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Las Noches Bárbaras

Segunda fiesta de músicos de la calle

Lucía Roldán y Carmen Vela
Fotografía Luis Asín

Por segundo año consecutivo, el CBA abrió sus puertas a esos músicos bárbaros que viven extramuros de la industria: son los músicos callejeros que nos sorprenden con su espectáculo a la vuelta de cualquier esquina o en medio de un concurrido pasillo subterráneo. Artistas sin luces ni escenario que buscan algo más que nuestras monedas: reclaman nuestra atención. Como respuesta a esta demanda surgieron Las Noches Bárbaras, cuya edición de 2006, potenciada en sus contenidos y objetivos por la repercusión y el interés suscitados el año pasado, volvió a celebrarse en diversos escenarios instalados por todo el CBA durante la noche de San Juan, y tuvo un apoteósico final con la batucada del grupo madrileño Samba da Rua.

Además del tráfico, las obras, los ruidos, las bicis, los viandantes, los tenderetes… en Madrid hay una realidad cultural a la que no solemos prestar la atención que merece. Día a día, en nuestros trayectos y recorridos cotidianos, nos tropezamos con una gran diversidad de músicos callejeros; músicos que, procedentes de distintos países, abocados en muchos casos a la necesidad de la emigración, se sitúan en las calles, plazas y parques de nuestras ciudades o en los pasillos y vagones del suburbano, decididos a hacernos llegar su música, su cultura y sus raíces.

En todas las grandes ciudades hay músicos que tocan para sobrevivir, para ensayar, por placer o como reivindicación, pero no todas los acogen de la misma manera.Entre los músicos callejeros de Madrid existe una verdadera confusión sobre los espacios en los que está permitido tocar y en los que no. En realidad, en la capital, el ejercicio de actividades artísticas en la vía pública no requiere de ninguna autorización municipal, siempre que la actividad sea ocasional, no emplee amplificación ni percusión y no obstaculice el tráfico. En el metro se consiente que los músicos toquen en los pasillos, pero nunca en los vagones; una prohibición de todos conocida, pero que no todos cumplen. Barcelona, en cambio, se acoge al sistema de regulación europeo que impide a los músicos tocar libremente: una vez inscritos en un listado, el Ayuntamiento les asigna unos lugares específicos de actuación y unas horas delimitadas. Ésta no parece ser la solución ideal, ya que en el tiempo que se les ha concedido no son muchos los que consiguen el dinero necesario para sobrevivir. Nueva York parece ser la ciudad donde la música callejera está más consolidada. En el metro se realizan periódicamente audiciones con un jurado profesional, a los que se presentan cientos de músicos deseosos de ser seleccionados para trabajar en el suburbano, un empleo bastante bien remunerado.

Un acercamiento a la cotidianeidad de estos músicos en Madrid permite apreciar un complejo mosaico de actitudes, pensamientos, culturas y modos de ganarse la vida, en el que la tónica general parece ser el respeto mutuo. Minerva ha salido a la calle y al metro a buscar a algunos de los que participaron el pasado 23 de junio en la segunda edición de Las Noches Bárbaras para descubrir cómo viven y qué piensan estos anónimos artistas de la calle.

CASIO Brasil

Casio suele tocar en los vagones de metro por una sencilla razón, a todas luces práctica, «se gana más dinero y el tiempo pasa más deprisa». Vino de Minas Gerais (Brasil) hace casi cuatro años y ha estado tocando todo este tiempo en el metro. De hecho, considera, que este es uno de los mejores trabajos que ha tenido. Casio dejó en su tierra su grupo de samba y bossa nova con el que hacía giras de conciertos por los pueblos. Ahora su público lo forman los pasajeros de los vagones de metro que no sólo le dan algunas monedas sino que incluso le aplauden de vez en cuando. Por las mañanas suele tocar con una amiga y por las tardes él solo, con su guitarra. Nunca ha probado a tocar en la calle y en el metro se ha hecho amigo de muchos de los vigilantes, que le permiten ganarse la vida sin problemas, aunque, por lo que cuenta, no siempre fue así. Sabe que, si es jueves, viernes o sábado, la música ha de ser más animada, música para bailar. Los lunes, en cambio, ameniza el inicio de la semana a los viajeros con canciones de amor y melodías más tranquilas.

