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PHOTOESPAÑA 06

Joel Sternfeld, una mirada lúcida

Fotografía Joel Sternfeld

«Recuerdo que a principios de la década de los setenta fui a una galería a enseñar mi trabajo y el galerista me dijo: ‘¿Por qué trabajas en color, con lo natural que es el blanco y negro?’. Éramos muy pocos los que trabajábamos el color y todos nos conocíamos: Stephen Shore, Helen Levitt, William Egglestone… Era una situación parecida a la del cristianismo de las catacumbas: si por casualidad te encontrabas con un fotógrafo que estaba haciendo lo mismo que tú, lo único que querías era meterte con él en un sótano para hablar largo y tendido, como nuevos conversos deseosos de intercambiar pareceres sobre los misterios de su religión».
J.S.

«Recuerdo que a principios de la década de los setenta fui a una galería a enseñar mi trabajo y el galerista me dijo: ‘¿Por qué trabajas en color, con lo natural que es el blanco y negro?’. Éramos muy pocos los que trabajábamos el color y todos nos conocíamos: Stephen Shore, Helen Levitt, William Egglestone… Era una situación parecida a la del cristianismo de las catacumbas: si por casualidad te encontrabas con un fotógrafo que estaba haciendo lo mismo que tú, lo único que querías era meterte con él en un sótano para hablar largo y tendido, como nuevos conversos deseosos de intercambiar pareceres sobre los misterios de su religión».

«En 1976 Estados Unidos celebraba el segundo centenario de nuestra fundación como nación independiente. Sin embargo, la celebración fue bastante accidentada: estábamos en plena recesión económica, la memoria de Vietnam aún estaba fresca, el Watergate y el impeachment de Nixon estaban recientes… Así que las fotografías de mi obra temprana transmiten cierta sensación de inquietud».
J.S.

«Cuando era pequeño, uno de mis escritores favoritos era Edwin Way Teale, un naturalista que había seguido la llegada de la primavera a lo largo de toda la costa Este de Estados Unidos, empezando en Florida. Yo soñaba con imitarlo y seguir las estaciones en su recorrido por el país. Pero en 1978 había viajado lo bastante como para saber que la América de mis fantasías infantiles –aquella América en la que el Sur era una extensión inabarcable de tierra rojiza, el Suroeste un paisaje de cactus y atardeceres color turquesa y el Medio Oeste un mar de campos de maíz envueltos en neblina– ya no existía; que lo que había era una América nueva hecha de autopistas, bloques de apartamentos y nuevas tecnologías, y que era preciso poner al día aquellas visiones románticas de mi niñez si no quería que mi trabajo cayera en la pura nostalgia. Emprendí, pues, mi camino dispuesto a encontrar belleza y armonía en aquella nueva América. Así fue como dio comienzo mi trabajo American Prospects».
J.S.

«Una de mis fuentes de inspiración al emprender American Prospects fue Walter Evans: llegué a la conclusión de que su obra describía una América, la de los años treinta, que se derrumbaba físicamente pero en la que el espíritu humano se mantenía indemne. Y descubrí que la América que yo tenía ante mí era justamente la antítesis de aquella: a finales de los setenta estaba emergiendo toda una nueva realidad física deslumbrante, pero la gente estaba muy turbada espiritualmente. Decidí que quería que mis fotos expresaran esta idea. No podía imaginarme que me iba a encontrar, por ejemplo, con una casa en llamas frente a la cual un bombero escogía tranquilamente una calabaza, pero en cuanto vi aquella escena supe que respondía a la perfección a lo que yo tenía en la cabeza».
J.S.

«Después de American Prospects llegué a la conclusión de que quería dedicar mi trabajo a la dicotomía entre la utopía y su reverso, lo que se suele llamar ‘distopía’. En 1982 hice una visita a Scott Nearing, un filósofo que preconizaba la vuelta a la tierra y que ejerció mucha influencia sobre los movimientos hippies de los años sesenta. Cuando lo conocí, tenía noventa y nueve años y vivía en el campo, en Maine. Me recibió en su patio trasero, donde estaba cortando leña. Le enseñé las fotos que algo más tarde se convertirían en American Prospects pensando que le gustarían, porque eran críticas con Estados Unidos. Pero no le gustaron nada; le parecieron demasiado críticas y me sugirió que imaginara un mundo ideal y luego lo fotografiara. Y eso hice: me dediqué a fotografiar comunas y colectividades que habían nacido a partir de una idea utópica».
J.S.