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Moisés y Aarón en la correspondencia de Arnold Schönberg

Traducción Guadalupe González | Cartas, dibujos y partituras reproducidos con permiso de Belmont Music Publishers (Los Angeles)
Autorretrato de Arnold Schönberg. Acuarela sobre papel, 1944

Aunque durante años se esforzó por dar forma al tercer acto, Arnold Schönberg dejó inacabada la que muchos consideran su obra maestra, la ópera Moisés y Aarón. En su correspondencia con algunos de sus amigos y colegas dejó testimonio de algunas de las dificultades que encontraba para terminarla y de distintos asuntos relacionados que le preocupaban. Minerva reproduce parcialmente  cuatro de esas cartasMinerva quiere agradecer a Lawrence Schoenberg su extraordinaria amabilidad al dejarnos reproducir las cartas, dibujos y partituras de su padre, y al Arnold Schoenberg Center en Viena su eficacia y rapidez a la hora de enviarnos los materiales.

Partitura manuscrita de Moisés y Aarón de Arnold Schönberg. Territet, Suiza, julio de 1931

A Anton Webern

Territet, Suiza, 12 de septiembre de 1931

[…]

Como ya he mencionado, dar forma a un libreto requiere mucho tiempo. Por ejemplo, me llevó muchísimo tiempo conseguir montar apropiadamente la escena «Danza alrededor del becerro de oro». Quiero dejar tan poco como sea posible en manos de los productores, esos nuevos déspotas del arte teatral, e incluso me he esforzado cuanto he podido por dejar bien planteada la coreografía. Pues todos los asuntos de este tipo pasan por un muy mal momento hoy día, y la arrogancia de esos meros subalternos y su total falta de consciencia solo son superadas por su barbarismo y su debilidad. Pero ahora ya he resuelto la mayor parte de los problemas y espero tenerlo todo acabado pronto. Usted sabe que no soy muy entusiasta de la danza. En general, su expresividad me resulta similar a la de la más cruda música programática; y la petrificada cualidad mecánica de su «belleza» es algo que no puedo soportar. En cualquier caso, hasta el momento he conseguido planear movimientos que, al menos, entran en un ámbito de expresión diferente de las cabriolas del ballet común y corriente. Esperemos que sea capaz de completar la tarea. Bueno, ahora ya le he contado mucho sobre mi trabajo, y me gustaría volver a él, así que he de dejarle por hoy. Me gustaría poder enviarle el libro, pero el caso es que dista mucho de estar terminado, pues a menudo escribo las palabras definitivas justo antes de componer. Ciertamente, muchas veces lo he hecho incluso después, cuando era solo cuestión de construir una segunda o tercera «estrofa», como si dijéramos.

[…]

A Alban Berg

Barcelona, 20 de enero de 1932

[…]

Ya he recibido el libretoSchönberg había enviado a Berg el libreto de Moisés y Aarón [nota de traducción en la edición inglesa, Arnold Schoenberg Letters, editadas por Erwin Stein, St. Martin’s Press, Nueva York, 1965]. y estoy encantado con lo que ha escrito al respecto. Me habría gustado poder enseñarle dos etapas distintas de la obra: lo cierto es que, después de que usted leyera el segundo acto, he estado trabajando mucho en él y estoy seguro de que se quedaría asombrado al ver la magnitud de los cambios (aunque, ciertamente, más en el espíritu que otra cosa). Pero para haber podido mostrárselas tendría que haber copiado una gran parte, y me temo que no lo hice. Ahora es demasiado tarde, porque las versiones previas se han perdido con los cambios sucesivos. 

[…]

Me interesaría mucho oír sus impresiones sobre la escena del becerro de oro, en la que he puesto mucho «significado». Probablemente su representación tenga una duración de unos veinticinco minutos. Pero pienso que suceden suficientes cosas como para mantener al público satisfecho, incluso si no entienden nada de todo lo que quiero transmitir con la escena. Pero lo que realmente me gustaría saber (si es que todavía tiene la escena en mente) es, ¿se entiende algo?

[…]

A Walter Eidlitz

Berlín, 15 de marzo de 1933

Querido Señor Eidlitz,

muchas gracias por sus dos librosWalter Eidlitz había enviado a Schoenberg su libro Der Berg in der Wüste [La montaña en el desierto], que trataba sobre la historia de Moisés [nota de traducción en la edición inglesa, Arnold Schoenberg Letters, ed. cit.]., que me han gustado mucho, a pesar de que el hecho de estar tan implicado personalmente con mi propio trabajo me impida en cierta medida seguir su línea de pensamiento. A pesar de todo, he sido capaz de apreciar su belleza y relevancia.

