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Hans Küng

Teólogo en la frontera

Juan José Tamayo

La teología de Hans Küng, teólogo suizo afincado en Tubinga (Alemania) desde finales de los años cincuenta del siglo pasado, es una de las más sólidas y creativas del siglo XX. Se caracteriza por la búsqueda de la identidad cristiana a la luz de la conciencia crítica, que es uno de los signos de la modernidad, por su sentido crítico de las instituciones eclesiásticas desde una sólida fundamentación teológico-bíblica, por su trabajo ecuménico a favor de la reconciliación entre las iglesias cristianas, por su sensibilidad hacia las inquietudes de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, por el diálogo y la paz entre las religiones, que contribuya a la paz en el mundo, por la construcción de una ética mundial en tiempos de globalización y por estar siempre en la frontera.

La teología de Hans Küng, teólogo suizo afincado en Tubinga (Alemania) desde finales de los años cincuenta del siglo pasado, es una de las más sólidas y creativas del siglo XX. Se caracteriza por la búsqueda de la identidad cristiana a la luz de la conciencia crítica, que es uno de los signos de la modernidad, por su sentido crítico de las instituciones eclesiásticas desde una sólida fundamentación teológico-bíblica, por su trabajo ecuménico a favor de la reconciliación entre las iglesias cristianas, por su sensibilidad hacia las inquietudes de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, por el diálogo y la paz entre las religiones, que contribuya a la paz en el mundo, por la construcción de una ética mundial en tiempos de globalización y por estar siempre en la frontera.

Convergencias entre catolicismo y protestantismo

La tesis doctoral sobre la doctrina de la justificación en Kart Barth establece el horizonte ecuménico en que va a moverse su trabajo teológico y marca un hito en la teología ecuménica. En ella intenta demostrar la coincidencia entre dicha doctrina y la de Trento en sus elementos fundamentales. El propio Barth reconocía que la exposición de Küng respondía en lo esencial a lo que había escrito sobre la justificación y que su compatriota lo había interpretado correctamente. Küng coincidía con el teólogo H. U. von Baltasar en que Barth causó un fuerte impacto tanto en la teología católica como en la protestante y en que su teología reúne la formulación más expresiva del protestantismo y la aproximación más sólida al catolicismo. Tras leer el libro de Küng, Barth no pudo menos que preguntarse si todas las guerras de religión, las luchas teológicas, los enfrentamientos y las divisiones no habían sido un inmenso error. La respuesta no puede ser más que afirmativa. El problema es que las guerras religiosas siguen produciéndose.

El papa, ¿infalible?

En la década de los sesenta, Küng se centra en temas eclesiológicos como el concilio Vaticano II, la Iglesia y la infalibilidad, siempre en clave ecuménica. Dos son las principales obras de este período: La iglesia e ¿Infalible? Una pregunta. En la primera Küng elabora una eclesiología crítica a partir del Evangelio y bajo la inspiración del Concilio Vaticano II. Aborda la «esencia» de la Iglesia en su forma histórica variable. Parte de la Iglesia real encarnada en el mundo, y no de una Iglesia ideal que se encuentre en las abstractas esferas celestiales de una teoría teológica. Con honestidad teológica y lucidez intelectual se pregunta si la Iglesia puede apelar razonablemente a Jesús de Nazaret y si está fundada en su Evangelio. Su respuesta es que entre Cristo y la Iglesia no se da una compenetración física y necesaria, sino una unidad peculiar: unidad en la dualidad y dualidad en la unidad; unidad como dinamismo histórico y no como estatismo ontológico. La Iglesia no se encuentra al mismo nivel que el reino de Dios, sino bajo el reino de Dios y a su servicio. La índole carismática forma parte de la estructura fundamental de la Iglesia.

En su reciente obra Breve historia de la Iglesia católica Küng avanza algunas líneas de futuro por las que habrán de caminar las iglesias cristianas. Deben enraizarse en el Evangelio, el movimiento de Jesús de Nazaret y los orígenes cristianos, que es donde se encuentra su inspiración más auténtica. No pueden permanecer ancladas en las concepciones teológicas que consideran a las mujeres inferiores a los varones, ni en los modelos organizativos jerárquico-patriarcales del pasado, que excluyen a las mujeres de los ministerios y de las funciones directivas en las iglesias en razón de su sexo. Deben reconocerlas como sujetos morales, eclesiales y teológicos, y a partir de ahí desarrollar una reflexión teológica desde la perspectiva de género, que no justifica la lucha de las mujeres contra los varones ni la de éstos contra aquéllas, sino que es inclusiva de hombres y mujeres.

