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Corcobado, el niño gordito

Javier Corcobado
Fotografía Eva Sala

Javier Corcobado es uno de los pocos músicos irrenunciables del underground español. A través de distintos proyectos arriesgados, excesivos y siempre apasionados ha ejercido una influencia decisiva sobre varias generaciones de creadores y ha legado un puñado de obras de indiscutible intensidad.

Conozco bien a Corcobado. Ya ni sé cuándo se desdobló de mí. Creo que quizás cuando sólo tenía cuatro años e interpretaba en las fiestas de cumpleaños canciones como «Yo soy aquél» o «Poupeé de cire»... Al final de cada una le aplaudían efusivamente, pero nadie le dijo nunca que cantara bien, sólo que memorizaba muy bien las letras. A los siete años, sus padres lo apuntaron a la rondalla de Vallecas para que aprendiera a tocar la guitarra. El instrumento era demasiado grande para él y se lo cambiaron por un laúd. Pasaba horas destrozando sus deditos con las afiladas cuerdas. En los concursos de villancicos en los que participaba con la rondalla, los más pequeños se sentaban en las filas de atrás del escenario. El señor Rojas, su maestro, les decía que no tocaran, que sólo cantaran. Así que esos niños y niñas mínimos mo-vían las manitas sobre sus instrumentos sin tocarlos y cantaban estrepitosamente cualquier cosa que les pusieran por delante.

La adolescencia llegó a traición. Corcobado dejó de ser el niño gordito que era y se estilizó. Empezaron a llegar las dudas, las chicas y una lucidez irritante durante la mutación. Su amigo Julián le mostró el rock’n’roll, los Beatles y los Rolling Stones. Hicieron un grupo con otros dos compañeros de 8º de EGB, Los Presumidos.

Fue uno de los pioneros del monopatín en este país. Su vida se deslizaba sobre cuatro ruedas y una tabla. Pensaba que así nun-ca crecería. A los quince años ya era profesional del skateboard haciendo exhibiciones por toda España, incluso hizo un spot para Pepsi, y ganó el primer campeonato de Madrid. Fue en esa época cuando se acostumbró al aplauso del público, esa adicción tan folclórica. Los Presumidos iban adquiriendo instrumentos eléctricos. Ensayaban en el almacén de una farmacia. Así entraron en contacto con ciertos estimulantes y con una manera de tocar muy ruidosa que coincidía con la proliferación del punk. Esto sucedía entre 1977 y 1979. Hacían versiones de Eddie Cochran, Devo, The Romantics, etc. Nunca actuaron ni grabaron.

Corcobado tenía diecisiete años en 1981. Ingenuamente, escribía textos caóticos y automáticos. Leía a Luis Martín-Santos, Dostoievski, Dante, Bukoswki… Se nutría de letras de canciones y compraba discos compulsivamente. Perdió la virginidad en Denia y escribió poco después su primer poema, «Transparente». Su madre quería para él un futuro como ingeniero industrial, pero él estaba cada día más fascinado por la música. Oía mucha música disco y canción popular en la radio, a la vez que descubría otras cosas: Can, Throbbing Gristle, The Contortions, Einstürzende Neubauten, The Pop Group, Lounge Lizards… La No Wave neoyorquina le estimuló para crear su primera banda experimental: Cuatrocientosveintinueve Engaños.

Su primera actuación oficial se llevó a cabo en Rockola, la mítica sala madrileña. Acudieron casi trescientas personas a ver el espectáculo. Al final sólo quedaban veinte. La gente huía ante ese pequeño monstruo hecho de riffs antagonistas con estructuras aparentemente desordenadas, en realidad perfectamente planeadas. Ahí empieza su dependencia del escenario, ese sitio donde cualquier persona insignificante se convierte en una especie de farsante deidad.

