La ubicuidad de la poesía
Entrevista con Tahar Ben Jelloun
Traducción Inés Bértolo / Fotografía Minerva
El VI Encuentro euromagrebí, celebrado en el CBA el pasado otoño, contó entre sus invitados con el novelista y poeta Tahar Ben Jelloun (Fez, 1944), ganador en 1987 del premio Goncourt de novela con La noche sagrada. Con sus más de quince novelas, sus ensayos y sus colaboraciones habituales en las páginas del diario Le Monde, Ben Jelloun se ha convertido en una de las voces más comprometidas contra el racismo y las interpretaciones simplistas de los problemas de integración cultural.
En algunas de sus novelas –y especialmente en El escribano, que es casi una autobiografía– da la sensación de que se siente usted arraigado en Francia o, quizá, de que vive una situación de desarraigo: ni marroquí ni francés. ¿Es así?
No, en absoluto. Me siento totalmente arraigado en Marruecos y todos mis libros, o casi todos, hablan exclusivamente de la realidad marroquí. Aunque resida en Francia, aunque viva en Europa o en países muy lejanos, todos mis libros parten y hablan de Marruecos. Nunca me he sentido desarraigado y nunca he sido un exiliado, porque yo vine a Francia voluntariamente y he vuelto a Marruecos sin problemas siempre que he querido. Así que mi trabajo literario se sitúa en la realidad marroquí y traduce esta realidad. Ahora bien, eso no quiere decir que me sienta como en casa en todo el mundo árabe: en muchos países árabes me siento extranjero, pero siempre en tanto que marroquí.
En El escribano, el Marruecos de su infancia aparece representado con tintes sensualistas e incluso cierto aire exótico. Supongo que eso es, en parte, lo que me producía una impresión de distanciamiento que he identificado como desarraigo. ¿Es Marruecos el que exige este tipo de narración o se debe más bien al recuerdo de la infancia?
Cuando se rememora la infancia siempre se es un poco nostálgico: uno recuerda sobre todo los olores, los perfumes, ciertas situaciones que, sin duda, no son válidas para todo el mundo, sino sólo para la persona que lo cuenta. Por lo demás, este libro lo escribí en 1981, estando lejos de Marruecos. De hecho lo escribí en Grecia que, en aquella época, me resultaba un país parecido en algunos aspectos a Marruecos. Mi alejamiento de Marruecos, sin ser un exilio, se debió a problemas políticos. La situación se había deteriorado rápidamente y ya no podía desempeñar mi trabajo de profesor en condiciones normales, la policía acudía al liceo casi a diario… Eran los años 1970-1971 y la represión alcanzaba cotas insoportables.
En Partir, su última novela publicada en España, el joven que emigra de Marruecos es un licenciado en derecho. ¿Hay alguna intencionalidad clara en el hecho de mostrar a un emigrante con formación en vez de a un trabajador no cualificado?
Sí, las cosas han cambiado mucho. La gente que emigra hoy día tiene estudios, por lo que la situación es mucho más grave, más dramática: significa que han estudiado y no han encontrado trabajo. Antes eran campesinos y obreros a los que las empresas iban a buscar para que trabajaran en Europa. Ahora son jóvenes con estudios que quieren trabajar en Europa y no encuentran la forma de llegar aquí.
En 2001, apenas dos años después de que accediera al trono Mohammed VI, usted declaró tener una buena opinión de su mandato. ¿Ha modificado esa valoración en los últimos años o mantiene su confianza?
Mi opinión sobre Mohammed VI es muy buena. Está desarrollando políticas bastante positivas que están haciendo que Marruecos se mueva. Ha cambiado el estatus de la mujer, ha permitido el acceso a los informes sobre la represión en la época de su padre y tiene proyectos para algunas regiones que han vivido abandonadas a su suerte durante mucho tiempo, como es el caso de Tánger, donde se está construyendo un puerto muy importante. Es un monarca ilustrado, democrático, joven y dinámico. Yo lo apoyo totalmente.
Hoy día, cuando las tendencias intelectuales dominantes parecen ser la ironía y el escepticismo, llaman la atención las alusiones a la obligación de escribir y denunciar públicamente ciertos problemas que aparecen en algunos de sus libros. ¿Cree realmente en la obligación moral del intelectual? ¿Cree también en la eficacia del discurso del intelectual comprometido?
Bueno, lo primero que me gustaría dejar claro es que un libro de ficción no tiene un poder extraordinario y, desde luego, no va a cambiar la vida de la gente. Pero eso no le pasa sólo a la literatura: ningún libro cambiará la vida de la gente que lo lee. Así que es mejor escribir que no escribir. Además, más que del intelectual comprometido se trata, en mi caso, del compromiso del ciudadano. Como escritor no estoy en ningún partido político ni nada por el estilo. Ante todo soy un escritor que aborda temas que le conciernen, que le atañen, y que cuenta historias que reflejan una realidad. No escribo libros para entretenerse o pasar el rato. Me gustaría escribir literatura de este tipo, libros que se justifican por el simple gusto de leerlos, pero vivimos una época en la que la gente quiere entender nuestra sociedad, quiere entender lo que está ocurriendo. La literatura participa de este esfuerzo de comprensión del mundo.