RUMEN ILLIEV Bulgaria
(Orquesta Pautalia)

La Orquesta Pautalia, dirigida por el saxofonista y clarinetista Rumen Illiev, fue una de las agrupaciones de músicos del Este que animó el vestíbulo del CBA la pasada noche de San Juan. Illiev, músico profesional procedente de Sofía e hijo de un conocido saxofonista búlgaro, lleva unos dos años viviendo en Madrid y, desde hace ya más de año y medio, es fiel a su cita diaria con los viajeros que pasan por la estación de metro de Pacífico. Prefiere el metro porque piensa que en la calle la policía le pondría problemas para tocar. La Orquesta Pautalia toca en distintas formaciones y, en ocasiones, Illiev toca en solitario. Domina todo tipo de músicas, pero apenas domina el castellano, de ahí su parquedad de palabras.

RUMEN CRUMOV Bulgaria
(Cuarteto de Rumen Crumov)

Este magistral acordeonista que nació en Pernic, a veinte kilómetros de Sofía, decidió hace ya seis años venir a Madrid para trabajar. Y parece que no se le ha dado del todo mal: ha sabido identificar los puntos estratégicos de la ciudad y sabe cuál es el tipo de repertorio adecuado para cada ocasión. Por su versatilidad, su buen hacer y su simpatía se ha ganado un puesto entre los músicos callejeros imprescindibles en la capital.

Pero Rumen no siempre ha tocado en la calle; los dos primeros años de su estancia en Madrid paseó su acordeón por el metro. Pronto empezó a darse cuenta de que en el suburbano viajaban sobre todo los trabajadores y los inmigrantes como él, y que el verdadero negocio había que buscarlo entre los turistas. Por eso decidió situarse durante seis o siete horas diarias frente al Palacio Real, donde policías a caballo y en moto pasan constantemente a su lado sin inmutarse. Los domingos, se traslada a La Latina, donde toca con su orquesta. Asegura que en los cuatro años que lleva tocando en la calle no ha tenido ni un roce con la policía. No le parece buena idea que los músicos de Madrid necesiten contar con una acreditación y piensa que un poco de música no tiene porqué causar problemas.

Rumen dice que, entre semana, llega a sacar unos treinta o cuarenta euros al día, cantidad que en fines de semana puede ser más elevada. Con todo, insiste en que no todos los músicos de la calle ganan estas cantidades.

Antes de trasladarse a Madrid, trabajó durante treinta años en Bulgaria tocando en un restaurante, algo que no volvería a hacer, comenta, por su condición de cristiano y abstemio. Crumov opina que en los bares y restaurantes la gente bebe y no aprecia la música y, por eso, prefiere tocar en la calle y por su cuenta. Además, dice que en España la gente comprende la música mucho mejor que en otros lugares. En Bulgaria vendía cassettes con su música, pero ahora le falta tiempo para ponerse a grabar.

Este verano su «estudio de mercado» le llevará a recorrer las playas de Tarragona en busca de un público compuesto mayoritariamente por turistas. Sabe que le irá bien, como también sabe que Madrid en Navidades se convierte en el mejor lugar para tocar y ganarse la vida.

Rumen Crumov nos habla también de la mala situación económica que atraviesa su país y confía en que su integración en la Unión Europea pueda mejorar las cosas. Tanto, como para hacer realidad su objetivo de volver a Bulgaria en un par de años.

TRIBAL HOUSE Brasil

Tribal House lo forman Wellington Galliza, alias Batata, y Gustavo Andrade, dos grandes percusionistas brasileños que han formado uno de los conjuntos más auténticos y festivos del metro de Madrid. Cuentan que, al principio, Batata –músico carioca que lleva más de dos años en la capital– no confiaba en que fueran a funcionar como grupo; una tarde probaron a tocar juntos y se acabaron sus reticencias. Desde entonces, actúan en su estación de metro preferida, Tribunal, y en clubes de toda la ciudad.

El nombre del grupo, Tribal House –«Tribal» por la estación de Tribunal y «House» por el tipo de música que hacen–, dice bastante de este grupo, que suele utilizar bases preparadas por DJ amigos. Además, cada uno de ellos tiene proyectos paralelos: Gustavo forma parte de una banda de batucada, Maracatú FM, y Batata tiene un grupo de bossa nova, Mondongo, con el que viaja por toda España.

En Brasil ambos trabajaban como músicos profesionales y muestran un profundo respeto por su propia música. Para Gustavo, «tocar en la calle es un síntoma indudable de humildad en un músico que, por lo general, somos tan orgullosos».

