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Kinderwunsch: buscando la identidad a través de la maternidad

Entrevista con Ana Casas Broda

Ignacio Salcedo y Raquel Martínez
Lucio y Ana, Ana Casas Broda, «Kinderwunsch»

Ana Casas Broda establece en Kinderwunsch un diálogo con el público que va mucho más allá de la imagen expuesta. Las fotografías nos sitúan en un espacio en el que afloran los recuerdos y sentimientos enterrados en el pasado de la memoria del espectador, bien como hijo/a, bien como padre o madre. Una narración que nos ubica en varios tiempos y que nos lleva a abordar cuestiones internas relacionadas con la maternidad, la crianza, la educación o los afectos, siempre con la intención de encontrar la propia identidad como telón de fondo. Un proceso de búsqueda que Ana Casas Broda ya había tocado, aunque con otros enfoques, en sus trabajos anteriores: Álbum y Cuadernos de dieta

Cuarto de juegos II, Ana Casas Broda, «Kinderwunsch»
Cuarto de juegos IV, Ana Casas Broda. Foto extra «Kinderwunsch»

¿Es Kinderwunsch la consecuencia de sus trabajos anteriores?

Sí y no. La temática sí que tiene relación con la identidad y el cuerpo, pero es diferente. Una parte de Álbum sí tiene que ver con el cuerpo y las relaciones, pero con respecto a Kinderwunsch pasaron muchos años y el abordaje es distinto: el color, la iluminación y el tratamiento de las imágenes es diferente. Además, hay un inicio y un fin.

Pero sí hay un nexo muy fuerte en búsqueda de la identidad familiar. ¿Es difícil involucrar a la familia en ese proceso?

No, resultó muy natural y orgánico. Una constante en mi trabajo es tratar temas que considero absolutamente necesarios, pero que no sé dónde me va a llevar. En este caso quería estar presente en un trayecto que iba a recorrer como autora y en el que el espectador iba a hacerlo a mi lado y solo podía hacerlo a través de la imagen y con los ojos bien abiertos. La idea inicial era hacer un libro en el que hubiera un principio y un fin con etapas de cambio, por eso las reflexiones y los pensamientos están presentes también en el trabajo. Necesitaba de mi familia y en la mayoría de imágenes participó mi hijo Martín, que me proponía juegos que encajaban bien en este trayecto vital y gracias al cual se produjeron muchos momentos de conexión con un vínculo muy cercano. 

Esos textos de los que hablabas son fundamentales en este trayecto en el que te embarca la exposición, ¿son una especie de terapia? 

Todo es terapia; pienso que todo en la vida son procesos que te ayudan a entender... pero para ello hace falta una narrativa. La narración permite tanto al espectador como a uno mismo, entrar en una situación en la que de otra manera no entrarías, o no compartirías. No llegaríamos nunca a estos puntos de contacto que tienen que ver con la transformación existencial, el cuerpo, la identidad... Este trabajo me convierte en el personaje de la narración, pero con la fotografía lo haces de una manera mucho más personal que con la literatura. Me dicen que me expongo mucho, pero a mí me da la impresión de que no del todo. Considero que sí es un proceso de comprensión de la existencia y que el momento de tener hijos tiene que ver con el pasado, el presente y asumirse en una cadena generacional familiar, vital. Cuando se tienen hijos uno vuelve inevitablemente a la propia infancia y te ves catapultado a situaciones que estaban ocultas y enterradas. La edad de Martín me ponía en un lugar concreto que yo tenía que revivir para ubicarme en el presente. El texto construye esta narración de diferentes tiempos y se convierte en un ir y venir entre pasado y presente, algo que genera contrastes entre estos y las imágenes. 

