Señora con el receptor de radio adquirido con el dinero enviado por su hijo, emigrante en América
El sonido de la radio
Las fotografías tienen sonido. Es un sonido distinto, diferente del que estamos habituados a escuchar, pero es un sonido vivo.
El sonido de la radio
Las fotografías tienen sonido. Es un sonido distinto, diferente del que estamos habituados a escuchar, pero es un sonido vivo.
En la fotografía de Virgilio Vieitez que ahora miramos, el sonido es más que evidente. Es el sonido de esa radio junto a la que la campesina posa con orgullo (el orgullo con el que los pobres muestran las pocas cosas que les pertenecen), pero también el de la posguerra en aquellos años de hierro que se pueden intuir en ambas cosas: en la fotografía y en el electrodoméstico. Quizá el primero que la mujer tuvo, como la mayoría de las casas españolas.
Por eso, basta mirar fijamente esta foto para escuchar en sordina el sonido del parte, el de los anuncios de comercios y productos provincianos, el rumor del rosario y de Radio Andorra, que llegaba por las noches a todos los rincones del país como por arte de encantamiento. Ese mismo encantamiento que invade esta vieja foto que tiene toda la dignidad de la obra bien hecha y el hechizo de lo que perdurará.
JULIO LLAMAZARES ESCRITOR