Les gustaría que funcionara en Madrid un sistema de audiciones para seleccionar a los músicos del metro y evitar así la proliferación de músicos del Este entre los que, según dicen, los hay que no tienen ningún tipo de formación. Se quejan especialmente de la actitud acaparadora de algunos músicos de origen rumano con los que han tenido problemas serios.

No tocan en los vagones por considerarlo «terrorismo musical»; creen que no está bien obligar a la gente a escuchar la propia música, lo quiera o no. Tampoco les gusta la práctica de tocar en zona de terrazas y acercarse luego a las mesas a pedir dinero; prefieren que sea el oyente el que, si le gusta lo que hacen, se acerque a darles algo de dinero, sin necesidad de pedirlo.

MARIAN GRIGORE Rumania
(Cuarteto Marian)

Marian es un tranquilo acordeonista que lleva más de tres años viviendo en Madrid. Toca en las plazas más animadas de la capital –Santa Ana, Sol, Mayor, Sánchez Bustillo…– y, en verano, recorre las zonas de terrazas. En numerosas ocasiones toca acompañado de su grupo, compuesto por otros dos acordeonistas y un violinista. Todos ellos tienen una gran formación musical, pero les faltan medios: instrumentos rotos o desafinados, un violín en una funda de raqueta de tenis… Prefieren moverse en busca del público a permanecer en un lugar fijo porque, afirma, así ganan más dinero.

Cuando se acercan a tocar entre las mesas de las terrazas, comenta Grigore, no pretenden molestar ni violentar a nadie con su música. Creen que la policía les permitirá tocar si ellos se muestran respetuosos con la gente y descartan bajar al metro porque piensan que allí los vigilantes no les permitirían desempeñar su trabajo.

CHICHO Y LA ORQUESTA PASODOBLE España

Chicho (Esteban Marín) es un músico gitano de treinta y cinco años que lleva toda la vida vinculado a la música, presente en su familia desde tiempos inmemoriales. Afirma que él de música no entiende, que, desde pequeño, aprendió sólo de oído. Chicho, su primo, Francisco Marín, y su mujer, Teresa Yóbano, componen la Orquesta Pasodoble, voz, trompeta y teclado, con la que tocan y cantan en fiestas, comuniones, cumpleaños y en algunas terrazas pero, sobre todo, en el emblemático Rastro, todos los domingos. Nunca han pensado en bajar a tocar en el metro, creen que les va bien tal como están, aunque la policía les ha llamado la atención unas cuantas veces por despertar a algún niño, cosa que Chicho y Teresa, a punto de tener su segundo hijo, entienden perfectamente.

En verano compatibilizan la música con su trabajo de feriantes: llevan atracciones por los pueblos en fiestas. Cuando llegue el invierno tendrán que buscarse la vida de otra forma, «en lo que se pueda», aunque, eso sí, recalca Chicho, «siempre de forma honrada».

TRAIÁN GEORGIEV Bulgaria
(Dúo Traián Georgiev)

En la estación de metro Bilbao, la voz melódica de Traián nos va guíando por los pasillos hasta que damos con él, micrófono en mano, con su amplificador y sus discos autoeditados. En su música, que mezcla distintas influencias del Este y tiene un aire claramente oriental, destaca la calidez de su voz. Este joven músico, que trabajó como predicador en su país, ha pasado de cantar en una iglesia de Bulgaria a hacerlo en el metro de Madrid, a donde vino a parar por un problema de espalda que le impide realizar otros trabajos.

Desde que llegó a la capital, hace ya dos años, ha tocado siempre en el metro en donde conoce a casi todos los vigilantes, muchos de los cuales incluso han comprado sus discos. No se plantea la posibilidad de trasladarse a otro lugar y comenta que las tres o cuatro veces que ha cambiado de sitio, los demás músicos le han mirado al principio con cierta suspicacia. Desaprueba la práctica de tocar en los vagones, aunque reconoce que allí se gana más.

LAS NOCHES BÁRBARAS 06
SEGUNDA FIESTA DE MÚSICOS DE CALLE


28.04.06

COORDINA: CARMEN VELA
ORGANIZA CBA
PATROCINA CAJA DUERO OBRA SOCIAL • AYUNTAMIENTO DE MADRID • HOSPRESS
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