Espacios y palabras
Coloquio Isidoro Valcárcel Medina • Jaime Vallaure
Para Isidoro Valcárcel Medina (Murcia 1937) «siguemepollo» es la palabra más bella del idioma. Comprometido desde hace cinco décadas con una forma de hacer arte que no pueda ser objeto de especulación en el mercado artístico, este pionero del arte conceptual en España se ha cuidado siempre de realizar obra que no pueda ser coleccionada y de no producir documentación sobre la misma a la que pueda echarle el guante un sistema capaz de asimilar toda disidencia. Ello no le ha impedido recibir el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2007 y el Premio Velázquez en 2015, y es que Valcárcel Medina es un maestro de la aporía o de hacer que las instituciones sean las que pasen, en cada uno de sus acercamientos al artista, por el aro que le tienen preparado con su nombre. El que una vez pintó de blanco, con un pincel del 8, una pared blanca del MACBA a cambio de la remuneración de un pintor de brocha gorda, conversa hoy sobre su recién publicado Diccionario personal de la lengua española con su editor, Jaime Vallaure, también artista vinculado al arte de acción y la performance, integrante de Los torreznos, y codirector de Entreascuas Editores. En su Diccionario personal Valcárcel Medina rehace el Diccionario de la lengua española a su manera, reordenándolo en función del número de letras, reescribiendo a mano su vocabulario favorito, incluyendo nuevas palabras, arrinconando las que no le interesan, y asignando espacio a cada palabra en función de la importancia que «circunstancial y transitoriamente» le merecen.
JAIME VALLAURE
Lo primero que hiciste para realizar este trabajo fue leer en papel todo el Diccionario de la lengua, por ello me ha parecido pertinente comenzar comentando que su última edición, la número veintitrés, es la última que se publicará en formato libro: las próximas serán únicamente digitales.
ISIDORO VALCÁRCEL MEDINA
Sí, es una verdadera pena porque un no digitalizado también tiene perfecto derecho a consultar el diccionario, pienso yo.
JAIME VALLAURE
Tu libro se divide en tres partes. El procedimiento inicial fue ir marcando en el Diccionario de la lengua española las palabras que querías, y que son las que van manuscritas en la primera parte o parte «personal» de tu Diccionario; por otra parte marcabas las palabras que desechabas, que están amontonadas en la tercera parte o de «restos» y, por último, las palabras que dejabas sin marcar han pasado a un «apéndice» en el medio que es una especie de limbo de palabras en espera de un juicio posterior. Esto, ¿lo tenías claro desde el comienzo?
ISIDORO
Hombre, tanto como claro… A veces tenía que revisar, incluso después de haber puesto un «sí» o un «no» con frecuencia me parecía que los síes debían ser noes y al revés.
JAIME
Los preámbulos de los diccionarios son textos que muchas veces no se leen, pero en este caso creo es fundamental. Podríamos comentarlo porque atañe a toda la obra. Empieza así: «Es preciso, en primer lugar, destacar que el presente diccionario, tal como indica su título, está compuesto de acuerdo con los criterios personales de su autor, ateniéndose, en lo fundamental, al vocabulario usado y preferido por este».
ISIDORO
Sí, esa es la parte descriptiva, y en el párrafo siguiente está lo fundamental.
JAIME
«Este diccionario no es solo personal, sino también circunstancial y transitorio».
ISIDORO
Exacto. Se refiere a lo que te decía hace un momento, a veces pones un «sí» y luego piensas que debería ser un «no», es una decisión muy transitoria.
JAIME
Y eso ¿cómo lo llevas?
ISIDORO
En esos casos pienso «bueno, esto era así en ese día y a esa hora» pero ante la evidente imposibilidad de que permanezca actualizado, he renunciado a mirar más mi diccionario porque estoy en desacuerdo con muchísimas cosas.
JAIME
La Real Academia Española tiene el empeño de que aumente el número de lectores contabilizados en su página web: en marzo de 2016 había setenta y tres millones de consultas. Si el diccionario pasa a ser solo digital se supone que habrá muchísimas más, pero la edición digital, al perder la característica de estar fijada en un objeto, hace que sea un diccionario absolutamente transitorio.