En cierto modo son los distintos tiempos que se entrecruzan en la conferencia sobre los libros de su vida que Ricardo Piglia dio con motivo de la exposición Fragmentos de un diario en el CBA y que reproducíamos en Minerva 24. Mezclaba lo que quedó escrito en su diario, los recuerdos que florecen en torno a lo escrito en ellos, y los pensamientos subyacentes del presente. Algo que tiene que ver con esto que hablamos, pero con la fotografía sí que captas ese instante realmente tal como es/fue, tal como lo visualizamos en el momento que se hizo, el recuerdo se reconstruye desde algo tangible, no desde otro recuerdo.

Es que la fotografía sí que tiene ese poder de hacer de ancla en el presente, pero efectivamente, todo el imaginario que provoca (ecos, reflexiones, representaciones y recuerdos) tiene que ver con la imagen que queda en la mente acerca de lo vivido. La clave es poner dentro de un mismo trabajo estos diferentes tiempos. Es complicado elaborar esa narrativa en cuanto a términos de imagen, pero es lo que me interesa.

Teniendo en cuenta la distorsión de la memoria, ¿has tratado de ofrecer a tus hijos las respuestas y recuerdos que, de otra manera que no hubiera sido a través de la fotografía, no hubieran podido tener? 

No. Tenía más que ver con construir un presente. Lo dice muy bonito Susan Bright en Mnemosyne, es como reconstruir también mi propia historia más que la de mis hijos, un acto de construir recuerdos. En ese sentido sí es terapéutico, es psicoanálisis, pero en un sentido filosófico más complejo, más cercano a las teorías de Jacques LacanJaques Lacan: psicoanalista y psiquiatra francés, conocido por sus aportes a las teorías freudianas y el desarrollo de su tesis acerca del inconsciente estructurado como lenguaje.. Tener hijos te ubica en otro plano de la experiencia como ser humano.

En tus fotografías está muy presente el cuerpo, ¿ha cambiado el sentido de tu propio cuerpo con la maternidad? 

El cuerpo se vuelve el símbolo, el espacio de batalla de la identidad, tanto socialmente como internamente. El cuerpo es el espejo de todos los estereotipos, la incomodidad con uno mismo... La maternidad hace que este se vuelva un espacio diferente, lo convierte en algo pasajero que lo transforma y permite pasar a otro lugar con otro sentido y una manera distinta de sentirlo. Toda la experiencia junta permite una comprensión diferente del ser humano, de mí misma, del tiempo. Sí, todo este proceso me ha cambiado completamente. 

Toda esa preocupación por la propia estética tan asentada en la sociedad queda sumergida por completo con la maternidad. Me encanta esa frase de sentirte pasajera de tu propio cuerpo. Es muy gráfica, ¡incluso para un hombre! 

Pues es que es muy extraño realmente. Sentir que hay alguien creciendo dentro de ti… uno no se lo imagina si quiera. Es como si estuvieras en un viaje extraño, pero muy interesante. Son experiencias que se suponen naturales, pero no creo que sea algo para lo que uno esté preparado.

Ni como padre. Entre los textos de la exposición dices: «Yo no sabía nada de niños».

¡Ni de afecto! Que es un poco dramático...

¿Hay una correlación del trabajo que hizo tu abuela con la cámara a la hora de fotografiar con lo que haces tú?

Sí. Cada vez me doy más cuenta de que mucha gente, sobre todo la que se dedica al arte, tiene un conflicto para poder coexistir consigo mismo. El arte permite transformar esa experiencia o esa incomodidad, esa necesidad de ubicarte, cuestionarte o estar atento a todo lo que está pasando, para poder existir en tu piel; estar presente. Pienso que tiene que ver con cierta incapacidad de conectarse con el presente, algo que solo se logra a través del acto artístico. Lo que hacía mi abuela tenía que ver con la depresión, la tristeza, la ausencia… se vinculaba a sí misma a través de la cámara, y a la vez a mí, a través de las imágenes. Sí se parece a mi trabajo porque fotografiar tantos años a mis hijos, me ha ayudado a construirme a mí misma como persona y madre de ellos y lograr esa vinculación, conexión y afecto. No solo lo he conseguido a través de las imágenes, sino con el acto mismo de estar presente. 

