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Juan Barja

Palabras para Gamoneda

Esta casa estuvo dedicada a la labranza y la muerte

–Libro del frío, 1. Geórgicas (1986-1992)

«Esta». La que se da. Ahí se da. Revelación del demostrativo: en el demostrativo, lo que en «esta» está, como ya-dado (clausurado). Lo que está: que se dice: en el poema. El poema lo dice: en «esta casa». Y no otra; ya aquí. Ninguna más.

Pues «esta casa» –¿entonces?– puede ser ésta y única, casa-como-mundo: mundo-útero-casa, en el espacio (real, de-finitivo: tumba, cierre, clausurado ‘vacío’ de un ‘espacio’) que el poema recita –en el poema objetivo y real, desde sí mismo para sí: poema sin sujeto, sujeto como sí– en su firmeza (firma escueta de forma: firmamento en el firme del mundo: fundamento-cimiento: útero: mundo/texto: traza) del «estar» de la «casa». Sola. En sí.

Y de sí, justamente, en el abrirse del espacio –la casa– a su destino, al envío del hueco que retorna (siempre in-quieto), y se ofrece: desde el tiempo –¿pasado?– de un umbral, el que se dice: «estuvo» (ahí estuvo: ¿donde está?).

Donde está y para otro: «dedicada», destinada, ofrecida: en el espacio común para un hacer, el deshacer(se) en cultura y cultivo, la «labranza» que cultiva su vida: en lo que vive, viviendo su cultivo: cultivando en común, cohabitando, en la costumbre (surco: verso: semilla: orden: concierto) aceptada y querida: habitación.

«Y» también: y en el hueco, y el abrazo –su aliento, su revés, el de la forma y la traza y el trazo– que regresa, que se inscribe y se ofrece: duradero: tiempo: forma: cadencia, desvelado, en su tramo de tiempo, su materia anegada de fruto, del futuro de un temblor que se da: como mortal.

Duradero y mortal: lo manifiesto (del poema/del libro: in-finitud).