Etnoecología. La memoria de la especie humana
Entrevista con Víctor Toledo y Narciso Barrera-Bassols
Fotografía Minerva
La etnoecología es una joven disciplina científica –de creciente interés en el contexto de la crisis medioambiental global– dedicada a investigar las distintas formas en las que los pueblos tradicionales se relacionan con la naturaleza a través de creencias, conocimientos y prácticas idiosincrásicos. A lo largo de las últimas tres décadas, el biólogo Víctor M. Toledo y el geógrafo Narciso Barrera-Bassols, investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México, han realizado un esfuerzo reconocido internacionalmente en la exploración de los saberes de los pueblos indígenas del mundo y la construcción teórica y metodológica de la etnoecología y la ecología política.
Memoria biocultural
Toledo: La especie humana existe desde hace doscientos mil años a lo largo de los cuales ha tenido que elaborar formas de conocimiento y apropiación intelectual de la naturaleza. Desde el punto de vista biológico, la supervivencia de la humanidad a las condiciones ambientales del planeta requiere de una memoria. Toda especie necesita de un aprendizaje que se graba genéticamente y que le permite adaptarse a un medio cambiante. En el caso de la especie humana, esa impresión es, además, de carácter cognitivo y pertenece al legado cultural. La modernidad –la revolución científica e industrial– ha interrumpido esa memoria, ha cortado la transmisión intergeneracional y el consiguiente perfeccionamiento progresivo de los modelos locales para adecuarlos a las condiciones del entorno cercano. Por eso no es exagerado decir que hoy la memoria de la especie se encuentra en los pueblos y las culturas indígenas.
Barrera: En este mundo moderno en crisis los pueblos marginados y expoliados están adquiriendo un nuevo valor en función de su memoria de especie. Los mayas del Yucatán tienen 3.000 años de antigüedad, los pigmeos 60.000 años..., en cambio, nuestra civilización se ha colocado al borde del colapso en apenas trescientos años. Una de las corrientes más avanzadas de la ecología científica es el análisis de la «resiliencia» socioecológica, que es la capacidad de un sistema social productivo para amortiguar un cambio drástico impredecible y mantenerse dentro de su estado normal. Hemos intentado demostrar que esta capacidad adaptativa se encuentra presente en los pueblos tradicionales, lo que explica su habilidad para mantenerse durante periodos larguísimos en un mismo territorio sin atentar contra sus propios medios de vida y supervivencia.
Saberes locales
Barrera: La idea de «biocultura» forma parte de la crítica a la escisión positivista de la naturaleza y la cultura como dos dimensiones ontológicas separadas, nos ayuda a reunir algo que nunca estuvo separado. Toda memoria es biocultural, independientemente del lugar donde uno viva. Pero además, los saberes de los pueblos y culturas indígenas no tienen la misma estructura que el conocimiento científico, sino que están basados en una relación directa y emotiva con la naturaleza. Son conocimientos que se construyen en el lugar, están localizados o territorializados porque dependen de culturas profundamente arraigadas en su propio entorno.
Toledo: Uno de los pecados capitales de la ciencia moderna es su tendencia al conocimiento deslocalizado o desespacializado, como resultado de la búsqueda de leyes o patrones universales. Un buen ejemplo es el concepto de ecosistema, con el que la ecología pretende analizar el mundo natural de todo el planeta. El problema se plantea a la hora de analizar un ecosistema concreto: ningún ecólogo está en condiciones de aprehender el conocimiento específico de todos los sistemas que existen. Es ahí donde el hombre precientífico posee conocimientos que se pueden complementar con la ciencia.
Conciencia de especie
Toledo: Los individuos que habitan el mundo moderno sólo viven en el presente. El siglo XX representa el 0,05 % de la historia de nuestra especie, pero parece que nos hemos vuelto amnésicos con respecto al pasado histórico. Esto provoca una cierta miopía temporal, no pensamos en el esfuerzo que realizaron nuestros antepasados remotos para sobrevivir frente a los fríos de las épocas glaciales, cazando, recolectando, avanzando paso a paso... Sin embargo, esta conciencia de especie es una de las claves que pueden permitir trascender algunas de las diferencias políticas, ideológicas y religiosas que hoy nos separan. Lo que nos hace diferentes nos une cuando reconocemos nuestra generalidad. Posiblemente la conciencia de que nuestra especie podría desaparecer sea el gran descubrimiento de los últimos años.