Kinderwunsch es un trabajo valiente y distinto. ¿Por qué no se suelen ver este tipo de imágenes?

El tema de la maternidad no está muy trabajado en la fotografía. Al principio enseñé mi trabajo y obtuve malas respuestas. Algunas mujeres me decían, «no, es que esto es como muy fuerte»; o algunos hombres, «no, es que esto no es un tema» o «es demasiado real». Tuve suerte cuando me contactó Susan Bright, que estaba haciendo su libro Autofocus, para pedirme imágenes. Desde entonces mantuvimos contacto durante años, ya que ella estaba haciendo un doctorado sobre representaciones de la maternidad en la fotografía contemporánea. Intercambiamos muchas opiniones e informaciones hasta que participé en Home Truths, exposición vinculada a este tema, que acabó con un libro en Photographers’ Gallery. Me sumergí en leer y ver mucho sobre maternidad y es un tema poco abordado, pero que despierta reacciones muy interesantes. 

Quizás todos los padres se ven reflejados en ellas, ven su propia historia, como dices.

Mi lectura es que cuando tenemos hijos, los primeros años sobre todo para la mujer –sin excluir al hombre– son demasiado intensos y físicos: entre la ansiedad, no dormir, las hormonas, etc. Todo hace que olvidemos, lo mismo que el parto. Era curioso ver que los editores a los que mostré el trabajo daban opiniones muy diversas. Unos decían que era demasiado real, que apelaba a sensaciones demasiado crudas o deprimentes, otros, que era muy tierno... Lo que realmente ocurría era que me hablaban de su propia experiencia a todos los niveles. Eso para mí ya es que el trabajo está funcionando.

¿Por qué incluíste imágenes de un cordón umbilical, de las uñas, etc? ¿No te dio miedo que pudieran causar repulsión? La verdad es que son cosas que ni te cuentan los amigos que han tenido hijos, pero te las encuentras y, de primeras, resultan marcianas. 

Al cabo de un tiempo he sabido que en algunas zonas de México los padres conservan el cordón umbilical y lo entierran en una maceta o bajo un árbol. Hay toda una mitología detrás. A Susan Bright esas fotos le dan asco, pero para mí son como el diario de un viaje.

Es curioso que te digan que algunas imágenes son «demasiado reales». Estamos todos los días viendo cosas «brutalmente reales» como para ahora negar un trabajo que no toca ni la violencia ni el sexo.

Me tiene harta que me digan que les incomodan mis fotos. He llegado a contestar: «Claro, es que no están decapitados». En México puedes ver las cosas más infames de violencia en un museo, es lo mismo que en muchas redes sociales que no puedes poner la imagen de una mujer amamantando a su bebé, pero sí un decapitado. Algo está pasando. Me tocó hacer la promoción del libro de Susan Bright junto a Elinor CarucciElinor Carucci: fotógrafa israelí, autora de trabajos como Closer, Diary of a Cancer, Crisis, Comfort, Pain o Mother, su más reciente trabajo, que ha sido expuesto en la MoCP de Chicago y en la Galería Edwynn Houk de NY, donde además es profesora de fotografía., que tiene un trabajo parecido al mío. Ella estaba realmente preocupada por lo que la gente pensara. En Estados Unidos hay un miedo horrible; todo lo ven como un abuso a menores. Hay una pregunta totalmente normal que hay que hacerse: ¿dónde empieza la sexualidad y donde acaba el afecto? ¿dónde están los límites y la frontera? Esa frontera está marcada por la experiencia del afecto hacia los propios hijos y por no catalogar superficialmente lo que significa. Yo ahora mismo no haría estas fotos con mis hijos que ya son más mayores. Es la transformación, el crecimiento, el cuerpo, el respeto a la identidad... 

Es que hay personas que se escandalizan por el hecho de ver un pecho. 

