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Poesía española actual: de la norma hacia la diversidad

Julieta Valero

Cualquier intento de hacer una panorámica de lo que está ocurriendo en tiempo presente pasa por asumir la inevitable miopía con que lastra lo cercano. En el caso de la poesía española actual se suma a esta dificultad discriminatoria el velo de confusión que crean ciertos vicios propiciados por gran parte de la crítica en los últimos decenios*.

Cualquier intento de hacer una panorámica de lo que está ocurriendo en tiempo presente pasa por asumir la inevitable miopía con que lastra lo cercano. En el caso de la poesía española actual se suma a esta dificultad discriminatoria el velo de confusión que crean ciertos vicios propiciados por gran parte de la crítica en los últimos decenios. Por un lado, un afán normativo a menudo ejercido desde una supuesta (y pretendidamente incontestable) objetividad, asociado de modo funcional a una muy cuestionable concepción del crítico como intérprete infalible de los dictados depuradores del paso del tiempo. Por otro, y dentro de este fenómeno interesado de canonización, una proliferación de antologías que confunden al lector y que han producido en muchos autores una neurosis de posteridad que desde luego no favorece la libertad creativa. Si a estos mimbres añadimos la limitación de la extensión, se entenderá que las líneas que siguen sólo pueden recibirse como una aproximación al mapa posible de nuestra lírica. Y dicha instantánea de la actualidad debe incluir no sólo a poetas jóvenes sino algunos de los nombres y hechos culturales en la historia poética reciente que la explican.

Desde mediados de los años setentaEsta síntesis de lo acontecido en la poesía española de los últimos treinta años tiene una deuda directa con las reflexiones del poeta y crítico Manuel Rico vertidas en Pasar la página. Poetas para el nuevo milenio, Cuenca, Olcades, 2000. hasta principios de los ochenta, en el escenario poético español se produce una saneadora pugna dialéctica entre las entonces omnipresentes estéticas derivadas del culturalismo (canonizadas a partir de la antología Nueve novísimos de Castellet) y los poetas nacidos entre 1950-1960 a los que mueve un impulso «rehumanizador». Se trata de un período convulso (de complejidad paralela a las incertidumbres políticas y sociales del momento).

A principios de los años ochenta se consolida el proceso de ruptura con el culturalismo a través de lo que Manuel Rico ha denominado «reforma rupturada»: no se mata al padre ni se sustituyen estéticas de modo abrupto, de hecho, varios poetas de formación culturalista se suman al impulso rehumanizador de los más jóvenes en una suerte de evolución superviviente análoga a la de ciertas estructuras políticas heredadas del Régimen en nuestra celebrada transición. A partir de este momento muchas son las tendencias (y muy divergentes entre sí) que apelan a un mismo sustrato ideológico de izquierdas para sostener sus poéticas, entre otras, la llamada poesía de la experiencia o «nueva sentimentalidad», que se convertirá en la corriente dominante hasta bien entrados los noventa. Junto a ésta y en diferente grado de presencia hay muchos otros impulsos poéticos. Por citar algunos significativos: el neorromanticismo de Alejandro Duque Amusco y Abelardo Linares; la «retórica del silencio» de cierto Valente, Andrés Sánchez Robayna, Clara Janés y Amparo Amorós; el denominado «sensismo» de Fernando Beltrán y José María Parreño; cierta deriva épica (Llamazares, César Antonio Molina y, en versión tradicionalista, Julio Martínez Mesanza); el neosurrealismo de Blanca Andreu, etc. Pasamos, inevitablemente reduccionistas, a hablar de unos años de convivencia inestable hasta que, coincidiendo con el espaldarazo democrático ante el 23-F (en una especie de normalización paralela de política y cultura) la línea figurativa y más asertivamente anclada a un concepto incuestionable de realidad se impone como canon estético. Bajo el auspicio de la personal lectura que hacen de la generación del cincuenta (fundamentalmente de Gil de Biedma) los poetas de la experiencia (en nómina originaria: Luis García Montero, Álvaro Salvador, Benjamín Prado, Ángeles Mora, Antonio Jiménez Millán, Javier Egea) se presentan como reivindicadores de una mirada crítica frente a la sociedad desde una estética «de línea clara». Críticos de los principales suplementos culturales, especialistas universitarios, editoriales y premios acogen y hacen causa personal con esta propuesta en una creciente intensificación que llegará a institucionalizarla, dejando poco espacio para propuestas diferentes. Numerosas antologías la avalan (La nueva poesía, de Miguel García Posada, Poesía figurativa de José Luis García Martín, entre otras).

Pero a lo largo de la década se está escribiendo también desde otras ópticas, aunque muchos autores y obras queden en la penumbra (por citar algunas: el minimalismo conceptual de Cataño, Ángel Campos Pámpano o Álvaro García; la poética de la nostalgia meditativa de poetas como López Andrada o Ruiz Noguera; el neobarroquismo de Antonio Enrique). Además, dos focos poéticos, desde una conciencia combativa de su lateralidad (sólo mediática), confrontan la estética oficializada: desde Córdoba y Málaga la llamada «Poesía de la diferencia» y, con mayor solidez teórica y textual, los poetas de la denominada Escuela de Valladolid (Juan Carlos Suñén, Antonio Ortega, Olvido García Valdés, Miguel Casado, Ildefonso Rodríguez, Concha García, Pedro Provencio).