Barrera: Como explica Eric Hobsbawm, la idea de tradición es el producto de una construcción mítica en la que nosotros desempeñamos el papel de los modernos mientras «los otros» quedan relegados al atavismo, de modo que pueden ser negados, olvidados, explotados y expoliados en función de las necesidades de una racionalidad basada en nuestra cosmovisión. Podría decirse que desde el modelo moderno rememoramos el pasado para juzgar el presente y sentirnos seguros construyendo nuestra identidad, pero sin interés por el futuro. Por eso estamos como estamos. Pensamos en el futuro del planeta como si fuera una máquina a la que hay que cambiar algunas piezas para que no empiece a fallar. En cambio, los otros pueblos piensan en su pasado para construir, recurren a sus ancestros para mantener su historia e identidad, el presente no es tan importante como el futuro, que constituye el único legado para las siguientes generaciones. Una familia en Nepal, México o el Amazonas trata de dejar el lugar que habita más o menos arreglado para que sus hijos puedan seguir viviendo allí, y eso exige recordar el pasado. Por eso tiene sentido hablar en términos de memoria o desmemoria, de amnesia o recuerdo: el mundo moderno se encuentra al borde de una muerte cerebral metafórica.
Conservacionismo
Barrera: En muchas zonas de la franja intertropical de nuestro planeta, las áreas naturales protegidas son cercos que se crean ex profeso para conservar un entorno que, en realidad, ha sido preservado por pueblos que han vivido en él cientos o miles de años hasta que finalmente se han visto expulsados. Son iniciativas que se basan en la idea de un entorno intocado, prístino que carece de sentido: ya no podemos hablar de fenómenos naturales frente a fenómenos sociales. El establecimiento de áreas naturales protegidas tiene mucho que ver con la preservación de áreas extractivas para el futuro. En ese sentido, se trata de un proceso perverso. El alejamiento de las gentes del espacio que han construido niega el proceso de humanización de la naturaleza y la construcción de la diversidad antrópica, la biodiversidad o la agrodiversidad. Forma parte de la voluntad moderna de reorganización del planeta. Es una especie de mala conciencia, de modo que cuando deforestamos las selvas del Congo para extraer madera, pensamos inmediatamente en las zonas que, como islas, preservaremos intactas y que nos servirán tal vez para tener más madera en el futuro.
Biodiversidad
Toledo: El concepto de biodiversidad suele quedar difuminado en las reflexiones actuales. La especie humana es diversa genéticamente, pero lo realmente importante es la diversidad cultural, que hoy podemos identificar a través de las diferentes lenguas. Los lingüistas están muy preocupados porque parece que el ritmo de desaparición de lenguas supera al de algunas especies de animales o plantas. Se ha calculado que hay unas siete mil lenguas en todo el planeta, y se estima que el impacto de la expansión europea ha hecho desaparecer otras cuatro mil aproximadamente. Digamos que hasta el neolítico existían doce mil culturas diferentes, cada una adaptada a diferentes hábitats: desiertos, lagos, montañas, selvas, bosques... Una lengua encierra toda una visión del mundo: hubo doce mil miradas humanas, hoy quedan siete mil. Eso supone un gran pérdida de conocimientos, creencias, prácticas y tecnología. A eso nos referimos cuando hablamos de biodiversidad.
Barrera: Desde el punto de vista geográfico, creo que uno se puede aproximar a la cuestión desde dos escalas diferentes. A escala mundial, cuando uno superpone sobre un mapa la biodiversidad y la diversidad cultural, se observa una cierta coincidencia espacial que no es producto del azar, sino de la coevolución de seres humanos y naturaleza. Distintas expresiones culturales han logrado mantener la diversidad en grandes áreas, fundamentalmente las franjas intertropicales del planeta, pero, sobre todo, han sido capaces de crear los alimentos que hoy consumimos. En los últimos trescientos años no hemos domesticado nuevas especies que se consuman masivamente. El maíz, por ejemplo, que tiene más de diez mil años de historia, es la materia prima con mayor extensión de cultivo, millones de hectáreas en todo el mundo, y mayor volumen de producción. Lo mismo ocurre con el trigo, la vid, el arroz, etc. Por otro lado, esta correlación geográfica pone de manifiesto un cierto tipo de diversidad de orden paisajístico, esto es, la adaptación que los hombres realizan para beneficiarse de la naturaleza a través de construcciones sociales. No hablo sólo de un beneficio productivo sino también simbólico y estético: lugares de vida donde se sufre, se llora, se ríe, se crea y se recrea... La cultura a escala local no es solamente la lengua, también se expresa en instituciones, hábitos, representaciones simbólicas y estéticas.