La serie empieza con una foto roja donde le estoy dando el pecho a Martín con tres años y yo estoy un poco sexy. Me dije: «Esto está pasando». A mis hijos les di pecho hasta los tres años y me importaban un rábano las situaciones; me los llevaba a reuniones con directores de museos, incluso. Todo el mundo me miraba. Me resulta extraño esto de qué está permitido, qué no. En México DF casi meten a la cárcel a una mujer por dar pecho en un espacio público. Pero en cambio, las mujeres de San Juan Chamola en Chiapas dan hasta los nueve años. O sea, ¿qué pasa con toda esta noción del cuerpo, del afecto, de la sexualidad, de lo que está permitido, de lo que no? Me parece un tema incluso político y muy fuerte. Hasta tuve miedo a que me atacaran o me demandaran. 

Es curioso lo difícil que es cambiar el chip. Los adultos tratamos de tener todo controlado, es difícil que nos salgamos del guion, pero con los niños es imposible. Tú has conseguido aunar el trabajo, la familia y el yo en el mismo espacio, algo que para la mayoría es imposible. 

Ahora me doy cuenta de que hay una cierta desconexión con el presente, que tiene que ver con ser workcohólico que lo llaman en México. Es decir, esto de trabajar todo el tiempo y casi necesitarlo. Tiene que ver con disfrutar tu trabajo, pero por otro, con la incapacidad de simplemente estar. La manera de procesar y entender lo que pasaba solo se conseguía poniendo atención, y para ello me obsesioné. Me doy más cuenta, y de ahí las obsesiones y los vicios, que hay una cierta incapacidad de digerir con pausa, tranquilidad y paz la propia experiencia. No todo el mundo, la gente más feliz, no, pero sí casi toda la gente que se dedica al arte; lo percibo con mis propios alumnos. 

Tras el parto, ¿sentiste en algún momento que recuperabas tu ser? Viendo las imágenes de aquello, ¿vuelves a ser Ana Casas Broda? 

En el momento en que se es madre, la mujer es como si se convirtiera en otra cosa hacia fuera. Se crea un hueco en la percepción de una misma en ese espacio. Es como volver a ser punto de referencia del otro. Llega a ocurrir que los hijos no ven a los padres como personas. Cuando se es niño no imaginas que tus padres se hayan podido hacer preguntas al tenerte, no imaginas sus dudas, sus conflictos de identidad, etc. 

En España se ha comenzado a hablar mucho de crianza y maternidad. Lo que pasa que es verdad que no se trata siempre desde todos los puntos de vista, siempre es «el niño es un poco cabrón», o «hay que ser duro con los niños».

Mi madre es austríaca y toda la educación anglosajona se basaba en que al niño había casi que «domesticarlo», «dominarlo». Es absurdo. La psicoanalista Alice Miller en su El drama del niño dotado, habla de que —ella no es teórica, es freudiana— los padres proyectan su propio deseo sobre los niños y que en los primeros años del niño, para sobrevivir tiende a borrar su propio deseo. Cuando los padres no tienen medianamente resuelto su conflicto, lo que hacen es proyectarlo sobre el niño desde todas formas y no dan el espacio para que se desarrolle el «yo» del niño, ese espacio de aprender, de medir límites... La dureza con los niños no me va. 

BIBLIOGRAFÍA

Kinderwunsch. Ana Casas Broda, Madrid, La Fábrica, 2013.

Álbum. Ana Casas Broda, Murcia, Editorial Mestizo, 2000.

Home Truths. Photography and Motherhood. Susan Bright, Nueva York, 
Art/Books, 2013. 

EXPOSICIÓN KINDERWUNSCH / PHE15
02.06.15 > 30.08.15

ORGANIZA FUNDACIÓN TELEVISA • PHOTOESPAÑA • CBA
COLABORA SECRETARÍA DE RELACIONES EXTERIORES DE MÉXICO • AGENCIA MEXICANA DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL PARA EL DESARROLLO