Los elementos en este asunto tremendo que yo mismo he puesto en primer plano son la idea del Dios inconcebible, del Pueblo Elegido, y del líder del pueblo. Mi Aarón se parece a su Moisés, aunque no lo haya descrito con tanto detalle ni lo haya mostrado en términos de sus limitaciones humanas, como usted ha hecho. Mi Moisés se parece, más bien, al de Miguel Ángel. No es en absoluto humano. Pero lo que es interesante es que nos hayamos acercado tanto el uno al otro en la introducción, en la presentación formal e incluso en la evaluación de la escena con el becerro de oro. Para mí también significa el sacrificio hecho por las masas, tratando de romper con una creencia «desprovista de alma». En el tratamiento de esta escena, que de hecho representa el núcleo mismo de mi pensamiento, he ido prácticamente al límite, y probablemente es ahí también donde mi pieza es más operística; como sin duda ha de ser.

Mi tercer acto, en el que estoy trabajando de nuevo, por no decir que lo estoy reescribiendo –al menos por cuarta vez–, se titula por el momento «La muerte de Aarón». En este punto me he encontrado enormes dificultades debido a algunas contradicciones casi incomprensibles en la Biblia. Pues aunque, comparativamente, hay pocos lugares en los que me adhiero estrictamente a la Biblia, precisamente aquí me resulta difícil superar la contradicción entre «y golpearás la roca» [Éxodo 17, 6] y «hablad a la roca» [Números 20, 8]. Usted que ha trabajado sobre este material durante largo tiempo, quizá pueda darme algunas referencias a cerca de esta cuestión. Hasta ahora he estado intentando hallar una solución por mi cuenta. En lo que respecta a mi drama, podría arreglármelas incluso sin resolver este problema pero, aún así, ¡la cuestión me sigue persiguiendo! 

[…]

A Peter Gradenwitz

Nueva York, 20 de julio de 1934

[…]

Debo apresurarme a responder sus preguntas, pues tengo una gran cantidad de cartas aguardando respuesta.

Mi interés por el judaísmo:

El naufragio de los esfuerzos por la asimilación me quedó claro en 1917. Alistado con el ardiente deseo de probar mi valor en el frente, me sentí rechazado por primera vez, pero de manera definitiva, cuando descubrí por la fuerza que esta guerra se libraba al menos en igual medida contra los enemigos internos que contra los externos; y que nosotros, los judíos, éramos considerados enemigos internos, independientemente de cuál fuera nuestra postura política en los restantes asuntosEn 1916, debido a rumores que sostenían que los judíos estaban evitando alistarse en el ejército para no tener que luchar por su país en la Primera Guerra Mundial, se llevó a cabo un recuento de soldados judíos en el ejército prusiano, llamado Judenzahl. El recuento, cuyo resultado no se hizo público, mostró un alto nivel de alistamiento entre los judíos prusianos, pero también alienó de manera notable a los judíos que hasta entonces habían intentado una completa asimilación con la identidad nacional prusiana [N. T.].. (Privado: la Señora Freund se equivocó; yo nunca estuve inclinado al protestantismo, pero sí que tuve, como la mayoría de los artistas de mi tiempo, una fase católica. Por favor, ¡¡¡mantenga esto en privado!!!). A partir de esta experiencia, me quedó claro que nosotros, los judíos, dependemos de nosotros mismos y que bien pronto todos nosotros íbamos a tener que sufrirlo en carne propia. Mi reflexión en torno a esta toma de conciencia me condujo al drama El camino bíblico, en el cual hacía referencia a la posibilidad indicada en la Biblia del establecimiento de un estado judío independiente, sin que por ello haya yo tomado postura a favor o en contra del sionismo. Pues los esfuerzos sionistas son sagrados para mí desde entonces, aunque por motivos tácticos y estratégicos no me pueda unir a ellos por completo.

Mi ópera Moisés y Aarón, que en principio iba a ser parte de una trilogía nacional, fue puesta por escrito por primera vez en 1928 en forma de oratorio. Más tarde cambié el plan: El camino bíblico pasó a ser una pieza independiente, la tercera parte fue omitida por completo, y Moisés y Aarón pasó a ser una ópera. La idea principal es la contradicción entre principio y política, entre la pura idea de Dios y el sentimiento nacional primitivo. En esa lucha solo podía vencer, en mi opinión, la idea.

La escalera de Jacob me gustaría mucho terminarla –tan pronto como me vuelva a hallar en ese estado de ánimo– pero no sé cuándo podrá ser.

Actualmente tengo la intención de completar el tercer y último acto de Moisés y Aarón. ¡El segundo lo terminé en febrero de 1932 en Barcelona! Además, trabajo en mi obra teórica. Ahora mismo, en el primer volumen: El pensamiento musical y la lógica, el arte y la técnica de su representación.

Ya he respondido a todas sus preguntas. Haga el favor de acusar recibo de esta carta.

Muchos saludos cordiales al Doctor y a la Señora Wolfsohn, a su esposa, a su cuñado y a usted. Suyo,

Arnold Schoenberg