La unidad de las iglesias cristianas no se logra con el retorno de una iglesia a otra o con la salida de una hacia la otra, y menos aún con la sumisión de una iglesia a la otra, sino a través del retorno por ambas partes, de la mutua aceptación, de la comunión en un dar y recibir recíprocos, y, en definitiva, de la conversión de todas a Cristo y su mensaje.

Una de las cuestiones más problemáticas y conflictivas de las tratadas por Küng es la infalibilidad del papa, que divide a la cristiandad y, desde que se produjo la Reforma protestante, espera una respuesta de la teología católica. Küng aborda esta cuestión de manera sistemática, con responsabilidad teológica, rigor histórico y fundamentación exegética, pero sin hablar ex catedra. Lo que Küng se pregunta es si la infalibilidad de la Iglesia necesita proposiciones infalibles. Ateniéndose a la filosofía del lenguaje establece una serie de principios que deben aplicarse también a las distintas proposiciones de fe, cuáles son las fórmulas de fe, los símbolos de la fe y las definiciones de fe. Ninguna de ellas está exenta de seguir las leyes que rigen todo tipo de proposiciones y todas ellas participan del carácter problemático de las proposiciones humanas. Las proposiciones van a la zaga de la realidad; son equívocas; sólo pueden traducirse condicionalmente; están en movimiento; propenden a las ideologías. La teología debe tomar en serio la dialéctica de verdad y error, si no quiere caer en el dogmatismo, el juridicismo, el autoritarismo, el formalismo, el objetivismo y el positivismo.

Y para confirmarlo apela a la historia, siguiendo los estudios de Y. Congar sobre la Edad Media, marcada como estuvo por el absolutismo papal. Durante esa época se admite en general que el papa puede errar y caer en la herejía, y no se enseña expresamente más que la indefectibilidad de la Iglesia. Durante las épocas oscuras del cristianismo la indefectibilidad de la Iglesia no se manifestó precisamente en la jerarquía, ni siquiera en la teología, tampoco entre los poderosos, sino entre los humildes, entre numerosos cristianos la mayoría de las veces desconocidos que escucharon el mensaje del Evangelio y vivieron conforme a él.

En la década siguiente escribe tres obras que constituyen la base de su trabajo teológico: Ser cristiano; ¿Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo; ¿Vida eterna? Respuesta al gran interrogante de la vida humana.

Jesús de Nazaret, Dios y la vida eterna

El libro de Küng Ser cristiano es una de las cristologías que más ha contribuido a recuperar al Jesús histórico y a la reformulación de los dogmas cristológicos en perspectiva histórica, en los nuevos climas culturales. A partir del reto de los humanismos modernos y de las grandes religiones, se interroga por lo peculiar del cristianismo, y lo descubre en Cristo. Sigue preguntándose cuál de las imágenes de Cristo es la verdadera y a cuál de ellas hay que atenerse en la práctica. La respuesta es el Cristo real, que no es un mito, sino un personaje histórico, cuyo contexto social, predicación, conflictos, muerte y nueva vida analiza con rigor exegético.

En ¿Existe Dios? plantea el problema de Dios siguiendo los pasos del pensamiento moderno europeo a través de algunos de sus principales filósofos y sistemas de pensamiento: Descartes, Pascal, Kant, Hegel, Feuerbach, Marx, Nietzsche, Freud, etc. En diálogo con ellos y atento a sus críticas, responde con tres síes a la pregunta del título: sí a la realidad como alternativa al nihilismo, sí a Dios como alternativa al ateísmo, sí al Dios cristiano, que es el Dios de Jesús de Nazaret. Pero antes de la respuesta afirmativa al Dios cristiano y consciente de que, desde la perspectiva de las ciencias de las religiones, el cristianismo es una religión más, analiza las concepciones de Dios en las religiones no cristianas, incluyendo la idea de Dios de los chinos y la religiosidad no teísta del budismo.

