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Claves del presente y futuro del ensayo

Antón Costas • Jordi Gracia • Ofelia Grande • Clara Grima • Estrella Montolío

Portadilla del Novum organum scientiarum, de Francis Bacon, publicada en 1620

¿Qué debe reunir un ensayo para ser publicado? ¿Por qué títulos como El infinito en un junco arrasan? ¿Sobrevivirá el género a los nuevos medios de divulgación? En esta conversación, moderada por Estrella Montolío, catedrática de lengua española, Ofelia Grande, editora y consejera delegada de Siruela, Jordi Gracia, subdirector de Opinión de El País y catedrático de literatura española, Clara Grima, profesora de matemática aplicada y fenómeno superventas, y Antón Costas, consejero de Estado y presidente del Consejo Económico y Social, catedrático de economía y autor de una prolífica obra como ensayista y columnista, responden a estas y otras preguntas acerca de la forma, el fondo y el futuro de la divulgación científica.

Estrella Montolío

Ofelia, como editora, y Jordi, como jurado de premios de ensayo, ¿qué tiene que reunir un manuscrito para que lo publique una editorial o para ganar un premio?

OFELIA GRANDE

Son dos casos distintos. Los premios no pretenden que el manuscrito premiado llegue necesariamente al público, tampoco hacen negocio con ello, mientras que las editoriales somos empresas y nuestra intención al publicar un libro es que llegue, al menos, a un número razonable de lectores para que, económicamente, se justifique su publicación. A las editoriales los manuscritos nos llegan por caminos muy diversos. Están aquellos que envían directamente los autores, los llamados «espontáneos». Antes los mandaban en un sobre acolchado y ahora por mail, acompañados de una pequeña presentación, donde, si lo hacen bien, explican por qué creen que tu editorial debería publicar ese libro. Nos llegan tantos por esta vía que no les podemos hacer el caso que merecen. No hay tiempo, ni manos, ni ojos para leerlos todos. 
Lo primero que nos llama la atención de un manuscrito en la no ficción es si el tema nos resulta interesante, o si encaja en nuestra línea editorial o en nuestro tipo de publicaciones de no ficción. Después, se leen unas páginas para ver cuál es el estilo y, si el tema y el estilo encajan, lo leemos internamente o se lo pasamos a uno de nuestros asesores externos. La no ficción que publicamos en Siruela tiene que ver con literatura, historia, libros de viajes, viajes literarios, etc., temas que, como editores, nos resultan más cercanos a la hora de hacer la selección.

JORDI GRACIA

Mi experiencia es muy distinta. Un miembro del jurado de un premio como el Anagrama de Ensayo trabaja sobre una selección previa hecha por la editorial, cuyo equipo de lectores selecciona cerca de cien manuscritos, de los que se hace un informe de lectura. Tras una criba, pasan al jurado cinco o seis. El requisito de entrada es la identificación de una voz de autor, a la que seas capaz de describir o de identificar en las primeras cinco páginas, independientemente del tema que trate. Para mí, donde empieza el efecto literario del ensayo es cuando alguien trata un asunto que no me interesa lo más mínimo y, aún así, me obliga a seguir leyendo. A partir de ahí, son otros los ingredientes que forman parte de una lectura crítica, que casi nunca tiene que ver, en mi caso, con la expectativa comercial, pero sí con la capacidad para explicar articuladamente un argumento, una concatenación de causas, y hacerlo recordando que no habla para la solemnidad marmórea de la historia, sino que intenta explicarse con cierto sentido del humor, con alguna anécdota, una broma, una inseguridad, y lo hace con el talante de quien no está sentando cátedra, sino proponiendo intuitivamente, y luego razonadamente, un punto de vista y un conjunto de factores que hacen atractivo saber algo sobre determinada materia.

Ofelia, con mucha honradez, ha reconocido que las editoriales reciben muchísimos manuscritos que se quedan sin leer. Una gran cantidad de ellos son ilegibles, pero también hay una «clase media» que sí merece esa lectura. Sin embargo, los condicionantes empresariales impiden que eso acabe saliendo, o quizá la pereza del propio autor a quien el editor, interesado por el tema, puede escribirle para proponerle cambios y sugerencias que no está dispuesto a hacer.