ISIDORO
Los que somos anti digitalización advertimos ese fallo que apuntas, aunque unos y otros, evidentemente, tratamos de justificar nuestra postura. La cuestión es que una cosa es aceptar los avances, que los aceptamos, y otra cosa que el Diccionario salga exclusivamente en formato digital. No tener la opción en papel es lo que no me gusta. Seguro que habrá muchos que conserven esta edición veintitrés durante veintitrés años como poco, por la comodidad que supone y por la certidumbre que ofrece. Además, la mecánica de la búsqueda no es la misma si te dan el resultado; si lo buscas físicamente, te expones a la vecindad de las palabras y corres el riesgo de sorprenderte con algo nuevo.
JAIME
Me resulta curioso que digan: «Se publicarán hijuelas de la versión electrónica». «Hijuela» es una palabra que suena algo despectiva.
ISIDORO
La primera acepción de «hijuela» sí sé cuál es, es la parte de la herencia que corresponde a alguien, pero no sé si tiene otras. Quizás también significa algo como «retazos».
JAIME
Sí, o «suplementos». El otro día me ocurrió una cosa muy simpática en Perú, y es que allí la gente no sabe lo que significa «torrezno», allí se dice «chicharrón». Un tipo muy divertido comentó: «Yo no entiendo cómo a mí, que me he pasado toda la vida escribiendo, que sé cuatro idiomas, que escribo poesía y que hablo habitualmente con los extraterrestres, no me han publicado nada todavía, y a ustedes con ese nombre que tienen que suena tan mal les publican este libro». Fíjate, sin saber lo que significaba, no le gustaba «torrezno», solo por su resonancia. Pues a mí me pasa lo mismo con la palabra «hijuela», al escucharla me parece que tiene un punto despectivo. Aquí la he encontrado, mira: «Hijuelo: Conjunto de los bienes reseñados en la hijuela de una partición. Cosa aneja o subordinada a otra principal».
ISIDORO
Por cierto me he enterado de que en la próxima edición del Diccionario se va a incluir «paparajote», la Real Academia nos ha copiado, ¡eso hay que celebrarlo!
JAIME
También me llama la atención que digan que no hay plazo para la próxima edición del Diccionario ya que sin plazo es muy difícil que haya obra. Todos hemos sufrido con los libros las prisas del final para acabarlo a tiempo.
ISIDORO
No sé cuál será la mecánica de estas producciones que se avecinan, tal vez añadir una palabra solo suponga ponerse delante de un teclado, escribirla, y automáticamente se mete en su sitio, hoy puede haber 93.100 entradas como en esta edición veintitrés, pero mañana 93.112 porque el Diccionario se vaya modificando de forma continua y no por ediciones. En este sentido más que no haber plazo lo que no hay es fecha. No lo sé, allá ellos, nosotros ya hemos cumplido.
JAIME
Yo trabajo mucho con el ordenador pero hay algunas defensas de lo digital que no acabo de entender. Por ejemplo este argumento: «Los diccionarios impresos adolecen de un límite de espacio, sólo entran 93.000 palabras», y uno piensa, bueno, pues hagamos otro tomo y tenemos para otras 93.000. Parece como si necesitásemos una ciudad entera para que quepan cuando no es así.
ISIDORO
Ni muchísimo menos. En relación con esto, el último número del Babelia publicó una serie de artículos sobre la recuperación del libro físico. Resulta que en el último año y medio ha aumentado la venta de libros impresos y ha disminuido la de e-books, lo que interpretaban como la finalización de una burbuja y lo argumentaban con razonamientos muy interesantes, a parte de los que ya sabemos de que el libro huele, que lo tienes en la mano, etc. Quizá dentro de cincuenta años la Academia tenga que volver a hacer un diccionario así, tan paquete como este.
JAIME
Algo de lo que hemos hablado mucho es de que el Diccionario oficial debía acompañar a tu Diccionario personal. El trabajo es la unión de las dos cosas: aunque son independientes, una nace de la otra.
