azar

La pasión –y éste es un motivo fundamental de la passio– no atenta sólo contra los divinos mandamientos, sino también contra el orden natural. Y por eso despierta la totalidad de las fuerzas destructivas del cosmos. Lo que cae sobre la persona apasionada no viene a ser tanto el juicio divino, como la revuelta de la naturaleza contra quien rompe su paz y deforma su rostro, un castigo profano que queda consumado a través de ella misma; y uno, además, que es obra del azar.

Julien Green

Obras II, 1, p. 336

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El azar es figura de la necesidad abandonada por Dios. Y por eso, en Green, el reprobado interior de la pasión se halla tan dominado por el exterior que la pasión ya no es sino agente del azar en la creatura. La velocidad, que es parte de él, comunica desesperación a los destinos. Y, a su vez, la esperanza es el ritardando del destino.

Julien Green

Obras II, 1, p. 336-337

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En la desesperante estereotipia de todos los momentos de destino, los personajes de Green se le hacen presentes al lector como las figuras del infierno de Dante en lo irrevocable del Juicio Final. Pues justamente esa estereotipia es el signo mismo del estadio infernal, y, si consentimos estudiarla a fondo, lo que normalmente se llama ‘destino’ viene a revelarse de repente como la forma perfecta, despiadada, en que el azar ordena. Como la forma más desesperante. Pues la desesperanza ya perfecta es la que se da en la perfección.

Julien Green

Obras II, 1, p. 338

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La insuficiencia de nuestro espíritu viene a permitir precisamente el dominio de las fuerzas del azar, como de los dioses y el destino. Si tuviéramos respuestas para todo –es decir, si tuviéramos respuestas exactas– tales fuerzas no existirían. [...] Lo percibimos con tanta claridad que acabamos volviéndonos contra nuestras preguntas. Por aquí es preciso comenzar. Tenemos que elaborar una pregunta anterior a todas las preguntas que les pregunte cuál es su valor.

Paul Valéry

Paul Valéry, TelQuel, en Oeuvres, vol. 2, París, 1971, p.647 y ss. Cit. en Obras II, 1, p. 407

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Es trabajo perdido que tratemos de evocar nuestro pasado, siendo inútiles todos los esfuerzos que realiza nuestra inteligencia. Está oculto y bien lejos de su dominio como de su alcance, en algún objeto material [...] que ni tan siquiera sospechamos. Y depende sólo del azar que lo encontremos antes de morir, o que nunca encontremos dicho objeto.

Obra de los pasajes

Marcel Proust. Du côté de chez Swann, I, pp. 67-69. Cit. en Obra de los pasajes, K 8 a, 1

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