Ciencia moderna y sabiduría tradicional
Toledo: Antes decía que hay siete mil miradas, creo que no es exagerado decir que hay otras tantas sabidurías. La etnoecología trata de estudiarlas y comprenderlas dando un paso más que aquellos de nuestros colegas –especialmente los etnobiólogos– que se han dedicado a estudiar los pueblos indígenas como si poseyeran una versión propia de la ciencia, un conocimiento desligado del resto de dimensiones de la relación humana con la naturaleza. Desde nuestro punto de vista, en cambio, entendemos estas sabidurías como la articulación de las creencias, los conocimientos y las prácticas que un pueblo desarrolla en su proceso de apropiación del mundo natural. Nos dedicamos a estudiar el complejo cosmos-corpus-praxis, el engranaje del mundo cognitivo y el mundo práctico.
La tarea científica constituye un proceso de purificación del conocimiento. El ser humano siempre ha tenido conocimientos, pero amalgamados con creencias y prácticas. Hasta el advenimiento de la ciencia moderna, se sacralizó la naturaleza a través de deidades a las que se dotó de palabra, de modo que el ser humano podía dialogar y negociar con ellas. Este proceso llega a su fin con la ciencia moderna aunque, paradójicamente, la desacralización del mundo natural también quebró la ética ecológica. Por eso la aproximación de la ciencia a las sabidurías tradicionales, dotadas de características intrínsecas propias, tiene que estar marcada por el diálogo de saberes. Es un asunto importante, cuando queramos resolver el problema de cómo aprovechar correctamente las selvas amazónicas tendremos que establecer un diálogo entre la sabiduría científica y la de cada uno de sus pueblos. En realidad, es una estrategia que siempre ha existido más o menos oculta. La sinergia entre los saberes científicos y los tradicionales ha sido constante. El sistema de clasificación de Linneo, por ejemplo, está basado en el de los lapones, los indígenas de Suecia.
Barrera: La ciencia y el pensamiento objetivizante han tenido una eficacia incuestionable en la explicación de procesos, fenómenos y estructuras y en la construcción de modelos muy precisos. En cambio, a la hora de predecir o construir el futuro resulta un instrumento muy limitado, porque el mundo no se resume en esos fenómenos objetivos, sino que es también el fruto de muchos otros procesos subjetivos e inconmensurables. En segundo lugar, la ciencia se ha convertido en un mito, una fe, una especie de religión. El nacimiento de la ciencia exigió una ruptura entre cuestiones religiosas y objetivas, pero inmediatamente dio lugar a una institución vicaria muy parecida a la Iglesia, con sus jerarquías y estructuras de autoridad, no sólo académicas sino también empresariales. En ese sentido, los científicos han tenido que hacer un falso ejercicio de neutralidad respecto a ciertas realidades, ocultando además su relación con el poder.
La ciencia moderna extrae elementos de la naturaleza y los lleva al laboratorio para componer colecciones, zoológicos o jardines botánicos. Pero desde el momento mismo de su extracción dejan de ser naturaleza, se convierten en bodegones llenos de objetos inanimados. En el caso de los conocimientos tradicionales, esa sabiduría se da en el lugar, sin extracción, y se establece un diálogo muy intenso con la naturaleza, una construcción comunicativa donde se supone que la naturaleza y los hombres trabajan conjuntamente gracias a la mediación de las deidades.
Toledo: No querría dar la impresión de que estamos en contra de la ciencia. La modernidad supuso una gran ruptura que permitió el crecimiento de la población humana, mejoras tecnológicas, bienestar social, control de enfermedades... Pero también ha generado la desestabilización de los ciclos ecológicos locales y globales. Es cierto que está atravesando una crisis y se ha producido una auténtica rebelión epistemológica, pero sin duda necesitamos de una versión revisada y autocrítica de la ciencia para superar la desmemoria del mundo moderno.