OFELIA GRANDE

Una vez que el tema interesa y que hay esa voz de autor, es importante que exista cercanía con el lector. Muchas veces me preguntan cuál es el éxito de El infinito en un junco, de Irene Vallejo. Y es, precisamente, que el lector no se siente apabullado por la sabiduría de la autora. Ella lo acompaña, le cuenta algo que, evidentemente, sabe, pero, a diferencia de muchísimos otros autores de ensayo, no se lo está recordando continuamente. El hecho de que el autor se muestre cercano al lector es lo que hace que un libro de ensayo pase la frontera de las ventas habituales –entre 1.500 y 3.000 ejemplares; esto último es ya un éxito arrollador– y alcance las cifras de un superventas de narrativa, algo muy poco frecuente en el ensayo.

Estrella Montolío

Clara y Antón, como expertos en un conocimiento complejo, como son las matemáticas o la economía, que, además, a menudo se formula en un lenguaje no verbal, sino matemático, ¿cómo traducís ese conocimiento experto en un discurso verbal cercano y atractivo con el que los lectores se sientan interpelados?

Clara Grima

Todos mis libros son sobre matemáticas, una disciplina que, tradicionalmente, la gente cree que no quiere conocer. De ahí que mi hándicap sea conseguir que alguien los quiera leer. De hecho, las matemáticas no se cuentan bien, por eso se desconoce su alcance y su belleza. 
Cuando escribo, no soy muy metódica, solo intento explicarle las cosas a un interlocutor. Me gusta escribir en segunda persona, hablarle de tú al lector, con el mismo cariño con el que trato con mis alumnos. Utilizo un lenguaje cercano, respetuoso y empático, que relacione el contenido con lo cotidiano. Por ejemplo, una parte de la divulgación de las matemáticas consiste en desmentir falacias, como puede ser la idea de que quien compra la lotería en Doña Manolita tiene más probabilidades de que le toque. También me gusta explicar lo que me ha costado a mí entender algo, porque así empatizo con los lectores. 

Antón Costas

Nunca me había planteado esta pregunta de cómo traducimos el conocimiento experto expresado en lenguaje no verbal (más bien, ya desde hace un tiempo, en un lenguaje muy matemático o econométrico).

Y quizá no me la había planteado porque en la carrera académica el ensayo divulgativo no puntúa. Primero hay que entender aquello que quieres explicar, algo que no es tan evidente como parece. Me viene a la cabeza una anécdota de Fabián Estapé, mi maestro en la Universidad de Barcelona, en la que debió de ser una de mis primeras intervenciones en unas jornadas académicas, donde él era el presidente de la mesa. Le pregunté cuánto tiempo tenía para exponer, y me dijo: «Si lo entiendes, siete minutos, y si no lo entiendes, el que te dé la gana».

En un ensayo hemos de intentar traducir aquellos supuestos del comportamiento que están implícitos, y en muchas ocasiones ocultos, en el modelo formal, pero que son fundamentales para entender cómo se comportan las personas y cómo toman decisiones. En mi caso, la cabeza tiene que hacer esa traslación, o esa traducción, del modelo científico con supuestos muy restrictivos a una explicación que permite entender qué hay detrás de esas teorías que, en muchas ocasiones, dan lugar a políticas con unos efectos muy importantes. En este sentido, dentro mi campo, en el ensayo tienes que utilizar lo que en otros ámbitos se llama la teoría de la narración, orientada a la convicción, que utiliza las emociones para captar el interés. Pero los economistas no estamos educados para trabajar con la narración ni con la emoción, aunque sí hay una gran tradición de economistas ensayistas. El éxito público de John Maynard Keynes durante la década de 1930, en plena Depresión, no viene tanto de la teoría general del dinero o del empleo, como de los ensayos de persuasión, muy importantes en la época; Keynes era un adicto a las columnas de opinión.