En su obra hay una combinación poco habitual de prosa poética y contenidos duros, que se abordan con cierto afán de denuncia.
Mi estilo viene de la tradición literaria árabe, en la que la poesía está muy presente. De hecho, en el mundo árabe la tradición poética predomina sobre la tradición literaria en prosa. Creo que la poesía está en todas partes y no sólo en las palabras. Está en la forma de mirar el mundo. Por eso, cuando escribo una historia, intento vislumbrar y sacar a la luz los aspectos poéticos de la realidad, en los que a veces se expresa el misterio de la vida, el misterio de las cosas que no podemos entender.
Ha hablado a menudo del enorme problema que supone la corrupción en Marruecos y en otros países árabes. ¿No teme que este discurso, que achaca la mala situación económica de un país a la corrupción de su clase gobernante, oscurezca una realidad de explotación o de intercambio desigual más profunda?
La corrupción que reina en Marruecos se desarrolla en un nivel, por así decirlo, bastante popular; es algo que está en el ambiente y resulta insoportable. Claro que, para que no hubiera corrupción, la gente debería estar bien remunerada, tener un trabajo y no necesitar más… No se puede luchar contra la corrupción únicamente con exhortaciones morales, también hay que proponer medidas económicas. Esto por lo que respecta a la corrupción generalizada. En cuanto a la corrupción a más alto nivel, la de los altos funcionarios, desde la subida al trono de Mohamed VI se está llevando a cabo una depuración de altos cargos, prefectos, responsables de la policía, etc., acusados de corrupción. La corrupción generalizada constituye una economía paralela que discapacita económicamente al país y es preciso desarrollar una labor, a través de los más diversos canales, para moralizar la sociedad. Y esto es lo que se está intentando hacer ahora en Marruecos, aunque es un proceso largo y difícil. La prueba está en que no hay un solo país en el mundo que pueda presumir de no tener corrupción en esos sectores. Por lo demás, volviendo a tu pregunta, naturalmente que no se puede explicar todo con la corrupción. Es evidente que también se toman decisiones políticas y económicas que a veces generan situaciones de pobreza e injusticia. Pero eso es otra historia.
Hay cierto multiculturalismo supuestamente progresista o bienintencionado que, sin embargo, tiende a naturalizar las diferencias culturales, en ocasiones derivadas de una determinada situación económica. ¿Observa usted este fenómeno en Francia o en otros países europeos? ¿Se trata, quizá, de una forma «benigna» de racismo?
No es racismo, es simplemente una cuestión de clases sociales. Los inmigrantes forman parte de los pobres y como tal se les considera. No creo que sea una cuestión de racismo, aunque también puede haberlo. Para casi todos los emigrantes procedentes de fuera de Europa resulta muy difícil hacerse pasar por nativos del país al que han emigrado, aunque hagan extraordinarios esfuerzos para parecer ciudadanos europeos. Siempre hay una barrera. Cuando se habla de integración siempre se considera que son los inmigrados los que deben esforzarse, cuando la integración real no se puede hacer en un único sentido, es cosa de dos.
Supongo que me contestará con un no categórico, pero ¿cree usted que es razonable sentir cierta nostalgia de la época del nasserismo y la Conferencia de Bandung, una época dura, sin duda, pero que muchos vivieron con cierta esperanza?
Hubo una época de esperanza, es cierto, en los años cincuenta y sesenta. Por desgracia, el nacionalismo ha matado esa esperanza. El nacionalismo y las distintas guerras con Israel han lastrado el mundo árabe y lo han abocado a la crisis. En cuanto a Egipto, perdió muchísimos hombres, muchísimos medios y mucho tiempo antes de firmar la paz con Israel. Y hoy es un país que todavía padece las consecuencias de la desastrosa política de Nasser y de Sadat. Además, el imperialismo americano, que es mucho más fuerte y tiene muchos más medios que todos los países no alineados, rompió con gran violencia todas las esperanzas del tercer mundo en ese sentido.
Cuando se produjo la quema de coches en Francia el pasado año diversos analistas e intelectuales opinaron que el modelo integrador francés había fracasado. ¿Cree que se trata realmente de un problema de integración o de enfrentamiento entre culturas?
No es en modo alguno un problema de integración. Es un problema de franceses que son mal vistos y mal tratados, eso es todo. Tampoco los atentados de Inglaterra pueden explicarse como un problema de integración: los que pusieron las bombas eran ingleses. Francia tiene en estos momentos un verdadero problema con los hijos de los inmigrantes, que son ya franceses, aunque se les sigue tratando como si fueran inmigrantes. En términos generales, la Francia oficial no entendió nada de lo que ocurrió el año pasado; trataron el problema únicamente desde un punto de vista policial y represivo, y no desde un punto de vista político y cultural. Porque esos jóvenes sólo piden una cosa y es que se les considere como franceses, con derecho a las mismas oportunidades que los franceses nacidos en los barrios acomodados. Ese es el verdadero problema, un problema económico, y un problema de la forma en que se mira a esa gente. Cuando en los suburbios hay un 40% de paro mientras que la tasa media de paro en Francia es del 9%, es que las cosas no están funcionando bien, la gente no quiere contratar a hijos de inmigrantes.