El servicio militar le llevó a vivir a Tenerife. Desde allí desarrolló Mar Otra Vez. Su intención era incrementar el ruido, pero con músicos que tocaran mejor. Era 1983. En la isla, Corcobado se obsesionó escribiendo en el rompeolas del puerto: generó unos quinientos poemas durante toda la mili. Regresó a Madrid y consolidó Mar Otra Vez, con los que grabó tres álbumes. Fue construyendo poco a poco un estilo, una manera de cantar que serviría de inspiración a muchos artistas y grupos que cantaban en castellano.

En 1986 decidió entregarse únicamente a la música. Junto a Gabriel Arias, guitarrista genial del grupo y amigo inseparable, inició una aventura de conciertos, alcohol, mujeres y drogas típica del rock’n’roll. Fue una etapa difícil, pues sólo podían tocar en Barcelona, Ibiza, Zaragoza y Valencia, ya que en Madrid estaban vetados en algunos locales que aducían que su música era muy violenta.

En 1987 Mar Otra Vez acaba de forma traumática. Con la pelvis rota, Corcobado enseguida recluta músicos en Madrid para iniciar su carrera en solitario, pero acaba formando Demonios Tus Ojos, con los que edita un disco salvaje en 1988. Es en 1989 cuando graba su ansiado disco con el nombre de Corcobado. Se titula Agrio beso. Esta es la obra que empieza a reflejar mejor la dualidad de este artista: hace una versión de «Puerta de amor» de Nino Bravo y compone «Desde tu herida» y «Nieve roja», canciones eminentemente melódicas. Sin embargo, en la cara B, están la distorsión, la experimentación y los gritos. A partir de aquí, Corcobado graba casi un disco por año acompañado por Los Chatarreros de Sangre y Cielo o por Cría Cuervos, en este orden: Tormenta de tormento (1991), Ritmo de sangre (1993), Boleros enfermos de amor vol. 1 (1994), Arco iris de lágrimas (1995) y Boleros enfermos de amor vol. 2 (1996). Investiga a fondo en estos años los laberintos de la vida satisfaciendo todas sus curiosidades, con las consecuencias que eso acarrea, y publicando dos libros de poemas: Chatarra de sangre y cielo (1991) y El sudor de la pistola 13 (1994). Escribe cuentos y artículos de opinión para revistas como El Europeo, Noise Club o El canto de la tripulación. Hace gran número de conciertos en España, Alemania, Bélgica y, sobre todo, en México, lugar en donde su arte es muy apreciado desde la primera vez que acudió en 1992, acompañado de Javier Arnal a la guitarra.

Durante los años noventa, Corcobado ha sido admirado, envidiado y criticado, pero siempre respetado. Muchos grupos de carácter independiente han demandado su ayuda como compositor, productor o músico. Cabe destacar su colaboración con Manta Ray en el disco Diminuto cielo (1996).

Entre 1999 y 2003 Corcobado desapareció de la escena musical. Descansó y se regeneró en A Coruña y después en México. Desde entonces se halla en su momento creativo más importante. Ha dado vida a las que son sus obras más rotundas, dos elepés: Fotografiando al corazón (2003) y Editor de sueños (2006); y dos libros: su novela El amor no está en el tiempo y su poesía completa hasta 2007, Yo quisiera ser un perro. En la actualidad se halla inmerso en una serie de conciertos en los que repasa toda su discografía, con motivo de la reciente edición del recopilatorio Canciones insolubles.

Me dice ahora mi amigo Corcobado que anote aquí que el disco que está componiendo será el mejor de su carrera… Eso es lo que dice siempre… Ahora mi relación con él es muy saludable, nada esquizofrénica. No siempre lo llevo conmigo, sólo cuando hay que exhibirse en público o enfrentarse a una empresa difícil, entonces voy armado con su presencia. Es muy tierno, aunque parece hosco e indestructible. Es amable a pesar de todo. Es tan hombre como niño…

CABARET CÍRCULO
CONCIERTO JAVIER CORCOBADO: CANCIONES INSOLUBLES


18.01.08

ORGANIZA CBA