Me viene a la cabeza un ejemplo actual. Estamos muy sorprendidos por el comportamiento del empleo en España durante los dos últimos años, ya que, dentro de los modelos tradicionales, no casa que en esta situación de crisis se esté manteniendo el empleo. O, si es cierto que hay una crisis, por qué motivo el consumo también se mantiene. Si quieres explicarlo con un modelo no formal, tienes que intentar ver qué es lo que puede llevar al 50% de los hogares españoles, que no cuentan con muchos ingresos, a mantener el consumo o a seguir comprando hipotecas cuando el modelo dice que la demanda de hipotecas bajaría. Si vamos al campo de las emociones, una posible respuesta es pensar que el cambio semántico de pasar de empleos temporales a fijos discontinuos puede estar afectando de manera importante al comportamiento de las personas. Cuando se tiene un empleo temporal, se evita tomar decisiones, pues puede que a la mañana siguiente te despidan; sin embargo, en un trabajo fijo discontinuo domina la palabra fijo, y eso puede estar haciendo que cambien las cosas.

Francis Bacon y William Brouncker junto al busto de Carlos II, grabado de W. Hollar, 1667
Estrella Montolío

Esto nos lleva a mi campo de conocimiento, la lingüística, al cómo las palabras definen marcos mentales que determinan el comportamiento de las personas. Hay gente con mucha metacognición que es consciente de las metáforas que usa cuando intenta explicar un concepto abstracto. Eso es lo que hace muy potentes vuestros trabajos desde el punto de vista de la divulgación. ¿Se os ocurre algún ejemplo de las metáforas que utilizáis?

Antón Costas

En economía, metafóricamente, utilizamos términos médicos. Yo últimamente hablo de la «anestesia local», como una expresión para decir que no podemos aliviar de los precios de la energía a toda la sociedad –eso sería la «anestesia general»–, y que tenemos que usar la anestesia local.

CLARA GRIMA

Con mis alumnos utilizo metáforas relacionadas con enfermedades o con relaciones humanas. Ahora mismo estoy explicando álgebra lineal y hablamos de relaciones «personales» entre los vectores. Antes de introducir el lenguaje formal y todos los conceptos que tienen que manejar mis alumnos, futuros ingenieros e ingenieras, utilizo metáforas para identificar los objetos matemáticos con grupos de personas, por ejemplo. Porque entiendo que las metáforas de las relaciones sociales me sirven para humanizar un concepto tan abstracto como un vector. 

Estrella Montolío

Los ensayistas tenéis un conocimiento implícito de la retórica muy valioso. Yo he usado modelos vuestros de divulgación como modelos retóricos. Ya sea de manera consciente o inconsciente, ponéis en marcha mecanismos retóricos de primer nivel. ¿En qué medida la docencia universitaria os fortalece como divulgadores y os lleva a desarrollar habilidades discursivas?

CLARA GRIMA

La docencia y la divulgación están en un camino de ida y vuelta. Ser profesora de matemáticas requiere un esfuerzo de humanización de la materia para que los alumnos se acerquen a ella y, una vez que la conozcan y entiendan sus herramientas, la disfruten y la aprueben. En mi caso, mi primera idea para divulgar matemáticas fue escribir cuentos. La experiencia de clase me sirvió para usar en los libros un lenguaje cercano a los niños y explicarles matemáticas a través de historias y, al revés, ese esfuerzo extra revierte en la docencia. Es una bonita retroalimentación. 

Antón Costas

Tanto la docencia como la escritura de una columna o de un ensayo se pueden orientar de dos maneras: la primera, como un comercial con la idea de vender un producto determinado, que está dentro de un paradigma y quiere vender una solución; la segunda, cuando intentas que los alumnos o los ciudadanos, en el caso del ensayo, aprendan a pensar por su cuenta. El economista Schumpeter, que era un soberbio, pero con una cabeza genial, en su última conferencia a los alumnos de la Universidad de Berlín antes de irse de Alemania a Estados Unidos en los años treinta, dice que nunca habrá una escuela schumpeteriana porque él no ha venido a cerrar puertas, sino a abrir ventanas. Cerrar puertas es el paradigma o la ideología, cuando te esfuerzas por crear un mundo analítico que lo tiene todo cerrado. La otra opción es escribir con la ambición de que los demás puedan pensar por sí mismos y sacar sus propias conclusiones. En mi caso, el esfuerzo va más orientado a esto último.