Diálogo de saberes y futuro
Barrera: Es importante tratar de imaginar cómo se va a concretar el diálogo entre la ciencia y los saberes tradicionales, ya que tiene que ver con procesos sociales y políticos que implican, por ejemplo, el fortalecimiento de las identidades culturales, hasta el punto de que el ecólogo se convierta en un agitador social. En América Latina, aunque también en otros países como la India, ya se están produciendo movimientos de este tipo, en los que se unen organizaciones sociales que trabajan por la sostenibilidad, partidarios de la agricultura orgánica y grupos que gestionan bosques comunitarios, incluyendo a los científicos comprometidos con dichas sociedades y sus lugares. En México tenemos dos mil comunidades en el camino de la sostenibilidad, quizás más marcadas por lo productivo, por el buen manejo del bosque, el agua o el café, pero también con un componente cultural insoslayable. Se requiere un gran esfuerzo para superar esta crisis sistémica –ecológica, cultural y económica– que atañe a todo el mundo, aunque no todo el mundo haya contribuido a ella. Para ello hay que pensar más allá de la modernidad. Necesitamos construir algo diferente, una especie de «modertradicionalidad».
Toledo: Estos pueblos están viviendo un proceso de constitución política, son sujetos sociales que desde hace veinte o veinticinco años han levantado la cabeza para decir basta. Estos actores políticos no buscan, definitivamente, derribar el mundo moderno, sino que aspiran a reformular su identidad a través de una relación más horizontal con Occidente. La globalización los ha desmembrado y fragmentado, los ha vuelto más frágiles. En los últimos ciento cincuenta años han sufrido golpes tan importantes que puede que muchas de las sabidurías tradicionales comiencen a extinguirse en apenas dos décadas. Estamos en un momento crítico. La gente que hoy se sigue dedicando al cultivo tiene más de cuarenta y cinco años, y la expectativa de vida no llega a los setenta años en muchos de estos pueblos. Jorge Riechmann ha hecho un interesante paralelismo entre el declive del petróleo y la desaparición de los saberes locales: habrá un punto de confluencia que va a ser el punto rojo de la crisis global. Para revertir este proceso tenemos que desarrollar la capacidad individual y colectiva de filtrar los frutos de la modernización y de la tradición para quedarnos con lo que consideremos importante y desechar lo que nos devasta.
© Monica di Donato. Texto publicado bajo una licencia Creative Commons. Reconocimiento – No comercial – Sin obra derivada 2.5. Se permite copiar, distribuir y comunicar públicamente por cualquier medio, siempre que sea de forma literal, citando autoría y fuente y sin fines comerciales.
Víctor M. Toledo
La memoria biocultural: la importancia ecológica de las sabidurías tradicionales, Barcelona, Icaria, 2009 [con Narciso Barrera-Bassols]
México, naturaleza viva, Barcelona, Lunwerg, 2003
El planeta, nuestro cuerpo, México, Fondo de Cultura Económica, 2003 [con Martí Boada]
México: Diversidad de Culturas, México, CEMEX y Sierra Madre, 1995
La paz en Chiapas, luchas indígenas y modernidad alternativa, México, UNAM, 2000
La modernización rural de México: un análisis socioecológico, México, UNAM, 2002 [en colaboración con Pablo Alarcón y Lourdes Barón]
Ecología, espiritualidad y conocimiento, México, Universidad Iberoamericana, 2003
El juego de la supervivencia. Un manual para la investigación etnoecológica en Latinoamérica, México, UNAM, 1991
Naturaleza, Producción, Cultura. Ensayos de ecología política, Veracruz, Universidad Veracruzana, 1989
Narciso Barrera-Bassols
La memoria biocultural: la importancia ecológica de las sabidurías tradicionales, Barcelona, Icaria, 2008 [con Víctor M. Toledo]
Symbolism, knowledge and management of soil and land resources. Ethnopedology at global and local scales, Paises Bajos, ITC, 2008.
Impactos ecológicos, económicos y culturales de la ganadería en Veracruz, México, CIESAS, 1993 [con H. Rodríguez]
Ecología y desarrollo rural en Pátzcuaro, Michoacán: un análisis interdisciplinario de comunidades campesinas, México, UNAM/ Ford Foundation, 1984 [con V. M. Toledo]
LA MEMORIA BIOCULTURAL.
COLOQUIO CON VÍCTOR M. TOLEDO Y NARCISO BARRERA-BASSOLS
16.04.09
PARTICIPANTES NARCISO BARRERA-BASSOLS • JUAN CARLOS GIMENO MARTÍN • MARÍA NOVO • VÍCTOR M. TOLEDO
ORGANIZA CARIA • CIP ECOSOCIAL • CBA