Aunque en España los informes hablan de un 90% de población católica, la realidad es que el laicismo está bastante extendido. ¿Sucede algo semejante en Marruecos, es decir, pesa más el laicismo de lo que podemos pensar «desde fuera»?
En Marruecos no se habla de eso [risas]. No, en serio, no hay un debate público acerca del ateismo o del laicismo, es algo que se restringe a círculos privados. Por lo demás, la religiosidad de la gente es, en su mayor parte, sincera: en Marruecos nadie te pide que vayas a la mezquita. Aunque también es cierto que durante el Ramadán no se puede beber un vaso de agua en la calle; sería una provocación inútil y estúpida.
Recuerdo que en uno de sus libros, El último amigo, los jóvenes protagonistas se juntaban durante el Ramadán para comer jamón y me preguntaba si sería algo más común de lo que tendemos a pensar…
No, no es común. Antes sí era posible; hoy es más difícil porque la gente está muy apegada a su religión y sigue fielmente sus preceptos.
Usted comenzó publicando sus libros con Denoël y se marchó cuando despidieron a su editor, al que Georges Pérec y otros autores apoyaron con una carta colectiva. En España es común oír hablar de Francia como ejemplo de buen hacer editorial, pero imagino que las cosas también allí están cambiando. ¿Cómo ve usted el mercado editorial en estos momentos?
Es un tema que me preocupa mucho; mi editor en Cataluña, Grup 62, ya pertenece a un gran grupo empresarial como es Planeta. En Francia sucede lo mismo: las editoriales pertenecen a grupos financieros, como Hachette, que vende aviones y armas y tiene varias editoriales. Gallimard, mi actual editor, sigue siendo independiente, pero estamos todos preocupados porque estos movimientos hacen temer que la literatura, la verdadera literatura pueda acabar convirtiéndose en algo para unos pocos que tenga que ganarse un hueco entre la abundancia cada vez mayor de productos prefabricados como El código Da Vinci o ciertos libros de Paulo Coelho, de Isabel Allende… Estos libros siempre han existido, y no tienen nada de malo, pero la concentración editorial puede hacer que grandes escritores como Juan Goytisolo, García Márquez, Vargas Llosa o Julien Gracq tengan cada vez un público más restringido: sus obras serán literatura, mientras que lo demás será negocio.
© CBA, 2007. Entrevista publicada bajo una licencia Creative Commons. Reconocimiento - No comercial - Sin obra derivada 2.5. Se permite copiar, distribuir y comunicar públicamente por cualquier medio, siempre que sea de forma literal, citando la fuente y sin fines comerciales.
NOVELA
Partir, Barcelona, El Aleph, 2006
El último amigo, Barcelona, El Aleph, 2006
La escuela vacía, Barcelona, RBA, 2003
Sufrían por la luz, Barcelona, RBA, 2001
Elogio de la amistad, Barcelona, El Aleph, 2001
Los náufragos del amor, Madrid, Alfaguara, 2000
La noche del pecado, Madrid, Alfagura, 1998
El escribano, Madrid, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 1998
El ángel ciego, Barcelona, Edicions 62, 1994
El hombre roto, Barcelona, Anagrama, 1994
Día de silencio en Tánger / Con los ojos bajos, Barcelona, Círculo de Lectores, 1993
Oración por el ausente, Barcelona, Edicions 62, 1993
El niño de arena, Barcelona, Edicions 62, 1990
POESÍA
El levantamiento de las cenizas: no identificados, Barcelona, Deriva, 1997
ENSAYO
Papá, ¿qué es el racismo?, Madrid, Alfaguara, 2002
El Islam explicado a nuestros hijos, Barcelona, RBA, 2002
VI ENCUENTRO EUROMAGREBÍ. UN NUEVO SIGLO, UNA NUEVA RELACIÓN
02.10.06 > 05.10.06
PARTICIPANTES MIGUEL ÁNGEL AGUILAR • MOHAMED ABED AL-YABRI • CELIA AMORÓS • OUMAMA AOUAD • AHMED BENCHEMSI • TAHAR BEN JELLOUN • RACHID BENZZINE • ABDELMAJID CHARFI • SYLVAIN CYPEL • HICHEM DJAÏT • AHMED EL AYADI • SENÉN FLORENSA • SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ • RENE GALLISOT • FELIPE GONZÁLEZ • DIEGO HIDALGO • LATEFA LAKHDAR • BERNARDINO LEÓN • GEMA MARTÍN MUÑOZ • MAATI MONJIB • ABDELHAY MOUDDEN • ANDRÉS ORTEGA • JOSÉ MARÍA RIDAO • CARMEN ROMERO • NOURREDINE SAADI • BOUALEM SENSAL • WASSYLA TAMZALI • AMELIA VALCÁRCEL
ORGANIZA CBA • CÍRCULO MEDITERRÁNEO
COLABORA MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES • UNICAJA • FRIDE • FUNDACIÓN TRES CULTURAS