JORDI GRACIA

Los ensayos no siempre tienen una aspiración divulgativa. Más allá de la reciprocidad entre la docencia y el acto de escribir, en mi opinión, el ensayo más potente y perdurable es aquel capaz de deshacer un prejuicio construido, estable y compartido. El ensayista que más me interesa introduce una mirada que yo no tenía previamente, que mi entorno tampoco tiene y que, sin embargo, es tan estimulante como para obligarte a cambiar de opinión. Esa capacidad de enfocar de otro modo un asunto es parte de la auténtica dinamita civil que contiene el ensayo como género, y es aplicable a la historia, la filología, la sociología, la economía, la religión... Todos compartimos unos supuestos saberes estables hasta que alguien dice: «Yo creo que esto no es así» y, además, tiene el coraje civil y la valentía de exponerlo. Cuando sucede en el contexto académico, en el que un ensayo rebate a una autoridad, como puede ser un catedrático, es la alegría del oficio.

La anécdota de Fabián Estapé me ha parecido maravillosa. Es válida también para la dimensión experimental que tiene todo ensayo, si es capaz de atraer a un lector. Con «experimental» me refiero a contar algo de la manera que considere más apta para atraer a un lector, para divertirme yo y para escribir de la forma más entretenida, que no quiere decir caprichosa, ni aproximativa, sino entretenida para el lector y para mí. Esto, que se puede aplicar también a la docencia, requiere años. Todos tenemos la experiencia de haber empezado escribiendo textos académicos, envarados, encorsetados, sin coraje. Pero hemos ido ganando en libertad, de modo que nuestro discurso se entienda de la manera más clara posible. Eso pide tiempo, excepto en casos muy excepcionales, como, por ejemplo, el de Fernando Savater, una de esas voces que posee una luminosidad, una asertividad, un ingenio, una violencia, un sentido del humor y una cultura arrebatadora desde que publicó su primer libro con veintitrés años [Nihilismo y acción, Taurus, 1970]. 

Antón Costas

Por su propia definición, el ensayo implica que vas a ensayar, a abrir fronteras en un mundo cerrado, mientras que el panfleto se mueve en el marco de un paradigma. En este momento, en economía existe un debate muy serio que sostiene que el neoliberalismo se ha agotado, que ha fracasado y se necesita un nuevo paradigma. Frente al paradigma, no necesitamos el panfleto, sino un mundo más pragmático, más abierto, más ensayístico.

JORDI GRACIA

Yo he escrito algún panfleto, y es muy divertido, porque, si declaras que el propósito del texto es panfletario, te estás dotando de la libertad de ir más allá de lo que harías en una situación convencional y respetuosa. Como avisas, el género te da la legitimidad para atreverte o para hacer del sarcasmo un instrumento de diversión y de ataque.

Estrella Montolío

Tener un pensamiento y una voz propios, así como experimentar la libertad que da el ensayo para transitar por unos terrenos que la academia no te va a agradecer, implica asertividad y valentía.

Al mismo tiempo, para no cerrar puertas y abrir ventanas se necesita una personalidad muy empoderada. En ese sentido, alguien tendría que hacer una investigación con perspectiva de género: con todas las características que le estáis atribuyendo al ensayista, creo que no resulta fácil para una mujer escribir ensayo, ya que contar con esa asertividad exige haberte demostrado cosas durante muchos años. De ahí que uno de los aspectos, en mi opinión, fascinantes, de El infinito en un junco es el hecho de que su autora se haya atrevido a plantear su discurso de esa forma tan narrativa, tan cercana, como si nos hablara con su propia voz, aguda y femenina.