ISIDORO
Claro, eso es fundamental. Lo hemos hecho así por varias razones: en primer lugar, para garantizar que hemos examinado cada palabra del diccionario oficial y que todas están en el nuestro salvo unas excepciones que también vienen reflejadas; además, como en nuestro diccionario no hay definiciones, si alguien está ansioso por saber el significado de una palabra tiene el otro justo al lado para consultarlo. Y aparte está el hecho de decir: «bueno, esto que ha hecho la Real Academia está muy bien y es muy útil, pero no es la única forma, ¿no?, ¿por qué no clasificar las palabras por número de letras?». Al venir juntos uno puede contrastar ambos diccionarios.
JAIME
Y en esa elección de ordenar el diccionario por número de letras, ¿consideraste otras posibilidades?, ¿te planteaste a priori cual era la mejor manera de clasificar las palabras?
ISIDORO
No recuerdo cómo fue la cosa pero lo que tenía claro es que de la manera oficial de la Real Academia no podía ser. Uno sabe que se podría hacer de distintas formas pero llega un momento en que comprende que una manera verdaderamente inapelable es el número de letras, todo lo demás es discutible. Hay infinitivos que tienen la misma formulación que adjetivos, sin embargo, una palabra tiene el número de letras que tiene.
JAIME
Los niños aprenden a leer y a escribir con palabras de menos a más letras. Cuantas menos letras, más fácil es emitir sonido y aprender lo que significa. En tu diccionario se ve muy bien cómo parece que nos cuesta ir añadiendo letras al lenguaje y cómo, a partir de un punto, alrededor de las ocho letras, empieza otra vez a decaer el número de palabras.
ISIDORO
Sí, las palabras de ocho letras están en la cima, hay miles y miles de palabras de ocho letras y muy pocas de tres, pero a partir de ocho letras empieza otra vez a bajar la frecuencia de palabras. Esta es una característica del idioma y no se puede cuestionar. Quizá es que añadir letras más allá de siete u ocho deja de ser útil. Y no solo eso, al final, las palabras más largas siempre son palabras compuestas, hay que acudir a dos para formar una. La más larga es «contencioso-administrativo», que es una palabra descomunal compuesta de dos palabras largas. Y menos mal que de las largas hay muchas menos porque se prestan muchísimo a errores en la escritura, es un latazo.
JAIME
Una vez que consigues organizar las palabras por número de letras y sabes el número de palabras que existen con cada número de letras, el gráfico resultante de crecimiento y decrecimiento, ¿te produce algún tipo de reflexión?
ISIDORO
No, realmente no, porque este tipo de razonamientos que acabamos de hacer están fuera del idioma, el idioma es el que se ha ido adaptando a la gente porque, sencillamente, no se podría estar hablando constantemente con palabras de dieciocho letras, sería inaguantable. Por otro lado, como la estructura resultante del libro me daba absolutamente igual, no lo tomé en cuenta.
JAIME
Otra parte fundamental del libro son los espacios. Tu diccionario es un libro de palabras y espacios.
ISIDORO
Absolutamente. Yo casi diría más bien que es de espacios y palabras. A cada palabra le concedo un espacio en función de su importancia. «Caminar», por ejemplo, es fundamental y necesita mucho espacio. Como «amor». Las palabras largas suelen estar más masificadas en la página porque, además de que no les suelo dar tanta importancia, su escritura ya se chupa una gran parte del espacio que les corresponde.
JAIME
En el diccionario no hay definiciones, habrá gente que diga: «¿Cómo este hombre no ha dicho nada de ninguna de estas palabras?»
ISIDORO
Hay una opinión del autor pero no manifiesta de forma ortodoxa. Los espacios ofrecen una lectura y abren un camino personal de análisis a todo el que se acerque con esta disposición.
JAIME
Por otro lado, también en relación con los espacios, el flujo de composición plástico va cambiando de forma radical en función del número de letras de las palabras, y si tomáramos cada página como si fuera un lienzo, entre las estructuras resultantes hay cosas muy bellas.