Este breve recorrido nos deja a las puertas del escenario en el que se ha desarrollado la poesía en los últimos quince años. Un espacio mediatizado por lo que Vicente Luis MoraÉsta y muchas otras cuestiones se plantean de fondo y con espíritu de sana agitación en su Singularidades. Ética y poética de la literatura española actual, Madrid, Bartleby, 2006. denomina «poesía de la normalidad» (antes Miguel Casado se había referido a un «lenguaje de lugar común» detectable en muchos de los poetas analizados en el prólogo a Mar interiorMar interior. Poetas de Castilla-La Mancha. Toledo, Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 2003.). Se trata de una serie de consignas más ambientales que escritas, a las que se deben acoger quienes quieran tener presencia editorial y reconocimiento crítico, derivadas básicamente de la poesía de la experiencia más epigonal, pero que han calado en casi todas las estéticas. Un tipo de poesía de estructura clara y cerrada en sí misma, con factura simbolista, referentes urbanos y burgueses, relacionada con la subjetividad del autor y emitida por un sujeto poético distanciado o «fingidor» que transmite desencanto vital sin desgarros ni sentimentalismos. Se habla en un lenguaje coloquial que sea cercano al lector medio en preocupaciones y nivel de accesibilidad. La unificación también alcanza los rechazos: de lo metapoético, de cualquier técnica derivada de las vanguardias (corriente de conciencia, elementos visionarios e irracionales), del poema en prosaUna reflexión sobre su vigencia y una antología imprescindibles se encuentra en Marta Agudo y Carlos Jiménez Arribas, Campo abierto, Antología del poema en prosa en España (1990-2005), Barcelona, DVD, 2005..

Sin embargo, no son pocas las voces que hablan de una apertura hacia la pluralidad estética en la poesía joven en torno al cambio de milenio que se refleja, para empezar, en los referentes literarios: a las poéticas tradicionales se suman las de las literaturas europeas y americanas de la Modernidad, dándose una desestigmatización de las vanguardias. Se atiende y trabaja sobre lo interdisciplinar (sobre todo la pintura). En cada vez más autores se revitaliza la reflexión crítica sobre el hecho poético y el lenguajeA. Kravietz y F. León proponen en La otra joven poesía española (Tarragona, Igitur, 2003) una nómina de jóvenes que, desde estéticas diversas, presentan una actitud comprometida (frente a posiciones neorrealistas) con la Modernidad literaria y una concepción de la poesía como vehículo de conocimiento metafísico y de indagación sobre el lenguaje. Por su parte, L. A. de Villena habla de los hijos de una alquimia entre la razón lógica y Orfeo en La lógica de Orfeo (Madrid, Visor, 2003)..

En la búsqueda de zonas de encuentro entre poéticas diferenciadas Rico detecta, en fin, una «ceremonia de la diversidad» caracterizada por una visión no excluyente de la realidad poética, y propone las siguientes líneas como esbozo de por dónde va apuntando la poesía actual:

  • Una nueva dimensión de la poesía de la experiencia. Los poetas que siguen la línea experiencial lo hacen desde un mayor ahondamiento meditativo, con ciertas derivas irracionalistas (Alberto Tesán, Eduardo García, Luis Muñoz, García Casado, Andrés Neuman).
  • La extensión de una poesía de la introspección emocional y contemplativa, radicalmente subjetivizada, en los límites del existencialismo (Ada Salas, Ana Merino, Luisa Castro).
  • La búsqueda de una nueva materialidad del «objeto» lenguaje, con un planteamiento fusional: entre ética y estética; entre fuentes plásticas (cine, fotografía, televisión), entre la experiencia de lo cotidiano y los vínculos con el lenguaje (Niall Binns, Andrés Fisher).
  • El ahondamiento en una poesía de la contemplación meditativa y del entrañamiento con la naturaleza; una búsqueda que se mueve entre la captación de lo inefable, la apuesta por la imaginación y el rescate de una memoria visible o sumergida, cuyos referentes serían Claudio Rodríguez y la poesía anglosajona más entrañada con el paisaje representada por Wordsworth, Yeats o Thomas (Diego Doncel, José Luis Rey, Jordi Doce, Vicente Valero, Juan Abeleira).
  • La apuesta por la insurrección del lenguaje desde una conciencia crítica frente a la realidad. Línea precariamente transitada por la poesía de las últimas décadas y que ahora cobra fuerza en la obra crítica y poética de Antonio Méndez Rubio o Enrique FalcónCríticos de filiación marxista vinculados al colectivo Alicia bajo cero, que han hecho una denuncia de las falacias dictaminadas desde el poder cultural (Colectivo Alicia bajo cero, Poesía y poder, Valencia, Ediciones Bajo Cero,1997)..

La diversidad puede explicarse desde la crisis de los planteamientos de la globalización, la necesidad de asimilar las nuevas estructuras sociales y comunicativas (que han intensificado la posibilidad de intercambio cultural) o como respuesta instintiva al caos de la posmodernidad. En cualquier caso la heterodoxia cultural suele ser una buena noticia, como lo es que cada vez abunden más los poetas que se enfrentan a su época y a la escritura con lucidez e independencia.