Y creo que su atrevimiento, aparte de a su valentía, se debe, precisamente, a que no estaba en la academia.

En pleno siglo XXI, en un mundo donde el conocimiento nos está llegando empaquetado, por ejemplo a través de pódcasts y youtubers, entre los que hay divulgadores muy talentosos, ¿tiene sentido que sigamos pensando en el ensayo escrito como una forma de divulgación o de acercar conocimiento o reflexión a la ciudadanía?

OFELIA GRANDE

Sobre Irene Vallejo, me gustaría decir que en ningún momento pensamos que su libro iba a tener semejante éxito. ¿Cómo vas a creer que un libro que te cuenta la historia del libro le va a gustar a más personas que a aquellos a quienes les interesa el libro como objeto o como historia? Lo importante es el saber contar, ya sea por escrito, en un pódcast o en un vídeo. Lo relevante no es el medio, sino el mensaje. Hay quien lo cuenta mejor por escrito que delante de un micrófono, o al revés, aunque suelen coincidir. Cualquier persona puede tener el don natural de saber contar. Este don se puede ejercitar, entrenar, aprender, en cierto modo, pero si no está en la base del discurso, es imposible que el producto tenga éxito. 

Retrato de Michel de Montaigne, padre del ensayo.
© Wellcome Collection CC BY 4.0
Antón Costas

Además de saber contar, tienes que tener la suerte de haber tocado algo imprevisto en la sociedad, que hace que lo que cuentas llegue en el momento preciso en el que esta lo necesita. El éxito requiere de ambas cosas. 

JORDI GRACIA

La multiplicación de canales no complica la vida del ensayo, sino que la ensancha. Las distintas formas de divulgación se retroalimentarán. ¿Cuántos blogs han empezado a ser parte de libros impresos dentro de este magma inmenso que es el ensayo o la no ficción? En el ensayo, existe una competencia virtuosa, productiva.

CLARA GRIMA

Evidentemente, estos nuevos canales ampliarán el mercado. Quien no ha leído nunca un ensayo no lo va a hacer ahora, pero igual sí se engancha a alguien que comunique muy bien en Tik Tok, en YouTube o en un pódcast, donde hay gente maravillosa. Por otro lado, los que leíamos ensayo vamos a leer aún más.

A los que nos gusta leer este tipo de píldoras nos descubren temas nuevos. Yo escucho muchos pódcasts y me pueden llevar a buscar ensayos sobre los temas que tratan. 

JORDI GRACIA

No es casualidad que se publiquen tantos libros sobre cambio climático, un tema por el que la gente siente curiosidad y sobre el que quiere saber. De hecho, los centenares de miles de lectores de El infinito en un junco no son lectores de ensayo.

OFELIA GRANDE

A Irene Vallejo le han escrito lectores para decirle que era la primera vez que leían un ensayo. En los últimos cinco años, en Siruela hemos publicado tres ensayos muy exitosos y de lo más dispar entre sí: El infinito en un junco, Biografía del silencio, de Pablo d’Ors, un ensayo breve sobre meditación que ha obtenido un éxito absolutamente inesperado, e Imperiofobia y leyenda negra, de Elvira Roca. El éxito de estos títulos se debe a que, en un momento dado, un grupo grande de lectores sentía la necesidad de leer algo sobre meditación, o de acercarse a unas tesis más o menos controvertidas como las que plantea Elvira Roca.

Antón Costas

El ensayo necesita personas capaces de estar dos horas a solas con aquello que tienen delante. Sin embargo, estos otros productos los considero píldoras. Ahora bien, sí contemplo que esos productos puedan llevar a las personas al ensayo.

