Neacsu, enciclopedia viva del folclore rumano, que vivía solo en una caballeriza. Juntos trataron de organizar una banda y grabar algo, pero debido a la inestabilidad del ambiente político, que terminó con la violenta caída de Ceaucescu, la cosa no cuajó. Sin embargo, más tarde el proyecto fue saliendo adelante y el disco de debut, Musique des Tziganes de Roumanie (1991), entró en las listas de ventas europeas, abriéndoles las puertas a una gira internacional y a una aparición en el Womad de Montreaux. En 1992 el grupo fue invitado a tocar y grabar en la televisión junto al director Yehudi Menuhin. Antes de grabar su cuarto disco, los de Taraf estaban encantados de aparecer por primera vez en la televisión en su país, pero se preocuparon cuando los titulares de un diario local exageraron diciendo que el actor Johnny Depp les había pagado cien mil dólares por tocar en su club: «La mafia andará tras nosotros», dijeron. Su música ha sonado en las películas Latcho Drom (Tony Gatlif) y The Man Who Cried (Sally Potter).
Más información www.jornada.unam.mx/2005/04/16/a10n1esp.php