En ¿Vida eterna? se plantea las preguntas existenciales sobre el futuro de la vida, el sentido y sinsentido de la muerte: ¿qué es la muerte?, ¿hay una sola vida o varias vidas?, ¿a dónde vamos al morir: a la nada o a la realidad última?, ¿es el más allá la proyección de un deseo?, ¿es el morir entrar en la luz?, ¿todos los caminos acaban en la tumba?, ¿por qué esperar un cielo?, ¿infierno eterno? Expone las respuestas que han dado las distintas filosofías y religiones: reencarnación, inmortalidad del alma, el «gran quizás» de Rabelais que retoma Bloch... Se centra especialmente en las respuestas del judaísmo y del cristianismo: la resurrección de los muertos y la vida eterna. Para Küng, la esperanza en la vida eterna implica activar dimensiones fundamentales de la existencia humana, como saber que este mundo no es lo definitivo y que todo lo que existe tiene carácter transitorio; poder trabajar por un mundo mejor; poder dar sentido a la propia vida y a la de los demás. La vida eterna es «liberación sin nueva esclavitud».

Diálogo interreligioso y proyecto de ética mundial

Tras la polémica con Roma sobre la infalibilidad en 1979, Küng inició una nueva etapa en su trayectoria intelectual y en su reflexión teológica: la apertura al «gran ecumenismo» a través de la propuesta del diálogo entre las religiones y de una ética mundial. Expuso su idea de la paz entre las religiones como base para la paz entre las naciones en distintos foros internacionales y la desarrolló de manera programática en la obra Proyecto de ética mundial.

La tesis de Hans Küng es que las religiones pueden contribuir a evitar el choque de civilizaciones que algunos politólogos anuncian para el siglo XXI. Para ello es necesario que pongan en práctica una serie de iniciativas que el teólogo formula así: «1. No habrá paz entre naciones sin paz entre las religiones. 2. No habrá paz entre las religiones sin diálogo de las religiones. 3. No habrá diálogo de las religiones sin estándares éticos globales. 4. No habrá en nuestro Globo supervivencia en paz y justicia sin un nuevo paradigma de relaciones internacionales basadas en estándares éticos globales». Estas propuestas fueron la base del II Parlamento de las Religiones del Mundo celebrado en Chicago entre el 28 de agosto y el 4 de septiembre de 1993, donde más de doscientos representantes de las religiones del mundo expresaron por primera vez en la historia su consenso en torno a una serie de valores, actitudes y modelos éticos comunes. El consenso se plasmó en una Declaración, cuyo principal redactor fue el teólogo suizo. En ella las religiones asumían el compromiso de trabajar a favor de una cultura de la no violencia y del respeto a toda vida, de una cultura de la solidaridad y de un orden económico justo, de una cultura de la tolerancia y de una vida veraz, y de una cultura de la igualdad y la colaboración entre hombres y mujeres.

Uno de los presupuestos del proyecto de ética mundial de Küng es que no puede haber diálogo religioso sin investigación sobre los fundamentos de las religiones. A partir de aquí está llevando a cabo un gigantesco proyecto ecuménico de investigación sobre la situación religiosa de nuestro tiempo centrándose inicialmente en el judaísmo, el cristianismo y el islam. Son investigaciones hechas desde la honradez científica, el compromiso por la paz, el buen entendimiento y, según confesión del propio autor, «una gran simpatía por las grandes religiones de la humanidad». En sus investigaciones aplica el análisis teológico de los paradigmas al estudio de las tres religiones proféticas, ya que lo considera un excelente instrumento para comprender los conflictos entre las religiones, tanto en sus grandes contextos históricos y rupturas epocales, como en su estructuración actual de contenidos. Y todo ello con el objetivo de encontrar caminos de solución en el futuro. Con esta metodología ha desarrollado el proyecto en tres obras de especial relevancia para el estudio de las religiones monoteístas: El judaísmo. Pasado, presente, futuro; El cristianismo. Esencia e historia y El Islam. Historia, presente, futuro.

La primera obra de la trilogía se centra en la más antigua de las tres religiones proféticas, que constituye una potencia mundial en el plano del espíritu, a pesar de que cuenta con un reducido número de seguidores. Estructura la historia del judaísmo en torno a seis grandes paradigmas: tribus de la era preestatal; reino de la era monárquica; teocracia del judaísmo postexílico; paradigma rabínico-sinagogal de la Edad Media; paradigma de asimilación a la modernidad; paradigma de la postmodernidad. Los objetivos de esta investigación son: identificar la sustancia religiosa del judaísmo, cómo la comprenden las nuevas generaciones, cómo ha vivido y resuelto el judaísmo el conflicto básico entre tradición e innovación y cómo asume los desafíos de la nueva época mundial.