JORDI GRACIA

Sin embargo, creo que esos nuevos medios nos darán la posibilidad de jugar a un mestizaje que ahora no podemos prever, pero que sucederá, porque el editorial es un mercado vivo. Es difícil adaptarse a un cambio tan potente como el que hemos vivido en los últimos diez años, no ya en términos económicos, sino de la revolución tecnológica que está cambiando la vida real de las personas. Mi respuesta es que jóvenes, medianos y mayores nos vamos a reeducar en este contexto, salvo que hayamos decidido que las nuevas generaciones no van a activar sus propias inteligencias para decidir cómo va a ser su vida. ¿Hay alguna razón para creer que los jóvenes que pasan seis horas al día en Tik Tok van a seguir haciendo eso mismo a los veintiséis años o, más bien, hay razones para creer lo contrario? Nosotros, en nuestra juventud, también estábamos obsesionados con lo que fuese. Pienso que no gestionamos bien la trasformación real, cotidiana, de la vida que la revolución tecnológica ha traído consigo, y de ahí tendemos a prever la perpetuación de las conductas de los adolescentes como si ya no pudieran crecer ni intelectual ni moralmente.

Antón Costas

A mí me sorprende el desprecio en algunos sectores hacia el ejercicio de la memoria. Da la impresión de que muchas personas creen que la memoria es la inteligencia de los tontos. Pero sin memoria no soy capaz de hablar, si mi riqueza léxica no es abundante y mi capacidad de recordar no es potente, no podré escribir. Hace años que no puedo dar clases, debido a que la Oficina de Conflictos de Intereses de altos cargos lo impide, incluso si no cobras por ello, lo cual es sorprendente. Pero, en mis últimos años como profesor, a la mayoría de los alumnos no les podías recomendar libros porque te los rechazaban. Y este rechazo lo asocio a la pérdida del ejercicio de la memoria.

ESTRELLA MONTOLÍO

Uno de los grandes desafíos del futuro, con el que ya nos estamos encontrando como sociedad, es la pérdida de capacidad de atención, algo que se está demostrando de manera fehaciente. Considero que es un reto civil de primera línea recuperar como sea islas de cordura, en las que las personas tengan que estar en atención. Me sumo a lo que dice Antonio: leer un ensayo escrito, que no sea en movimiento, corto y en píldora, es un ejercicio de atención que no sé qué proporción de la población, no solo de los jóvenes, es capaz de hacer ahora. Yo trato con altos y altas directivas que me dicen cada vez con mayor frecuencia que no acaban un libro; y un artículo, si es demasiado largo, tampoco. 

JORDI GRACIA

Leen ensayo, como hemos dicho, unas 1.500 personas. Llevamos toda la vida siendo 1.500. ¿O es que alguien cree que a Montaigne, el padre del ensayo, lo leían millones de personas? Lo leían minorías como nosotros. ¿Alguien cree que hubo masas de lectores de ensayo? Es al revés, ahora somos muchos más. Otra cosa es que para una revolución tan brutal como esta necesitamos una reeducación que pide tiempo, entre otras cosas para darse cuenta de lo que perdemos. No demos por hecho que los jóvenes que a los quince años están enganchados al móvil seguirán estándolo el resto de sus días, porque eso quiere decir que hemos dejado de creer en la capacidad de autocrítica, de crecimiento, de maduración de chavales que son tan zoquetes ahora como lo éramos nosotros a su edad.

CLARA GRIMA

Yo, que soy muy pro algoritmo, pienso que gracias a las inteligencias artificiales dejaremos de tener que trabajar tanto y volveremos a sentarnos a charlar, a leer… Mi esperanza es que la era tecnológica nos devuelva nuestro tiempo para leer y escuchar.

ANTÓN COSTAS

En diez años trabajaremos tres días. A ver si somos capaces de leer mucho ensayo.

BIENAL CIUDAD Y CIENCIA
COLOQUIO ENSAYO Y DIVULGACIÓN CIENTÍFICA
24.02.23

PARTICIPAN ANTÓN COSTAS • JORDI GRACIA • OFELIA GRANDE • CLARA GRIMA ESTRELLA MONTOLÍO
ORGANIZA AYUNTAMIENTO DE BARCELONA • CBA • FECYT
PATROCINA FUNDACIÓN BANCO SABADELL