ISIDORO
Puede ser, pero no hay una intencionalidad estética en absoluto, es algo que ocurre en función del contenido: te pones a escribir y resulta que hay cinco palabras seguidas que te merecen el mismo respeto y como además resulta que tienen el mismo número de letras se produce un fragmento de página que resulta armónico, pero no ha sido buscado.
JAIME
Las primeras páginas parecen partituras de poesía fonética, se podrían poner en un atril y leer. A medida que avanza el libro aumenta el número de palabras con más letras y el juego plástico es más homogéneo, y a medida que volvemos otra vez a tener menos palabras con más letras, el juego plástico es más rico, da la sensación de que funciona un poco a la inversa.
ISIDORO
Es cierto, pero insisto en que el resultado de las páginas se debe a que las palabras son como son y han caído donde han caído. Evidentemente, depende mucho de la opinión de quien lo ha hecho, pero no es una manifestación de autor ni mucho menos. De hecho haciéndolo uno se sorprende, es realmente emocionante.
JAIME
En toda esta primera parte supongo que era fundamental la necesidad de escribir tus palabras a mano, ¿no?
ISIDORO
Y lleva aparejadas consecuencias: a veces sencillamente no tienes el pulso en forma y piensas «mejor no escribo más porque me está saliendo un churro» o tiras esa hoja y empiezas con otra de nuevo. Estas son las consecuencias del manuscrito, aunque también influye el hecho de que esta zona de la que hablas es la personal y por lo tanto está más elaborada y cuidada; en el apéndice verás que el espacio que concedo a cada palabra es menor puesto que su importancia para mí es menor, ahí todo está más apelotonado y se pierde mucho de este juego.
JAIME
Sí, el salto de la primera parte a esa segunda en la que las palabras han perdido su importancia formalmente es radical.
ISIDORO
Al tener menos espacio se masifican, lo que significa menos armonía.
JAIME
Otra cosa importante que dices en el prefacio: «Además, de reproducir todos los lemas del diccionario de la lengua española en su versión del tercer centenario, en el presente volumen se incluyen términos de algunas otras procedencias; así, se cuenta con unas decenas de palabras posibles extraídas de El idioma transparente, publicado en 1970, como ‘hedir’ o ‘Taurodermo’».
ISIDORO
Por cierto que «taurodermo» es una palabra absolutamente correcta, es la piel del toro, que no sé por qué no viene en el Diccionario …
JAIME
«…y, aunque en mucha menor proporción, con otras seleccionadas de El tronco subsume las raíces y las ramas, editado en 2007, como ‘fornición’, ‘patihendido’, a la par que con vocablos provenientes del panocho como ‘cotorrita’, ‘paparajote’…» Es decir, en la primera parte has recuperado palabras con las que tienes una relación fuerte, intensa, emocional, palabras que has querido que estén aquí porque forman parte de tu lenguaje.
ISIDORO
Sí, un día dije «voy a meter unas cuantas palabras de El idioma transparente», y metí «quianteladira» que no viene en el diccionario, además de otros cientos de palabras que no son correctas pero que aquí tienen su acogida. Luego incluí algunas del panocho, el dialecto murciano, que está ya muy en desuso. Y además les pedí a mis familiares y amigos que me recordaran palabras que había olvidado a fuerza de no usarlas y que realmente había utilizado muchísimo en su momento.
JAIME
De hecho, en este punto dices: «A ello habría que añadir múltiples voces pertenecientes al ámbito y la memoria particulares y que actualmente están casi desaparecidas». ¿Aquí te refieres en concreto a palabras de otras personas que de repente te dijeron «oye, Isidoro, y esta»?
ISIDORO
No, porque, la verdad, personas que creen palabras que vayan instilando el idioma hay poquísimas. Por ejemplo «instilar» es una palabra que no la usa nadie pero que es correctísima. «Instilar» es echar gota a gota, por ejemplo, un colirio te lo instilas.