La segunda es El cristianismo. Esencia e historia. Küng recurre a la teoría de los paradigmas científicos del historiador de la ciencia Thomas Kuhn expuesta en su obra La estructura de las revoluciones científicas, para establecer una tipología nueva en la historia del cristianismo, atendiendo a sus diferencias culturales. Kuhn define los paradigmas como «realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica» o «una constelación global de convicciones, valores, modos de proceder, etc., compartidos por los miembros de una comunidad determinada». Por cambio de paradigma entiende «aquellos episodios de desarrollo no acumulativo en que un antiguo paradigma es reemplazado completamente o en parte, por otro nuevo e incompatible». Küng estructura el itinerario del cristianismo en torno a cinco grandes paradigmas: el judeo-apocalíptico del protocristianismo, el ecuménico-helenista de la Antigüedad cristiana, el católico-romano medieval, el evangélico-protestante de la Reforma y el racionalista-progresista de la Modernidad.

La tercera obra de la trilogía es El Islam. Historia, Presente, Futuro, cuyo objetivo es capacitar a las personas para el diálogo en la fase actual de transición hacia una nueva relación entre etnias, tradiciones culturales, tradiciones religiosas, lenguas, pueblos, naciones y continentes. Küng se pregunta dónde radica la fuerza del islam, religión profesada hoy por más de mil doscientos millones de personas en el mundo. Responde a esta interrogación con un recorrido por la historia del islam a lo largo de sus catorce siglos de existencia, y por su realidad actual en una exposición objetiva que, con sus diferencias culturales, reúne en una «gran familia religiosa» a grupos humanos tan diferentes como «los nómadas bereberes, los árabes próximo-orientales y los africanos, tanto occidentales como orientales…; turcos, bosnios y albaneses, persas, pakistaníes, indios, chinos y malayos, así como, en tiempos más recientes, a personas de casi todos los países de la Tierra». Analiza las fuentes del islam, sus valores, sus símbolos, su mensaje, sus elementos constitutivos, la estructura de la cotidianidad musulmana, la política, la cultura y el arte islámicos. Su estudio se desarrolla en dos dimensiones perfectamente trabadas: la histórica y la sistemática. Y todo no en clave apologética, sino con sentido crítico, planteando las debilidades y omisiones y sugiriendo las preguntas autocríticas que, a su juicio, habrían de plantearse los musulmanes de hoy.

Para terminar esta apretada síntesis del pensamiento de Hans Küng, me gustaría destacar un pequeño dato que tiene especial interés: en el prólogo a su libro La Iglesia Küng expresa agradecimiento cordial a su colega Joseph Ratinzger por la valiosa ayuda que le había prestado cuando fueron colegas como profesores de teología en Tubinga. Con el paso de los años, empero, la colaboración se tornó distanciamiento, sobre todo a partir del momento en que Ratzinger accedió al episcopado, se convirtió en hombre de confianza de Juan Pablo II y asumió la responsabilidad al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En la última de las siete lecciones dictadas en el semestre de invierno de 1995-1996 en la Universidad de Tubinga cuenta Hans Küng que un colega católico le preguntó, tras las primeras clases, si no hubiera podido hacer mucho bien también dentro del sistema romano, haciendo, por así decir, una teología primero para el papa y desde ahí también para la Iglesia y el mundo. Una pregunta que él se ha planteado con mucha frecuencia, si bien afirma que no creció como antagonista del sistema romano. Tras más de medio siglo de itinerario teológico creativo e innovador, su respuesta es la siguiente: «No podía ir por otro camino, no sólo en honor a la libertad, que siempre tuve en gran aprecio, sino en honor a la verdad, que para mí está por encima incluso de la libertad. Si hubiera seguido ese otro camino, así lo veo ahora y así lo vi entonces, hubiera vendido mi alma por el poder de la Iglesia. Quisiera en este momento confiar (y lo digo sin el menor asomo de ironía) en que mi compañero en edad y en gran parte del camino, Joseph Ratzinger, que escogió otro camino y que también será nombrado profesor emérito este año, al mirar hacia atrás y a pesar de lo sufrido, esté tan contento y feliz como yo». ¡Qué elegancia! ¿Podrá decir lo mismo Ratzinger, actual pontífice de la Iglesia católica? Sospecho que no.