JAIME
Un par de párrafos más del preámbulo: «Como puede apreciarse, la mayor de las autonomías ha gobernado la confección de bastantes de las parcelas de este diccionario. Con todo, no se ha descuidado en modo alguno el rigor o respeto a los conceptos de la lengua, tanto como la claridad de su estructura toda. El empeño principal ha sido que una constitutiva obviedad del español quedara a salvo, aún desde perspectivas un tanto infrecuentes, o simplemente, peculiares». ¿Qué quieres decir cuando te refieres a que quede a salvo una «constitutiva obviedad del español»?
ISIDORO
Quiero decir que yo puedo ser un transgresor, pero al mismo tiempo soy respetuoso: por ejemplo, nunca he oído la palabra «catenario» y sin embargo he oído miles de veces «catenaria». Pasa también con «profe» y «profa», nunca he oído «profa». Y las suprimo sin más. Con ello tengo la sensación de estar respetando la materia constitutiva del idioma y, al mismo tiempo, haciendo caso a la realidad, cosa que ocurre muy pocas veces. Por otro lado, es cierto que he añadido alguna que otra palabra cuando me ha parecido que está en constante uso. No me refiero a anglicismos ni nada de eso, sino a castellanismos fabricados en los últimos quince años, o palabras de El libro transparente que no existen oficialmente pero que son correctísimas como «acietal». Yo puedo incluir este tipo de palabras aunque no hayan entrado en el diccionario oficial. Nos hemos concedido en este libro todas las licencias que nos ha dado la gana porque para eso hemos trabajado un año y pico.
JAIME
Hace poco leí una novela escrita en castellano en la que aparecía el término «pesetero» que hasta hace nada se utilizaba muchísimo. Mis hijos, en cambio, no lo entienden y, sin embargo, era un insulto corrientísimo. Es curioso que palabras que eran de uso constante de repente caigan en desgracia.
ISIDORO
No sé si la eliminarán pero la Academia se suele escudar en que el idioma lo hace el pueblo y si el pueblo ya no usa esa palabra hay que eliminarla.
JAIME
Claro, pero si la eliminan, dentro de cien años cuando alguien lea «pesetero» podrá caer en el error de pensar que es una palabra que nadie sabía qué significaba.
ISIDORO
Yo no defiendo esa exclusión, igual que tampoco defiendo la inclusión de términos absolutamente de moda, creo que hay que esperar un poco a que realmente adquieran raigambre. Ahora está la fiebre de decir «evento» para referirse a todo aquello que ocurre con una cita, a este paso cuando se citen dos personas van a empezar a llamarlo «evento». «Evento» es una palabra que existe pero, que yo sepa, es un acontecimiento.
JAIME
La tercera parte de tu diccionario, que a mí me gusta mucho, son las páginas de «restos», palabras que nadie sabemos lo que que quieren decir y que casi se podrían tirar, y es curioso la cantidad de palabras que contiene. Estas ya no van clasificadas por el número de letras.
ISIDORO
Esa parte es un batiburrillo de palabras dese-chadas. Centenares son desconocidas por mí y otras me suenan o sé lo que significan pero nunca las he necesitado.
JAIME
Para ir concluyendo, el último párrafo del Preámbulo dice: «Gratuito resulta advertir que toda esta introducción es prescindible para quien se acerque a la obra con un afán suficientemente crítico y analítico o, por el contario, con un espíritu absolutamente liberado de dogmatismos. El presente Diccionario personal de la lengua española, al carecer de propuestas lingüísticas, limita su propósito a la mera exposición de la naturaleza del idioma en un presunto uso privado».
ISIDORO
Exactamente. Si te acercas con ojos muy críticos, bien está, pero si dices «bueno, yo me trago lo que me echen», pues seguramente te lo pasas mejor. Lo que está claro es que para buscar una palabra hay un paso añadido previo al del orden alfabético, que es contar el número de letras que tiene y poder así localizarla en su sección, el que quiera entrar en el juego tiene que dar el callo.
08.06.16
PARTICIPAN ISIDORO VALCÁRCEL MEDINA • JAIME VALLAURE • JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS
ORGANIZA ENTREASCUAS EDITORES